La fiscal María José Carrero Sahagún pidió en la noche del jueves la detención de un sujeto que sería el homicida de la comunicadora Griselda Blanco en Curuzú Cuatiá, Corrientes. Como adelantó en exclusiva Página/12 el principal sospechoso no era la expareja de Griselda, Armando Jara, sino un empresario de la noche, Darío Alfredo Holzweissig, propietario de un resto-bar, con el que la mujer tenía un vínculo amoroso. Dado que se trataba de una relación extramatrimonial había un fuerte foco de tensión, con amenazas de que las cosas salieran a la luz. Ese sería el móvil del femicidio.
Las pruebas en contra de Holzweissig se redondearon durante la jornada del 25 de mayo, con el apoyo de la División Homicidios de la Policía Federal. Falta confirmar la evidencia decisiva, el análisis de ADN. Sucede que en las manos de Griselda se encontraron pelos con bulbo del homicida, lo que permitirá el cotejo ahora.
Los investigadores de la Federal lograron establecer que Holzweissig salió de su vivienda en un Suzuki Fun a las 2.11 de la madrugada del sábado al domingo. Las cámaras no sólo muestran esa salida sino el trayecto. Regresó a su vivienda a las 3.35, pero volvió a salir unos minutos más tarde para tirar en un descampado un objeto blanco que sería el cuchillo utilizado en el crimen. La secuencia coincide con lo que sería la data de muerte de Blanco.
La vivienda de Holzweissig ya había sido allanada en los días anteriores y se secuestró una soga parecida a la usada en el ahorcamiento de Griselda. También un cuchillo Tramontina, que de entrada se pensó que fue el que se utilizó en un corte que la comunicadora tiene en el cuello. Sin embargo, por las imágenes, ahora los investigadores piensan que el arma blanca fue la que D.H. habría tirado en el descampado.
El otro factor que entró en juego son los mensajes que se rescataron de la nube del celular del empresario. Allí quedó registrada la tremenda tensión que existía en el vínculo.
Cómo sigue la causa
La fiscal resolvió esta mañana dejar en libertad a la expareja de la mujer asesinado, Armando Jara. Era evidente que no hay dos homicidas. Jara estaba preso desde hace una semana, pero hasta los hijos de Griselda afirmaban que no tiene la menor relación con el asesinato. Sin embargo, la fiscal Carrero Sahagún no lo dejó en libertad en ese momento, sino que, por el contrario, lo imputó formalmente. Ahora tiene un segundo detenido y ordenó liberar al primero.
Desde el momento en que se produjo el crimen se especuló con que podía tratarse de una venganza por las denuncias de Blanco respecto de mala praxis en el hospital de Curuzú Cuatiá y la presencia en la ciudad de un comisario con antecedentes de acoso sexual. Sin embargo, lo improvisado del crimen -una soga, un cuchillo, pelea-, hizo pensar enseguida en un crimen más vinculado a cuestiones personales que a sus denuncias.
La historia no está cerrada, pero sí parece encaminada.