“Las nuevas generaciones están muy ávidas de estudiar la historia”, desliza el historiador para millennials Pablo Borda, horas antes de aportar lo suyo este jueves 25 de mayo a las 20, en el Centro Cultural Caras y Caretas (Venezuela 330). Lo suyo, esta vez, será justamente abordar dimes y diretes de la Revolución de Mayo, a 213 años exactos de ocurrida, apelando a un cruce dinámico y entretenido –tal lo visto en otras oportunidades- entre didáctica, problemática y humor. “Este es un espacio que por un lado implica una puerta a la divulgación y por otro, una posibilidad de que un público amplio pueda acercarse a la historia, desde una perspectiva mucho más atractiva que la que ofrece el academicismo enclosetado”, se planta Borda.
-¿Cómo pensás abordar puntualmente el 25 de mayo desde esta perspectiva “dinámica y entretenida”, entonces?
-Dimensionando que se trató de una revolución, algo que supone un cambio radical, violento, de las estructuras sociales. El 25 de mayo se enmarca en un proceso revolucionario generalizado, dado por las revoluciones atlánticas o burguesas, ese derrumbe del Antiguo Régimen a ambos lados del Atlántico, en el marco de la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas… la de Mayo fue una revolución propiamente dicha. De ahí parto.
-¿Y hacia dónde vas, incluyendo la dimensión historiográfica?
-Desde los propios orígenes de la conformación del Estado Argentino, la revolución de Mayo ha sido motivo de debates. Es cierto que durante mucho tiempo hubo una instrumentalización por parte de las elites liberales que construyeron el Estado Nacional para hacer de ella el gran antecedente de su causa. De hecho, los jóvenes de la Generación del '37 se consideraban a sí mismos como los jóvenes de Mayo, los hijos de la Revolución. Sin embargo, se ha debatido muchísimo sobre, por ejemplo, cuál fue el rol de la participación popular en ella. Historiadores como Ezequiel Adamovsky o Gabriel Di Meglio han incorporado nociones con respecto a la importancia que tuvo la movilización plebeya para levantar banderas o imponer conquistas como las de la libertad de vientres o la igualación jurídica. Está claro que sí hubo una matriz republicana y democrática en esa transición del Antiguo Régimen a una sociedad de corte liberal burguesa, también se debió a la participación masiva de las masas.
Borda, moronense y treintañero él, se graduó en la Universidad de La Matanza y, además de ejercer como profesor desde el vamos, impactó en redes durante la pandemia a través de Historia para Millennials, proyecto de divulgación histórica que empezó en Instagram y siguió con clases grabadas en vivo para YouTube. “Decía antes que las nuevas generaciones están ávidas de estudiar historia, y es porque viven en un tiempo conflictivo dado por pandemias, crisis económicas, guerras internacionales, y la crisis de la hegemonía estadounidense. Son estos elementos del presente que interpelan a todo el mundo, y los jóvenes necesitan encontrar un marco explicativo a esos grandes acontecimientos que sacuden la realidad”.
-Ciclópea tarea, si las hay.
-Sí. Pero lo que uno tiene que tratar es que la propuesta sea de carácter explicativo, que no se quede en simplificaciones ni abordajes anacrónicos. Se trata de entender los procesos económicos, políticos y sociales de cada época, para permitirse una visión compleja de la historia.
-¿Cómo lograrlo sobre todo en redes, donde lo que impera es precisamente lo contrario: el relato neoliberal fácil y rápido, a través de figuras como Milei, por caso?
-Lamentablemente estamos viviendo en un tiempo en que se normalizan ciertos fenómenos y discursos, que reproducen las lógicas históricas del autoritarismo conservador, reaccionario, violento y darwinista, que ahora se presentan como “la rebeldía” de aquellos que supuestamente dicen en la cara a los defensores del status quo cuáles son sus defectos. Creo que uno de los puntos centrales es tratar de que los jóvenes, aprehendan que Milei expresa una pintada de amarillo, una reactualización del viejo autoritarismo de nuestras elites conservadoras. No hay mucho más en él que un discurso clasista y reaccionario, que justifica la desigualdad, detrás de toda esa verborragia, griterío y cabellos despeinados. Y que precisamente ofrece recetas fáciles, a través de un relato edulcorado del liberalismo que muchas veces logra anclaje, porque se desvincula de las realidades que han marcado las experiencias liberales en la Argentina, desde el catastrófico desempeño de la política económica de José Martínez De Hoz, hasta la crisis del 2001 o el experimento liberal del gobierno de Mauricio Macri.
-¿Cuál es tu narrativa para intentar neutralizar tan aceitada maquinaria de manipulación?
-Una es la de contrastar el relato liberal, por ejemplo, de la “Argentina potencia”, con la evidencia empírica de las terribles condiciones de vida de los miembros de la clase trabajadora en esa época. Otra es, ante el relato de los 70 años de peronismo, contrastar con lo que ha sido la evolución de las políticas económicas, y los gobiernos de distintos signos políticos, que estuvieron a cargo de la Argentina a lo largo del siglo XX, para poder comprender que el panorama es mucho más complejo. Hubo montones de experimentos económicos, llevados a cabo por gobiernos de distintos signos, y todo parece indicar que, en todo caso, si hubo una debacle argentina, esta ocurrió a partir de la última dictadura cívico-militar.
-¿Cuáles son tus próceres preferidos?
-Bueno, no soy muy original (risas).
Del siglo XIX me quedo con Manuel Belgrano, hombre que se sentó a establecer una serie de
metas para el proyecto de una nueva Nación. Con José de San Martín, porque además de
haber sido un general brillante, fogoneado por sus experiencias en las guerras
revolucionarias en Europa, tuvo la visión de una gran patria latinoamericana. Con Martín Miguel de Güemes, un abandonado por la historiografía liberal, fue imprescindible. Y con Juan Manuel de Rosas,
por supuesto destruido por la tradición liberal, porque fue el mayor líder
popular de la primera mitad del siglo XIX, y el gran defensor de la soberanía
nacional, que se enfrentó a Francia y el Reino Unido.