Fue el 10 de mayo último cuando la plataforma del partido La Libertad Avanza se presentó frente al Juzgado Federal a la cargo de la magistrada María Servini para ser legitimada.
Entre otras cosas el texto dice: “La seguridad de las personas y de la propiedad será establecida como alta”; “se mejorará el equipamiento y la formación de los responsables de la prevención y represión del delito”; que buscará “lograr la reducción del mercado negro de armas de fuego y del crimen” mediante “una mayor accesibilidad legal a medios defensivos”.
En relación a lo laboral y sindical se propone: “Libertad de contratación, la abolición del salario mínimo”; elimina jubilaciones y seguros de desempleo; “plan de pasantías para estudiantes que cursen entre el último año de la escuela secundaria” (como ya lo hace CABA, en clave de precarización laboral y estudiantil); “Promoveremos la derogación del Art. 25° de la ley 23551 (Ley de Asociación sindical)".
En tanto a soberanía económica y recursos estratégicos promete la “eliminación o, de ser necesario, el traspaso a la órbita privada de las empresas de administración pública” y hace una mínima mención al buen uso de los recursos naturales en nombre del medio ambiente, aunque Milei ha declarado públicamente que la crisis climática es un invento de la izquierda post-marxista (sea lo que fuere).
Marcha atrás
La oda al desastre económico viene acompañado de un claro ataque a los derechos de las mujeres y disidencias. Se ve cuando proponen, por ejemplo que la Educación Sexual Integral (ESI) de las escuelas no debe ser obligatoria, para que la instrucción quede en manos de las familias o cuando aseguran que defenderán “al niño desde su concepción”, en línea con lo que propuso en los últimos días su candidata a vicepresidenta, Victoria Villarruel, sobre derogar la ley de aborto legal.
También en entrevistas públicas, la segunda en fórmula de Javier Milei y militante negacionista del terrorismo de Estado, se pronunció sobre la Ley de Matrimonio Igualitario diciendo que para ella “no era necesario tanto” porque “determinados derechos ya estaban garantizados”. Lo cual opera a favor de la desinformación instalando como “privilegios” ciertos derechos que a duras penas permiten la igualdad.
Cabe recordar: la unión civil es un tipo de unión que si bien tiene alcance legal no tiene alcance federal; no contempla la misma cantidad de derechos que el matrimonio; en la Argentina no había una unión civil a nivel nacional y que no existía el reconocimiento de la voluntad procreacional que vino con el matrimonio igualitario. Pero amén de la precisión o no de sus dichos, la búsqueda de la derecha es siempre imponer el desprecio a las luchas históricas, minimizarlas y plantearlas innecesarias.
Hacer cosas con palabras
Un sondeo de la consultora Opina Argentina que mide tanto imagen de los candidatos, intención de voto y “pisos y techos” posiciona el piso de votos seguros del economista en 14% (igual que a CFK) y un techo del 44%, siendo el que mayor imagen positiva tiene y quien posee el mejor techo entre todas las opciones. Respecto a techos le sigue Larreta, Bullrich, Massa y en quinto lugar, Cristina Fernández de Kirchner. Marcando al menos en números —no en esperanzas— un futuro derechizado por donde se lo mire y planteando la necesidad de ver estos discursos como realidades efectivas.
Entre sus votantes predominan los varones, sorprendentemente de las provincias y el conurbano bonaerense, que no superan los 35 años y que por lo que observamos en redes son ejemplos claros de la crisis de la masculinidad. Aquel discurso de loco suelto que muches veíamos en 2015 y 2019 como algo que no prendería en las agendas políticas se transformó en el deseo de realidad de una porción no despreciable del electorado. Ese deseo —para nada novedoso ni rebelde y sobre todo conservador— no tiene al goce, la dignidad o la empatía como eje fundacional o al menos no como creemos que deben entenderse, sobre todo por las disidencias.
A falta de datos nacionales, mencionamos una encuesta española con muestra de población LGBTIQNBA+ que publicó el portal 40db.es y que fue encargada por la FELGTBI+ (Federación Española LGTBI+). Allí se asegura que si bien las disidencias se inclinan a votar propuestas que les incluyan — 56,5% de nuestros votos arcoíris irían a parar a la izquierda (PSOE, Podemos y Más País)— un 31,5% acabarían sumándole a la derecha (Ciudadanos, Partido Popular y la ultraderecha).
Además, un 11,8% de la población LGTBI valora negativamente o muy negativamente la recién aprobada Ley LGTBI-Trans y un 18,1% se muestra indiferente hacia ella. Es decir, un tercio de las disidencias españolas vota en contra de sí misma y no está de acuerdo con medidas que promueven sus derechos. Aunque nuestra tradición tercermundista parió militancias más activas, la alguna vez existente Puto Bulrrich (organización de militantes gay del PRO, liberales, que apoyaban a Patricia Bullrich) muestra que nuestros votos también tienen demasiados colores —incluso aquellos que nos pintan mal—.
¿A quién le importa?
El pasado 18 de mayo la Universidad Nacional de La Plata inauguraba la Cátedra de Transfenismos Sudakas con un evento en torno a esta pregunta: ¿A quién le importa las vidas disidentes frente a la avanzada fascista? Facundo Saxe (CONICET) planteó: “A nadie le importa, o al menos no se ve, si no hay redes de contención propias claramente a nadie le importa. (...) Incluso desde las ficción se nota una genealogía del fascismo que no es tal; en El Cuento de la Criada se piensa la avanzada fascista como algo que llega de golpe y ahí empiezan a caer las disidencias, las mujeres, las personas discas y toda la lista. No pasa así, ya hay algo que está operando y funcionando para que eso ocurra. El fascismo ya está acá”.
La inexistencia de plataformas que claramente incluyan una agenda de géneros y diversidades como troncal se corresponde con una base de votantes desilusionados de la política y que ven a las políticas de inclusión o reparación como las responsables de todas las crisis —incluida la de la masculinidad—. Entonces la idea de orden gana peso, entendiéndolo como la supresión no sólo del goce individual y colectivo, sino también de toda identidad que no sea la norma, porque total, a quién le importa, le otre siempre es lo no urgente, lo mínimo, lo innecesario.