Una de las teorías con las que se pretende explicar el origen o la persistencia de la inflación hace hincapié en la puja distributiva. Se sostiene que el alza de los salarios debido a la presión ejercida por los sindicatos se traduce en un aumento de los costos que obliga a las empresas a incrementar los precios para mantener la rentabilidad. Los economistas ortodoxos afirman que existe un bucle salarios-precios que se retroalimentan. Según esta teoría la puja por el reparto del valor agregado provoca inflación, ya que los trabajadores buscan aumentar sus ingresos y las empresas sus beneficios aumentando los precios. La conclusión de los economistas liberales es que si los trabajadores y los sindicatos cesaran de exigir en las paritarias aumentos salariales no habría inflación.
La teoría económica y las estadísticas disponibles desmienten esta explicación. Desde el punto de vista teórico se puede objetar, ya que los patrones solo admiten que los salarios sean aumentados cuando se actualizan los convenios. Es decir, luego de algunos meses de incrementos de precios que deterioren el poder de compra de los salarios. Esto significa que durante ese período no hubo incrementos de costos pero sí de precios, con lo cual no es tal la interacción directa del impacto del incremento de los salarios sobre los costos y la caída de los beneficios que supuestamente requieren incrementos de precios compensatorios. Por el contrario, durante dicho período hubo un incremento de los beneficios equivalente al incremento de precios por el rezago de los salarios.
La teoría ortodoxa admite que cuando se produce un incremento sostenido de la demanda, como ocurre en Argentina, los capitalistas invierten para proveerla. Es lo que señalan las estadísticas del Indec en 2020, 2021 y 2022. En este último año el consumo global se incrementó del 9,4 por ciento mientras que la inversión aumentó del 10,9 por ciento, lo que significa que el consumo funciona bien como acelerador de la inversión. En este escenario no estamos en un proceso inflacionario y los empresarios que invierten los beneficios no son directamente responsables de la inflación.
La inflación proviene de otro tipo de comportamiento empresarial. Particularmente los empresarios que proveen bienes como alimentos entienden que si el ingreso de los que menos ganan se incrementa, no necesariamente se gastará en alimentos sino en otros bienes y rubros. Este grupo de empresarios prefiere incrementar los precios de los productos alimentarios, aumentar las ganancias en lo inmediato y fugarlas, en lugar de invertir e incrementar la producción nacional. Esto, porque saben que el volumen de compra en algunos bienes en particular tiene un tope y que cuando se incrementa la demanda global la preferencia de los consumidores se orienta a comprar bienes que satisfacen necesidades diferentes que las alimentarias.
En los países avanzados, donde se desarrolla un proceso inflacionario menos virulento, los economistas comenzaron a preocuparse por las razones de la persistencia de la inflación. Muy pocos piensan que sean los aumentos de salarios los responsables del aumento de precios, que la paridad cambiaria o el incremento de la masa monetaria tengan un efecto inflacionario. Pero la persistencia de la inflación es preocupante, y ya no se la atribuye al aumento de las materias primas, transportes y energía que generó la guerra entre Rusia y Ucrania.
Las cotizaciones de las acciones de las empresas aumentan aún con el incremento de la tasa de interés y a pesar de que las previsiones de la evolución de la economía son negativas. Las sociedades de gestión de activos como Blackrock, JP Morgan o Lazard Fréres relevaron un incremento substancial de los beneficios en los balances del último trimestre del año pasado y del primer trimestre de este año en las principales empresas cotizadas en los índices bursátiles más importantes del mundo, sobre todo en tres rubros principales: las empresas energéticas, las del lujo como Hermes, Louis Vuitton, Dior, etcétera y la de producción de alimentos.
La energía y los alimentos poseen una alta inelasticidad demanda-precio, es decir que cuando el ingreso es constante y los precios aumentan, la cantidad demandada permanece constante o declina poco. Esta constatación, que es válida también para la Argentina, significa que la fuente del incremento de los beneficios en la crisis es simplemente un chantaje donde el consumidor es tomado de rehén por grupos oligopólicos dominantes del capital concentrado que impone su ley del mayor beneficio posible.
No parece haber, tanto en los países avanzados como en Argentina, un círculo vicioso entre salarios y precios que se retroalimenta, sino más bien una especulación. La fuente del aumento de los beneficios en la crisis no es fruto de ninguna invención reciente, sino que se ha retomado la costumbre vieja de engañar al consumidor con la remarcación de las etiquetas y obtener una renta inflacionaria.
*Doctor en Ciencias Económicas de l’Université de Paris. Autor de “La economía oligárquica de Macri”, Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019. [email protected]