Para quienes transitamos el camino abrazando la causa del movimiento obrero, luchando contra paradigmas que se actualizan permanentemente, como si el enemigo cambiara de caras, aunque siempre con el mismo objetivo de echar por tierra los derechos de los trabajadores y trabajadoras de nuestro país, el nombre de Néstor Kirchner representa mucho más que una época: es la recuperación de un proyecto político que, al igual que el de Juan Domingo Perón, nos devolvió a las mayorías el derecho a la dignidad.
Néstor no construyó poder para llegar a la presidencia. Él fue Presidente y desde allí, supo estar junto a quienes lo empoderaron. Tuvo el valor de asumir el desafío de defender a los olvidados y enfrentar a los sectores poderosos e impunes de nuestro país, porque en aquellas convicciones que prometió y supo no dejar en las puertas de la Casa Rosada, estaban los sueños y la esperanza de millones de familias. De manos que esperaban abiertas reencontrarse con el trabajo perdido, o quitado, para desde el esfuerzo llevar dignidad a sus hogares.
Con la misma simpleza de aquellos que lo acompañaron desde un taller, una fábrica, un comercio, logró darle a la Argentina la impronta de un país serio y próspero, donde el empuje de la industrialización fue de la mano de los salarios dignos y el crecimiento se desparramó a cada región, con la premisa de generar riquezas productivas que pudieran llegar a cada compatriota en base a una activa participación del estado para garantizar una justa distribución de la riqueza.
De a poco, pero convencido de la necesidad de dialogar, escuchar y consensuar, recuperó la política, le dio renovados bríos al peronismo, y puso nuevamente sobre la mesa las discusiones paritarias y el salario mínimo, vital y móvil. Otorgó aumentos por sumas fijas, favoreciendo así a los sectores más bajos de los respectivos escalafones, avalando cada uno de los conflictos de los trabajadores. Y al mismo tiempo que fortalecía la economía, logró una reestructuración histórica de la deuda externa y la cancelación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional, desendeudando a nuestro país hasta la llegada del macrismo al Gobierno.
Y no se olvidó, tampoco, de aquellos que durante los años oscuros de nuestra Argentina violaron cada derecho humano posible. Fue así que también pidió perdón en nombre del Estado Nacional por el terrorismo de Estado practicado por la criminal dictadura cívico militar de 1976. Anuló las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Otorgó, en un hecho de justicia histórica, una pensión y obra social para los veteranos de la Guerra de Malvinas.
Los trabajadores y trabajadoras estuvimos acompañados por él, siempre. Después de mucho tiempo, el Ministerio de Trabajo no fue esquivo a la hora de defender los intereses frente a las especulaciones del sector privado y poderoso. Nunca fue neutral en las discusiones por salarios y derechos laborales.
A 20 años de su asunción como Presidente de la Argentina, Néstor es merecedor de un reconocimiento a su compromiso militante por la inclusión y la justicia social, por la lealtad a sus convicciones, por el respeto irrestricto de los derechos humanos, con memoria, verdad y justicia, por su irrenunciable actitud en defensa del desarrollo nacional con equidad económica, social y ambiental, por su bregar continuo por la generación de empleo, por su compromiso con la soberanía de la Patria en todos los órdenes, por su aporte a la integración de los pueblos hermanos de América Latina y por defender a la política como la herramienta esencial de las transformaciones sociales.
Y fundamentalmente, por poner siempre a los trabajadores y trabajadoras muy cerca de su iniciativa política, que hoy lo describe como un faro que aún nos ilumina en la continuidad de nuestra lucha.
* Secretario general de la UOM.