DE HUMANI CORPORIS FABRICA 8 puntos
Francia/Suiza/Estados Unidos, 2022
Dirección y guion: Lucien Castaing-Taylor y Verena Paravel.
Duración: 115 minutos.
Disponible en MUBI.
En este caso, al menos, el “espóiler” es necesario: las imágenes muy gráficas de una extirpación de próstata, una operación de columna vertebral y una cesárea no son para todo el público. Es que la nueva película de la dupla integrada por Lucien Castaing-Taylor y Verena Paravel se mete en el trajín cotidiano de algunos de los hospitales públicos parisinos más importantes. También se mete, literalmente, dentro del cuerpo humano. De allí su título en latín, que podría traducirse como “la estructura del cuerpo humano”. Paravel y Castaing-Taylor vienen trabajando desde hace años en el terreno del documental de creación, construyendo obras de un carácter inmersivo y logrando, como es el caso de Leviathan (2012), film centrado en la pesca industrial en el Atlántico Norte, un verdadero éxito en el circuito del documental autoral. Las enseñanzas aprendidas en el Sensory Ethnography Lab de la Universidad de Harvard no fueron olvidadas en De Humani Corporis Fabrica, que transforma una simple endoscopía en un viaje por cavernas fantásticas y unos cortes de células cancerígenas en pinturas abstractas de una belleza que harían la envidia de más de un artista moderno.
Como suele ocurrir en muchas de sus creaciones, el dúo le escapa al relato en off de cualquier naturaleza, y concentra la atención en los médicos y sus faenas. Por supuesto que se escuchan voces: son las de los especialistas y enfermeros que, mientras realizan una práctica delicada, entre la carne y la grasa humanas abiertas de par en par, conversan acaloradamente sobre la falta de insumos y el exceso de horas de trabajo. En otra institución, un asilo para ancianos con graves problemas mentales, la cámara avanza entre los pasillos y registra a una mujer obsesionada con apurarse para llegar de un lugar a otro y a un hombre encerrado en su cuarto por razones que la película finalmente descubre y describe. De nuevo en el quirófano, una cirugía de córnea en primerísimo plano revela aspectos oculares usualmente invisibles a primera vista, un paciente recibe con algo de dolor una serie de tornillos en el cráneo luego de una operación cerebral y un micro lente ingresa por los canales de otro cuerpo para descubrir aquello que las fronteras exteriores ocultan.
No hay casi nada en De Humani Corporis Fabrica que los médicos desconozcan, pero para la mayoría de los espectadores resultará un espectáculo al mismo tiempo fascinante y chocante. El interior del cuerpo humano está reservado para esas ocasiones clínicas y el miedo a la enfermedad y la muerte suele alejar esas visiones de los pensamientos cotidianos. La carne es inevitablemente frágil y no hay aquí ni un atisbo de aquello que en latín solía llamarse anima: todo es palpable y maleable, físico en su definición más profunda, un conjunto de tejidos y líquidos en constante movimiento. El viaje es sensorial, por momentos abstracto en sus cualidades visuales –aunque apoyado por un trabajo de sonido reelaborado en posproducción–, y al mismo tiempo tan concreto como puede serlo un órgano.
Sobre el final, un grupo de empleados de la morgue viste a un cadáver luego de haberse declarado el óbito y lo traslada en camilla hacia una habitación llena de compañeros de viaje. Son los que no sobrevivieron, aquellos que pasan por la sala de terapia intensiva y, en palabras de una doctora al comienzo del documental, todos saben que deberán cederle la cama a otro paciente en cuestión de horas.
De Humani Corporis Fabrica termina con una extensa secuencia que opone los dolores expuestos en carne viva con una potente dosis de elixir dionisíaco. Un practicante se despide de sus colegas y la fiesta en un bar sigue hasta altas horas de la noche. Todo es baile, conversación a viva voz y cuerpos en estado de felicidad. Mientras de fondo suena “Blue Monday”, de New Order, la cámara recorre el mural pintado en las paredes del lugar. Un desfile de hombres y mujeres desnudos, sexo, las vulvas abiertas de par en par y los penes de tamaños XXXL erectos en su máxima plenitud. “La lección de anatomía” se transforma momentáneamente en “El triunfo de Pan”.