Marina Closs acaba de escribir un nuevo libro, más bien, de crearles un espacio a un grupo de seres con aires de mitología y profundidad terrenal. La mayoría de las historias de Pombero (editado por Páginas de espuma en 2023 y finalista del Premio Ribera del Duero) hablan de la fatalidad, y de cómo hacen los personajes para escapar de ese destino. La mayoría no lo logra. “Pensó que, tarde o temprano, iba a tener que acostumbrarse a todo”, dice Dunka en el cuento “No sería (Dunka)”, cuando su esposo la retira de la escuela donde quedan sus amantes. María das Luzes, por su parte, se da cuenta de que a pesar de que “una parte de la humanidad feroz y adulta” la adora, los niños no lo harán nunca porque saben su secreto (“Nunca y tampoco (María das Luzes)”). Y la hermosa Marioka, hacia el final, no podrá escapar de la soledad de la belleza por la que su abuela moribunda no puede conseguirle un hombre que se atreva a casarse con ella (“Casi nadie (La bella Marioka)”).
Son los temas más o menos clásicos desde los que se abordan los rituales de inserción social de las mujeres en una sociedad. Para completar el panorama moderno, también hay una mujer trans, Rosita la peluquera, Alfonso para sus padres. Pero lo que hace Pombero es quebrar el clasicismo, a su modo, armar pequeñas tramas con aires de Frankenstein (al motivo clásico, le cose piezas de color local, leyendas, nombres de ciudades) y reproducir el experimento también en la palabra.
Y la forma de las palabras no es algo menor para Marina Closs. Se nota en la confección de un índice con disposición de poema, o en la cantidad (y calidad) de frases que no cierran, olas gigantes que crecen y no llegan a romper. Eso es lo que le da, además, a todos los cuentos de Pombero, un aire de inconsciente freudiano, una sensación de estar accediendo a otra parte del lenguaje que no está al alcance, así porque sí.
No hay muchas cosas hoy que estén lejos: con los pulgares aprendimos a navegar el mundo. Por eso son tan valiosos los textos que nos hacen mover otras partes, haraganear menos. Marina Closs es una buena creadora de imágenes (“Soy un despacio entre muchos rápidos”), con oído entrenado (“Soy la asombrosa sombra”), que a veces explican el mundo con humor, otras con ironía (“Y si la amaba, la amaba en silencio, como aman los niños a la niñas: con vulgaridad y destrato”).
En Pombero, ingresamos a un mundo donde el lenguaje ya no nos sirve (no nos trae el desayuno a la cama), más bien se rompe y se regenera; todo conspira para que entendamos que hay otras vidas viviendo en las palabras. Y tienen sus propios planes.
Nada nos lo deja más claro como cuando en el cuento “Esto (Jabalí)”, el pueblo que vivió en el “tiempo de ñandús”, en el Chaco, dice, dejando atrás la lengua grande que se hablaba antes, “comenzamos a enfermarse”, “nosotros se asustaban”, y el mestizaje se vuelve carne en la palabra.
Closs ya se había metido con estos temas fronterizos en La despoblación, novela editada por Blatt y Ríos en 2022, sobre un grupo de guaraníes bailarines que dificultan la evangelización que pretenden los jesuitas. Finalmente aparece un “hermano de Jesús”, y la trama termina de ponerse patas para arriba.
En la Feria Internacional del Libro 2023, en el marco del “Diálogo de escritores y escritoras argentinos”, Marina Closs participó hablando de esta novela, del mestizaje, de lo difícil que es a veces separar la realidad de la ficción y de la importancia de rescatar distintas voces.
En la mesa convocada para hablar de “Alteridades, historia y ficción: narraciones del contacto con los pueblos originarios” (junto a Sylvia Iparraguirre, Roque Larraquy y Fabián Martínez Siccardi), Closs aseguró que, en La despoblación, quiso reconstruir una voz que la fascinó. Que esto de que los textos de ficción se tomen al pie de la letra es algo que no comparte porque no le interesa hablar de la realidad, aunque sus personajes sean verosímiles. Retoma el tema de la mezcla, de cómo en sus ficciones trata de crear representaciones que se empiezan a mezclar con la cultura autóctona.
Pombero tiene una nota final en la que la autora aclara una vez más que los relatos son “obras de ficción” (excepto “Esto (Jabalí)” que toma elementos de Historias de los Qom de Orlando Sánchez y Relatos Wichí de Ernesto Avedaño; son libros de historias del Chaco, editados por Contexto).
Pombero es, además del título del libro, el personaje cuya leyenda Marina Closs reconstruye, mezcla y desarma, en el primer cuento. En este nuevo mestizaje, el monstruo atrapa niños se vuelve otro ser mitológico profundamente terrenal porque lo vemos lidiar con sus contradicciones, con su destino que se balancea en pocas letras, las que convierten el verbo matar en amar. En este primer relato, el lenguaje vuela en pedazos. Es el más difícil de seguir, al que seguro hay que volver para terminar de entender algo que Closs pretende (dice en la última nota) con sus relatos: alzar una voz (“pequeña” dice, “de miedo”) frente al “tiránico español monótono”.