Las economías que conviven tiempo prolongado con inflación de más de un dígito, van desarrollando prácticas indexatorias para poder convivir con ella. Contratos de créditos, de alquileres, salariales, acuerdos con proveedores y toda operación que implique establecer una transacción económica por un tiempo prolongado, introduce cláusulas de ajuste para actualizar los valores a medida que pasa el tiempo. Sin ello no podría operarse dado que la inflación va carcomiendo el valor inicial del contrato. Esas prácticas indexatorias introducen inercia inflacionaria ya que las cláusulas de reajuste de valores lo hacen a partir de la suba de precios de los meses anteriores. Así, la inflación del pasado se transporta hacia el futuro a partir de la actualización de numerosos precios e ingresos de la economía que la toman como base.
La inercia inflacionaria dificulta reducir la suba de los precios por las prácticas tradicionales, sean ortodoxas o heterodoxas. Ajustes fiscales y monetarios no afectan la indexación de los precios, por lo que se ven ineficaces para reducir la inflación y pronto sucumben a la necesidad de actualizar el gasto y la monetización de la economía por el propio efecto nominal de la suba generalizada de los precios. Las políticas de “ancla” cambiaria o tarifaria tienen efectos muy limitados a costa de una fuerte pérdida de competitividad o de la necesidad de fuertes subsidios que carcomen el presupuesto. Los acuerdos de precios sólo logran reducciones temporales de los precios bajo acuerdo que luego aumentan más que el promedio para recuperar rentabilidad tras la suba de costos acumulada durante la vigencia de los acuerdos.
Esa resistencia de la inercia inflacionaria frente a los paquetes de políticas tradicionales torna muy leve su efecto sobre las tasas de aumentos de los precios. Por el contrario, cualquier shock como una suba de los precios internacionales, un salto cambiario o en las tarifas, genera una rápida aceleración de la tasa de inflación. Ello es así porque el salto de los precios que provoca se incorpora a las cláusulas de actualización de los contratos hasta establecer un nuevo piso de inflación inercial. De esa manera, la economía sale de cada shock de precios con un piso más elevado de inflación. Esa dinámica acumulada en el tiempo implica una tendencia positiva en la tasa de inflación de largo plazo.
Ese comportamiento asimétrico de la inflación inercial provoca que las estrategias gradualistas fracasen rotundamente. Un largo período de políticas fiscales y monetarias contractivas con su efecto adverso sobre la economía y el consecuente desgaste de la política logran un reducido impacto en la tasa de inflación que puede ser rápidamente contrarrestado ante el menor shock. Laboriosos acuerdos sociales para contener precios y salarios son fácilmente sobrepasados ante una sequía que afecte los precios de los estacionales. Cuantiosos déficit fiscales para sostener subsidios que mantengan planchadas las tarifas y prolongadas pérdidas de competitividad que dificultad el desarrollo de diversos sectores productivos para mantener un ancla cambiaria, no logran contrapesar el impacto inflacionario de una repentina suba del precio internacional de los hidrocarburos.
@AndresAsiain