El fútbol como épica democratizante donde el pequeño se enfrenta a un coloso genera pasión de multitudes, es la jugada del Diego y la sensación de justicia poética ante la desigualdad colonial. El fútbol también es un espacio potente donde se reflejan aspectos de una sociedad, como por ejemplo, el racismo. El pasado 21 de mayo, en el partido que jugó Valencia contra el Real Madrid por la fecha 35 de la Liga de España, el delantero brasilero Vinicius Junior recibió insultos racistas por parte de la parcialidad local, y luego de una gresca con jugadores del Valencia, fue expulsado del campo de juego. Después del hecho, subió un comentario a sus redes sociales señalando: “El premio que ganaron los racistas fue mi expulsión. No es fútbol, es La Liga”. Su post se volvió viral en redes sociales y recibió apoyo de futbolistas de primer nivel mundial. Ante la masiva repercusión, se pronunció también el presidente del Real Madrid, luego las autoridades de La Liga de España, varios dirigentes de distintos partidos políticos españoles e incluso el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula Da Silva.
Mientras la noticia de Vinicius seguía recorriendo los principales noticieros, luego del partido de Gimnasia de La Plata e Independiente de Santa Fe, que tuvo lugar el martes 23 en el marco de una nueva fecha de la Copa Libertadores, el delantero colombiano Hugo Rodallega declaraba: “No mejoramos como humanidad, es un desastre lo que pasa en el mundo entero”. No se refería a lo sucedido con Vinicius en España sino a los insultos racistas que le propinaron los hinchas de Gimnasia. Acá. En Argentina.
El racismo en el fútbol, particularmente los insultos racistas de las aficiones, no es un fenómeno novedoso ni de otra época. Hace poco, en el marco de la Copa del Mundo, se viralizaron cánticos racistas de hinchas argentinos, y probablemente se sigan sucediendo casos mientras no se ponga en discusión el fondo del asunto. Como todo tema no resuelto, el racismo vuelve una y otra vez al centro de la escena. No se trata de un problema semántico de corrección política, como algunos suelen argumentar, ni de un tema menor.
Dado que el racismo en Argentina es un fenómeno invisibilizado, la popularidad del fútbol hace que actos racistas tomen una notoriedad que en otro contexto no se daría. Tal fue la situación que vivió el basquetbolista Alfieri Welega Fresno, un jugador de Racing Club de Avellaneda que sufrió un ataque racista cuando se encontraba de vacaciones en enero de este año. La golpiza lo dejó inconsciente y tuvo que ser hospitalizado de urgencia. Lo que le sucedió a Alfieri es una historia que se repite con trágica frecuencia en todo el país, aunque esas historias no tengan la repercusión de lo sucedido en el partido de Gimnasia. A veces, como en el caso de Fernando Báez Sosa, o el de Lucas González, las consecuencias son la muerte. El racismo que habilita los insultos, habilita otras formas de violencia racista. El racismo mata.
Es importante destacar que el racismo no se despertó de repente en la tribuna de ningún equipo en particular, ni porque llegó una delegación extranjera. El racismo es constitutivo de nuestra nación y de nuestra vida cotidiana. Ni el primero fue ni el último caso será contra un extranjero. El racismo recae como una aplanadora, día a día, sobre la mayoría de la población argentina, que es una población racializada. La única minoría son los blancos, que tienen las tres P, poder, prestigio y privilegio. Son los que más ejercen espacios de representación pero son una minoría que se proyecta como la totalidad de la sociedad. La sociedad argentina no es blanca, eso es un mito. Los negrxs, en el más amplio sentido de la palabra, somos mayoría en la Argentina.
Poner en palabras la experiencia de la mayoría es fundamental para poder cambiar el estado de cosas. El sistema es impiadoso frente al silencio, nos lo cobra. Un aspecto notable que nos dejó el debate sobre racismo en el fútbol esta semana tiene que ver con marcar los insultos como actos de racismo condenables, no como policía del lenguaje, sino para develar la existencia de un fenómeno que debemos seguir abordando.