La proscripción no es novedad alguna en la escena política argentina. La triste y larga serie de dictaduras y gobiernos tutelados que padeció nuestro país impuso la proscripción de Perón y la del movimiento peronista durante casi dos décadas. Ni su nombre se podía pronunciar. Lo cierto es que hoy, a pocos meses de una elección presidencial, se está dando cita un tipo muy particular de proscripción. Una suerte de amenaza invertida sobre la principal figura de la escena política argentina. Una extraña exhortación cuyo texto podría describirse así: “Presentate, así te proscribo. Y si se me da la gana, te meto presa. O sea: portate bien, presentate y así proscribo a todo el peronismo”. Se trata de una maniobra inédita en la historia política argentina. Si Cristina se presenta, la proscriben. Y si no se presenta, la proscriben de hecho. Y además - medios hegemónicos mediante- la hacen responsable de no presentarse (tiene miedo de perder, no tiene los votos, etc.) ¿Qué hacer ante esta artera trampa?
Cuando el poder intenta imponer reglas de juego viciadas de nulidad, la respuesta está a cargo de la política. Pero no la que se ejerce entre cuatro paredes sino la que convoca a toda una sociedad. Esto es lo que hoy está sucediendo de hecho en el diálogo que acontece entre la lideresa y su pueblo. Cristina denuncia la trampa que el poder económico y sus esbirros en el poder judicial le tienden -ya sea presentándose o no presentándose-, y el pueblo de todas formas canta: Cristina presidenta. “Debemos ser inteligentes para salir de este laberinto y romper la trampa a la cual nos quieren llevar: que tengamos una candidatura prohibida por el Partido Judicial.”, dice la actual Vice en su carta del 16 de mayo. Entonces, si es cierto que de los laberintos se sale por arriba, se trata de que esta consigna -Cristina presidenta- cambia de significado al vertiginoso ritmo que imponen los acontecimientos. Un breve repaso.
CFK hizo pública, el 6 de diciembre del año pasado, su firme decisión de no presentarse como candidata para no ser “mascota de nadie”. Cristina presidenta entonces se convirtió en la consigna del operativo clamor que buscaba lograr el consenso suficiente como para que la dos veces presidenta de la Nación cambiara de opinión. El martes 16 de mayo del presente año, cuando se ponía el sol, Cristina reiteró una vez más su firme decisión de no presentarse a ningún cargo electivo. Lo hizo a través de la carta más arriba mentada cuyo texto con probabilidad sea recordado como una pieza magistral entre las escrituras que otorgan cuerpo a nuestra dignidad como Nación. Sin embargo, se sigue escuchando Cristina presidenta. Bien, toda la pregunta es: ¿Cuál es el significado de esta Cristina presidenta hoy?
Nuestra conjetura es que la actual consigna trasciende por largo una candidatura o un cargo. Cristina presidenta es un grito de rebeldía contra la barbarie neoliberal cuya codicia no respeta las normas mínimas de la convivencia generalizada, eso que solemos llamar democracia, estado de derecho, república, etc. En estas horas la consigna Cristina presidenta resume la desobediencia frente al déspota; el refugio de la dignidad ante el flagrante cinismo del sádico; un grito de resistencia ante la sórdida mueca del Amo; el acto que desafía a la patoteada autoritaria. “Estoy en libertad condicional”, ha dicho la actual vicepresidenta en una reciente entrevista televisiva. Y lo cierto es que con su negativa a someterse al escarnio del poderoso, Cristina está logrando reunir los mejores brillos de esa palabra que nuestro himno repite en una oportuna y conmovedora melopea: Libertad. Libertad, Libertad. Resulta impactante que una palabra tan bastardeada por el engendro negacionista de ultraderecha -cuyos exabruptos hoy algunos se afanan por imitar-, emerja con toda su potencia en el acto firme y decidido de esta Una mujer. Es que con su gesto Cristina ha logrado ubicarse como éxtima, tal como en psicoanálisis se denomina la posición que convoca esa intimidad que habita en el exterior. Virtud femenina que sabe causar el interés del sujeto, sea éste una persona o toda una comunidad hablante. De hecho, por no portarse bien, Cristina ha logrado ubicarse en el centro de la agenda política de los diarios y las redes sociales, hasta hace poco ocupada por los devaneos y tonterías de la oposición. Así, la consigna Cristina presidenta expresa y brinda cauce –de una manera amorosa- a la bronca de un pueblo encerrado entre los grilletes del Fondo Monetario y sus representantes locales. Por eso, más allá de quien ocupe una candidatura, Cristina presidenta simboliza el reclamo para que el programa de gobierno que se presente en las elecciones de octubre privilegie las necesidades de una sociedad que exige vivir con dignidad. Cristina presidenta es un verdadero grito libertario. Nos vemos el 25 de mayo en la plaza.
*Psicoanalista. Doctor en Psicología por la Universidad de Buenos Aires.