La idea de importar tomates anunciada la semana pasada por el Gobierno, además de tener su dificultad a la hora de la implementación técnica, ha generado un nuevo debate en un país productor de alimentos.
El acuerdo con el FMI, las bajas reservas y los malabares del Ejecutivo para mantener la brecha cambiaria y no devaluar han provocado bolsones especulativos que generan más divisas para las grandes empresas, que tienden a invertir en ampliar la frontera agrícola, concentrando también la posesión de la tierra.
Del otro lado hay pequeños productores que en su mayoría arriendan, vienen golpeados luego de la sequía, ven sus costos dolarizados aumentar día a día y encima no cuentan con suficiente financiamiento ni apoyo del Estado. Para redondear la desoladora situación, en caso de conseguir crédito, la tasa de interés no para de subir.
Voces productoras
“Hay sectores que han ganado con estas variables macroeconómicas y a nuestro sector se vuelcan las ganancias de esos sectores que han especulado, desplazándonos. Son necesarias las políticas públicas diferenciadas, sino esas variables macroeconómicas impactan de manera muy fuerte en nuestra posibilidad de recuperarnos o competir con estos sectores”, analiza Luciana Soumoulou de Bases Federadas, un espacio disidente de la conducción actual de la Federación Agraria Argentina (FAA).
“Las tasas de interés son impagables. Si bien hay esfuerzos desde el Estado, no han impactado como se esperaba y como requiere esta situación. El valor del dólar afecta a la hora de ejecutar las inversiones necesarias para mejorar la producción, que quedan muy fuera de nuestras posibilidades. Es una combinación explosiva para nuestro sector”, agrega.
“Hay territorios donde no se produce ni un gramo de frutas y verduras y consumen de otros lados, pudiendo producir. Eso significa traslado, combustible y un montón de gastos más. Si hubiera una instancia de planificación y promoción en función del abastecimiento, eso eliminarías costos. Además, es necesario el descalce del dólar, que influye en los costos a raíz del sistema agroalimentario dolarizado en base al paquete de semillas y agrotóxicos. Para eso es necesario fomentar la agroecología con insumos y semillas nacionales”, analiza Agustín Suárez, de la mesa nacional de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT).
Desde la organización vienen implementando políticas en este sentido, como la creación de fábricas de bioinsumos o Colonias Agrícolas que impulsan la desconcentración demográfica.
Permanecer en la tierra
Argentina es uno de los países del mundo con mayor concentración de la población en las ciudades. Solo el 8 por ciento de la población vive en zonas rurales y produce alimento para el mercado interno. Antes del llamado Proceso de Reorganización Nacional (la dictadura militar), este porcentaje era del 25 por ciento, lo cual generaba mayores índices de soberanía alimentaria y menor inflación.
La causa de este proceso de abandono del campo tiene que ver, al igual que la desindustrialización, el aumento del desempleo y la pobreza, con la financiarización de la economía argentina planteada por Martínez de Hoz y reforzada por muchos gobiernos de la democracia.
“El acceso a la tierra es fundamental. El mayor porcentaje de la producción se trabaja bajo arrendamiento. Es necesaria una nueva ley de arrendamiento que permita que estos pequeños productores tengan condiciones para permanecer en la tierra y no sean desplazados por pooles de siembra que traen inversiones provenientes del sector financiero, donde han tenido ganancias extraordinarias. O sectores que se han visto beneficiados por el dólar soja o la brecha cambiaria, importando a dólar oficial y vendiendo a dólar paralelo. Como el 70 por ciento trabaja bajo arrendamiento, eso aumenta el precio de los alquileres y lleva a la concentración y profundización del modelo de monocultivo”, explica Soumoulou.
“Es necesario fortalecer la democratización la producción, aumentando la cantidad de pequeños productores, no solo frutihortícolas, sino también de carne o leche, por ejemplo. Mientras más concentración haya, más posibilidad de especulación. Por eso también es necesaria la promoción de mercados de cercanías y abastecimiento, para que los pequeños productores puedan llegar con sus producciones a los territorios. Esa es la política que venimos implementando desde la UTT”, aclara Suárez.
“Hay dos tipos de medidas”, agrega Soumoulou, “las urgentes que son vinculadas a la sequía, necesarias para que podemos encarar un nuevo ciclo productivo. Y después las de fondo, las estructurales. Estas políticas podrían tener un impacto de corto plazo si se fortalece la producción que ya está organizada, con instalaciones y habilitaciones. Si se facilita que a ese sector llegue financiamiento y se pone el eje en mejorar las condiciones de logística, de transporte, que también está concentrado, se podrían fortalecer corredores para que los productos regionales puedan llegar a los centros de consumo, generando un triple impacto: en el productor, en el consumidor y en dar visibilidad a estos procesos y circuitos”.
Desde la Mesa Agroalimentaria Nacional vienen impulsando la creación de una Empresa Nacional de Alimentos, y la creación de un Ministerio de la Alimentación que coordine las diferentes políticas que se implementan desde el Estado.