En un capítulo de la serie Alguien en algún lugar, Joel (Jeff Hiller) le pregunta a su amiga Sam (Bridget Everett) cuál es la boda de sus sueños. Ella se ríe, él también. Después de una broma compartida y de un “no lo sé” de Sam, Joel describe su boda soñada.
Le dice que siempre la imaginó en su pueblo natal, en una iglesia pequeña en el medio del campo con amigos íntimos y familia, que se imagina usando algo muy lindo, festivo, ni blanco ni nupcial porque hay que mantener el misterio (vuelven a reírse) y caminando por el pasillo con la canción Gloria de Laura Branigan. “En mi niñez soñaba que la traería a ella para que la cantara, pero ahora te tengo a vos”, le dice Joel a Sam pidiéndole que la cante, pero Sam se niega: “Oh Joel, no sé imitar a Branigan. No Barbara, no Judy, no Branigan”, lo dice, suspira y enseguida canta: “Gloria, Gloria, I think they got your number, Gloria. /I think they got the alias, Gloria.”
Laura Branigan es la voz (una de las voces) de los años ochenta. Cuarenta años después, el sueño de altar de Joel es el homenaje en latex con forma de disco con el que la memoria se relame. Una remera con la cara de Laura, un parche pintado a mano y algunos covers centennials le dan aliento a la resurrección y se suman sin invitación ni ceremonia al guión de la serie. Con un rango de cuatro octavas (cinco para el club de fan) el fervor Branigan llegó a las pistas después de unos años en la Academia de Artes Escénicas en Manhattan, de algunas apariciones perdidas en Broadway, de un off Broadway dedicado a Janis Joplin y de un contrato para ser una de las dos chicas del coro en una gira europea de Leonard Cohen en los años setenta (dicen que fue Cohen quien la escuchó cantar y la contrató).
En 1982 con su interpretación de “Gloria” (una canción italiana de Umberto Tozzi) logró su primera nominación al Grammy y permanecer treinta semanas en la lista de las canciones más escuchadas. Después sumó otros éxitos: Solitarie, Self Control, The Lucky One, Spanish Eddie y I Found Someone (que también fue un éxito de Cher). La década iba a ser suya, era suya, la estaban esperando diez millones de discos por vender. Hizo giras por el mundo, decía que el público era su otra mitad, cantó en películas (Flashdance, Ghostbusters) y se convirtió en una presencia infalible en la era del video clip.
Cuando llegaron los años noventa su
estilo estrepitoso, sus cinturones de colores, sus pantalones spandex, las
botas hasta la rodilla y la bola de boliche que se movía a buen ritmo gracias
al poder de su garganta apenas resistieron. Hizo algunas giras (la tercera
noche de la Viña del Mar de 1996 lo sabe) y grabó algunas canciones. Los
ochenta se habían ido.
Murió en su cama el 26 de agosto de 2004 en East
Quogue, Nueva York. Vivía con su mamá. Sufrió una aneurisma cerebral, que
también habían padecido su papá y uno de sus abuelos. Su esposo había muerto en
1996. Tenía 47 años o 52 según la polémica que discute el año en el que Laura nació. Sin fechas instituidas ni harapos, el destino de las canciones sigue la misteriosa belleza de una nota en el pentagrama y otra y otra y otra más.