Cruzando la cordillera, al sur del continente latinoamericano encontramos a Claudia Rodríguez. Ella se presenta como una travesti vieja de 55 años, activista, muy feminista, antiracista, soñadora, que lee en voz alta porque no se anima a cantar. Una escritora que recrea el género de la autobiografía, que hace uso de aquella para autorizarse a escribir, a escuchar su propia voz, para luego trascenderla y escribir más allá de su identidad y pensarlo todo: la democracia representativa, el monopolio de los medios masivos de comunicación chilenos en manos de la derecha ultraconservadora, la privatización del agua en su país y la creación de las zonas de sacrificio, entre otros asuntos. Lectora de Gabriela Mistral, Paul Preciado, Pedro Lemebel, Monique Wittig, cómplice de Susy Shock y Marlene Wayar a quienes menciona cada vez que aclara que no se piensa sola y que la construcción de alianzas es clave para construir el mundo que anhelamos.
Claudia escribe para poder construir un futuro y dejar ese legado a las nuevas generaciones, esforzándose en pensar lo inimaginable, más allá del agobiante realismo capitalista que tanto daño nos ha hecho. Para eso dice que es preciso “abortar la relación con el Estado y el poder político”. Su anhelo de reparación y sanación mediante la palabra resuena en la propuesta que hiciera Gloria Anzaldúa acerca de la elaboración de otros relatos, contarnos otras historias que nos bienvengan en este mundo que ha insistido en rechazarnos.
La activista travesti chilena estuvo de gira por Argentina, invitada por el Ministerio de Cultura de Chile a participar en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Estuvo en Casa Brandon, en la radio con Susy y Marlene, en la universidad, en la ciudad de La Plata y el Tigre, se hizo el tiempo en su agenda para encontrarse con cada activista local que pudo.
¿Cómo te presentarías?
-Mi nombre es Claudia Rodríguez, y soy una trava vieja. Tengo 55 años. Una trava y activista vieja. Yo soy, me siento muy artista. Muy feminista. El feminismo me ha enseñado a leer, el decolonialismo, el antirracismo. Provengo de una familia muy pobre, analfabeta. Convertirme en activista significó tener más conciencia de mi clase, porque antes vivía en una burbuja. No sabía que la existencia de una travesti forma legítimamente parte de todas las luchas sociales.
¿Cuál es la situación del activismo LGTB+ ante la avanzada de la derecha en Chile?
-De alguna manera, el activismo LGBT ha estado durante mucho tiempo repitiendo demandas al Estado durante 30 años. Demandas que no se cumplen. A un Estado que está compuesto por un gobierno que tiene una derecha tan poderosa económicamente que es dueña de los medios de comunicación, allí encontramos discursos conservadores respecto de la mujer, el hombre, la justicia, la economía. Y resulta que entonces la organización trans sigue repitiendo el mismo discurso vertical de trabajo hacia el Estado, hacia los superiores. Además es curioso porque resulta que el activismo trans en Chile se dice feminista. Entonces mi pregunta es ¿cómo entienden el feminismo? Desde mi perspectiva, el feminismo te da la posibilidad de establecer relaciones horizontales con todas las instituciones, con el gobierno, el Estado, la clase política. Entonces al ponerte en una situación horizontal le quitas poder, te pones a ti en una situación de igualdad y, por lo tanto, se puede establecer que las demandas no se han cumplido entonces hay que hacer otras reflexiones Y el feminismo te da también la posibilidad, por ejemplo, de programatizar el patriarcado y la masculinidad. ¿En qué lugar de tu vida estás? Yo terminé con mi pareja e hice unas reflexiones, resolví no poner a ningún hombre en el centro de mi vida. El hombre lo pongo en cualquier otro lugar pero no en el centro, en el centro me pongo yo y mi comunidad. El activismo trans no está haciendo ciertas reflexiones que sí son feministas ¿en qué lugar está el patriarcado? Y si te preguntas eso modificas tu perspectiva y eso puede permitirte ya no dirigirte al Estado como centro. Si la periferia deja de nombrar al Estado, a las instituciones, a la clase política y a los hombres amorosamente, se empiezan a tener prácticas feministas y a poder nombrarnos entre nosotras, darnos poderes entre nosotras, es decir, nombrarnos con Marlene (Wayar), con Susy (Shock) ya tiene esa característica de validarnos entre nosotras de tener una relación feminista horizontal, es reconocer y reparar, sin fronteras.
¿Sobre qué tiene que hablar el activismo transfeminista ahora?
