La cercanía de las elecciones suele provocar la aceleración de las ansiedades. En ese sentido, si bien el avance del neofascismo se puede advertir en distintas regiones del mundo, en nuestro país adquiere características particulares. Las coaliciones de la derecha local han aumentado el nivel de agresión de sus mensajes imprimiéndole a las campañas de comunicación un sesgo cada vez más violento del que será dificil regresar. Así, ni bien se conoció la posibilidad de candidatura del Ministro del Interior Eduardo “Wado” de Pedro, comenzó una operación en su contra de descalificación, segregación y estigmatización. Los dos ejes de ataque son su condición de hijo de desaparecidos y padecer un trastorno del habla (disfluencia).
La operación en su contra se inició con una nota de Infobae del 10 de marzo pasado sobre la “tartamudez”. Entre las numerosas consecuencias que describe el diario sobre quienes padecen ese trastorno de la fluidez es que ello “puede repercutir sobre la autoestima y la interacción con los demás”.
A medida que fue creciendo la expectativa sobre Wado, la agresión fue en aumento. El 21 de mayo por el canal TN, Gabriel Levinas descalificó y denigró a los hijos de desaparecidos y se lamentó de no haber escrito el libro “La impunidad de las víctimas” (sic). Afirmó a continuación que “Argentina no está para votar a un tartamudo”. Se refirió luego a Cristina Fernández de Kirchner a quien calificó como “esa mujer que anda con una cartera de 50.000 dólares ” y agregó que hay que “apagar el sonido del Kirchnerismo”. La inclusión de la vicepresidenta en la embestida no fue casual sino que forma parte de una campaña que no se detiene en Wado ni en otros posibles candidatos. Se trata de una metodología que, basada en los principios de comunicación del nazismo (Goebbels), se aggiorna 90 años después para adaptarla a las nuevas tecnologías de comunicación. Desde modernos estudios de televisión, redes sociales y el manejo de los algoritmos, se construye diariamente sentido en una parte importante de la audiencia de nuestro país. Se trata de recursos que en buenas manos permitirían mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, manejados por quienes detentan el poder real, pueden causar verdaderos estragos.
Siguiendo la secuencia, el 22 de mayo, Infobae calificó los dichos de Levinas como “una evaluación sobre la figura del ministro del Interior” y calificó a “Wado” de Pedro como “El alfil de Cristina Kirchner en Casa Rosada”.
Al día siguiente, el 23 de mayo, a las 8 de la mañana, Horacio Rodriguez Larreta anunció que su sueño es una “revolución educativa” para que “todos los chicos de la Argentina puedan leer con fluidez y precisión”. Agregó : “Obviamente que es triste asumir que muchos chicos de primaria no logran leer de corrido, que no logran entender lo que leen” (SIC). En claro tono de campaña, el alcalde expuso su deseo de extender el Programa de “Fluidez y comprensión lectora” a todo el país. De ese modo, Larreta disparaba simultáneamente su odio hacia CFK (comprensión de texto a la que se refirió CFK en la última entrevista) y al Ministro del Interior (leer de corrido).
Es necesario prestar atención al significado de lo anunciado por Larreta. A horas de estallado un escándalo por la descalificación de un referente político importante, lo que el jefe de gobierno porteño en realidad ofrece es un programa nacional para que los niños no sean como Wado. Ahí está la verdadera esencia y el peligro del mensaje.
Al respecto, el avance de los discursos discriminatorios y de banalización y burla sobre el proceso genocida de la última dictadura, es abrumador y resulta común a los distintos dirigentes de la derecha del país. Se nutre de un racismo siempre latente en las sociedades y cuyo avance depende de las condiciones que los gobernantes y principales líderes políticos se propongan generar. Cuando Mauricio Macri cita frases textuales de “Mi lucha” de Hitler o califica al equipo de fútbol alemán actual como “raza superior”, alimenta esas condiciones. Cuando su asesor y el de Larreta, Jaime Durán Barba, califica a Hitler como un tipo “espectacular”, o cuando María Eugenia Vidal enaltece el porro que se fuma en Palermo y denosta el que se fuma en la villa, explicitan igualmente su racismo. Ni hablar de la prohibición del lenguaje inclusivo que dispuso Larreta en las escuelas de CABA.
Es hora de asumir que Juntos por el Cambio es una derecha mucho más peligrosa que la de Milei. La Libertad Avanza es un rejunte reaccionario que pese a su creciente presencia en algunos ámbitos, jamás podría ganar una elección presidencial. Su nivel de violencia explícita, su ignorancia supina y su precariedad emocional le establece sus propios límites. En la Argentina de las Convenciones sobre Derechos Humanos, nadie que promueva la venta de niños o la de órganos de su cuerpo o que ofrezca privatizar las calles de Buenos Aires puede llegar a presidente. Eso claro está, mas allá de lo deleznable de su discurso.
Distinto es el caso de Juntos Por el Cambio, que son igualmente reaccionarios pero reciben el coaching permanente de especialistas financiados por el poder real que le filtran, en la medida de lo posible, las estrategias discursivas. Es por eso que expresiones discriminatorias como las citadas de Macri o Vidal, son exabruptos que los coachers no han podido evitar pero que en nigún caso llegarían en sus discursos a predicar la comercializacion de niños o de órganos humanos.
A medida que se acerquen las elecciones crecerá sin dudas el nivel de violencia de esos tercios a los que se refirió la vicepresidenta, ya que sin agresión, la derecha no tiene nada que ofrecer más que algunas consignas sin contenido alguno. En ese tránsito, la oferta electoral del progresismo (Frente de Todos y las izquierdas) seguirá siendo mayoría en el país, con candidatas y candidatos propios y con sus matices pero siempre alejados de la corporación fascista que representa la derecha política en nuestro país.