Es totalmente cierto que Néstor no se fue. Vive en gran parte del pueblo peronista, ese pueblo que hoy está aturdido, fragmentado, triste, porque ya ha perdido la amalgama que en su momento fueron Néstor y Cristina. Cómo seguir, cómo retomar el deseo de transformar la realidad a favor de los últimos.
El paso primero de Néstor y luego el de su compañera por la historia de este siglo ya significan, más allá de lo que pase de ahora en adelante, la primera y única vez que el peronismo emergió con su fuerza transformadora desde Perón.
Ninguno de los dos abandonó nunca el PJ, porque a pesar de las décadas de aislamiento y soledad, incluso gobernando Santa Cruz, la militancia de los dos fue siempre ardorosamente peronista. El kirchnerismo no es otra cosa que el peronismo que por primera vez desde la recuperación de la democracia devolvió al mundo del trabajo el 51% de la torta. Lo demás es interpretación.
“Sean transgresores”, decía él, con el lenguaje de su época, todavía no deformado por el terrorismo verbal que hoy hace parecer transgresor a un apéndice despeinado del poder real, que pone sus productos en la góndola electoral.
En cada uno de nuestros países ese poder constante, en continuado, siempre alerta y siempre feroz para sacarse de encima los obstáculos, contadísimas veces fue interrumpido por procesos populares que, más allá de su respectiva lógica política, tocaron la estructura. Y cada uno de ellos tuvo su feroz castigo.
En ese sentido, una curiosidad del caso de Néstor es que se fue de la presidencia, pudiendo ser reelecto, para cederle el lugar a Cristina. Magnetto lo había visitado en Olivos para decirle que él rechazaba esa candidatura. Todavía tenía pretensiones de pactar con él como lo había hecho con Menem y Duhalde. La historia nos cuenta que Néstor hizo lo que él pensaba que era lo mejor, y lo fue.
Pero Néstor no sufrió persecución. Se retiró del gobierno con una imagen positiva muy alta. Le tocó el tiempo de atar los cabos más gruesos de un país inviable, y lo logró con creces. Hizo mucho más que atar los cabos: su gobierno fue la prueba más electrizante de que una crisis es una oportunidad. Y atando cabos echó el FMI de la Argentina, cambió a la Corte Suprema, derogó las leyes del perdón e impulsó el período en el que la Argentina realmente fue la vanguardia en derechos humanos, con los procesos por delitos de lesa humanidad.
Néstor no sufrió persecución en vida, pero fue vandalizado después de muerto. Literal y simbólicamente. No hace falta más que haberlo visto y haberlo escuchado cada vez que habló sobre Cristina, para darse cuenta de que todos aquellos que lo reivindican a él pero la niegan a ella, son cínicos que personalizan lo que en realidad nunca fueron otra cosa que políticas.
Cada uno de los atropellos contra ella lo fueron también contra él. Nunca fue una cuestión de estilos ni de intensidades, sino de políticas y de idiosincrasias: a Néstor jamás se hubiesen atrevido a negarlo y a humillarlo como lo hicieron y hacen con ella. Porque era varón, porque era bravo y porque era pragmático pero siempre que el pragmatismo estuviera a favor de la acumulación de fuerza para el proyecto popular.
Desde el eje del mal, quienes en estos días y ya antes en estos años se han metido con los hijos de Néstor y Cristina han seguido la lógica mafiosa que les paga. En el colmo de la crueldad, en el extremo profundo de la baja estofa, apuestan a dañar a Florencia para dañar a Cristina. En sus falacias extravagantes y perversas estos terroristas mediáticos también atentan contra Néstor.
Y a los de este lado, a los que se dicen
nestoristas pero la humillan y la subestiman a Cristina… cómo me gustaría que
Néstor resucitara un día o que se les presentara en sueños para decirles todo
lo que solamente él podría decirles.