-Es necesario que el activismo se haga cierta pregunta respecto del lugar en que nos situamos con el feminismo. Tratar de contribuir a que las compañeras trans repiensen lo que están diciendo, que a lo mejor puedan reconocer que les falta feminismo porque hoy no están haciendo ninguna alianza con mujeres, con lesbofeministas, no hacen alianzas, no tienen esa práctica que me enseñó la Lohana Berkins. Las compañeras tienen puro discurso y no tienen práctica. Por ejemplo, hay una demanda de las compañeras trans de que cuando se muere una travesti en Chile las compañeras feministas no acompañan. Bueno, hay que profundizar las alianzas, hay que profundizar los diálogos para que cuando matan a una mujer, la comunidad trans esté ahí y cuando matan a una travesti también la comunidad feminista esté ahí. Si tenemos que hablar de las tetas, la salud, la educación, pero también de otros temas. ¿Por qué no tengo derecho como activista travesti a hablar sobre el problema del agua en Chile que está siendo comprada por familias poderosas de la derecha?
¿Qué creés que aporta tu escritura y la poesía a esta coyuntura?
-Hay mucha gente con la que he conversado que viene saliendo de sufrimiento, de enfermedades, de cáncer, etc. Me interesa mucho escribir sobre las enfermedades porque la sanación es importante. Después de haber trabajado tanto tiempo, 15 años, en conocerlas (HIV-SIDA), es muy importante sanar. La palabra es súper importante. Tanto mi activismo como el escribir son posibilidades de ir sanando a la comunidad que me escucha. Porque a lo mejor toco temas que nunca habían tocado y que empiezan a abrir un poquito la mente, a sentir de otra manera.
¿Cómo podría repararse?
-Me gusta mucho lo que escuché decir a la activista argentina Violeta Alegre: que las travestis debíamos tener una agenda amorosa. Y eso en Chile no pasa, la gente le da más importancia a las TERF, y a mí me parece tan innovador pensar en una agenda amorosa, pensar en lo que dice la Marlene Wayar sobre reconocer y reparar. Hacer justicia, eso sana tanto a la juventud como también a las personas mayores. El cuento es que desde hace un tiempo empiezo a preguntarme sobre qué tenemos que hablar las travestis.
¿Y sobre qué tendrían que hablar?
-Nos tenemos que hacer preguntas éticas, que se involucren con todos los temas sociales, políticos y económicos. El activismo trans chileno no se está haciendo preguntas. Repite hace 30 años las mismas demandas al Estado. El activismo trans se piensa feminista pero en la práctica no lo es. Hay que preguntarse en qué lugar está el patriarcado y entonces dejar de demandarle al Estado. Se trata de desplazar al Estado, al hombre, etc. del centro y nombrarnos y validarnos entre nosotras. Reconocer y reparar sin fronteras. No pongo a ningún hombre en el centro de mi vida, en el centro me pongo yo y mi comunidad.
Otra vez nos vienen a hacer creer que el mundo se va a acabar, sobrevivimos a la pandemia del SIDA, la pobreza y la dictadura. Sobrevivimos un montón de cosas que pasaron en Chile y aquí estamos. Nos están haciendo creer en un mundo que parece que es indiscutible, y eso no es creíble. Nosotras las travestis nos resistimos a esos discursos de mierda y estamos pensando en otras cosas. En ser hermandades distintas, comunidades distintas, en creer más en nosotras generar otro tipo de formas de existir más cariñosas, más acogedoras, pensando también en otro horizonte. Estoy pensando en una posible ciencia ficción travesti…
¿En qué consiste?
-En esa ciencia ficción nosotras podríamos ir viendo cómo existir a pesar de estos discursos de mierda que dicen que todo en algún momento se va a acabar por nuestra culpa, no por la culpa de ellos. Me resisto a este cuento y voy a hacer entonces ciencia ficción travesti feminista en donde el mundo va a ser profundamente de nosotras, va a depender de nosotras y que ellos dibujen lo que quieran. Nosotras podemos hacer una economía feminista, popular, solidaria. Hay otras formas de pensar el mundo para el futuro y para los que vienen y no caernos de roca. Yo me resisto. Por eso quiero escribir sobre un horizonte travesti, allí donde nos hacen creer que es imposible. Quisiera que la comunidad trans aborte de la paternidad o de esa necesidad del Estado, de la clase política o que la relación con el Estado y que la clase política sea horizontal y sea respectuosa de estos criterios. Quiero recordar los pasados para construir un futuro, un horizonte, dejar eso a las nuevas generaciones, estoy esforzándome en pensar lo inimaginable, dar posibilidades de otras cosas más allá de las conocidas.