La historia cumple cincuenta años. Se dio en un tiempo convulsionado, de fútbol cruzado por la política, con Avellaneda como escenario y tres presidentes en ejercicio sentados codo a codo en el palco de la cancha de Racing: Héctor Cámpora, de Argentina; Salvador Allende, de Chile; y Osvaldo Dorticós, de Cuba. Los había juntado la excusa de un clásico con Boca, que ese 27 de mayo de 1973 terminó 2 a 0 para el visitante. Una fotografía congeló aquel instante. El Tío saluda con los brazos en alto -había asumido en la Casa Rosada 48 horas antes-, el socialista caído en La Moneda tres meses y medio después observa apacible la escena y el cubano sonríe. En el extremo superior de la imagen se ve a tres dirigentes de la ortodoxia peronista, de los cuales solo sobrevive uno: Juan De Stéfano. Los restantes son Herminio Iglesias y Manuel Quindimil. Los dos murieron con un año de diferencia en 2007 y 2008.
“No me olvido de lo que me dijo Allende ese día. Le pregunté cómo marchaba la revolución y me respondió: ‘y… cuesta, pero le vamos a ganar a la contra como membrillo duro’. Después averigüé: el membrillo se cosecha a patadas, qué se yo”, cuenta hoy De Stéfano, expresidente de la Academia y sindicalista metalúrgico en su juventud. Este hombre de 88 años, autodidacta, de armas llevar y perseguido por la dictadura tras la caída de Isabelita, nunca declaró con frases hechas. Fiel a Perón y Augusto Timoteo Vandor de la UOM, no oculta su antipatía contra Montoneros y la izquierda del movimiento justicialista en general.
“Yo en ese momento era secretario del vicegobernador de la Provincia de Buenos Aires, Victorio Calabró. Aquel domingo en el estadio había una seguridad bastante discreta. Nosotros con los muchachos veíamos las caras de la gente y sabíamos quién podía estar jodiendo. Herminio era hincha de Boca, Quindimil de Lanús y nos mirábamos en el palco donde se ubicaban los presidentes. Con el que más hablé fue con Allende. Un tipo entrañable, como todo dirigente que se puso al frente del pueblo. A esos líderes hay que quererlos porque se colocaron del lado más difícil de la historia. Lo mismo que Evita”, dice este vecino de Sarandí que declaró en los juicios por crímenes de lesa humanidad ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata que condenó al genocida Miguel Etchecolatz.
Los tres presidentes que vieron cómo Boca le ganaba a Racing con goles de Hugo Curioni y Enzo Ferrero, tendrían un final trágico después de aquel encuentro entre político y futbolero en el Cilindro. Allende murió en defensa de su gobierno legítimo bajo las bombas lanzadas por los golpistas sobre el Palacio de La Moneda, el 11 de septiembre del ’73. Cámpora falleció en el exilio mexicano el 19 de diciembre de 1980 y Dorticós se suicidó en La Habana el 23 de junio de 1983.
El chileno no era un entusiasta del fútbol, pero entendía muy bien cuál era el valor de esa pasión popular. En su viaje a Buenos Aires para asistir a la investidura presidencial de Cámpora en la Casa Rosada, mantuvo otro contacto cercano con los protagonistas del juego. Cinco días antes del Racing-Boca, jugaron Independiente y Colo Colo la primera de las tres finales por la Copa Libertadores (le seguirían la revancha en Santiago y la definición en el estadio Centenario de Montevideo). Allende recibió al equipo de su país en la embajada en Buenos Aires, como lo había hecho el 6 de abril del ’73 antes de que viajara a jugar la semifinal copera a Brasil con Botafogo. Sabía de las multitudes que atraía su juego.
Muchos años después, el periodista chileno Luis Urrutia O’Nell, alias Chomsky, sostendría una curiosa hipótesis sobre aquel Colo Colo: que retrasó el golpe contra Salvador Allende. Escribió en un libro editado en noviembre de 2012, que la gran campaña del subcampeón de la Copa Libertadores ganada por Independiente en 1973, convenció a los asesores estadounidenses de Pinochet de posponer los planes del derrocamiento contra el gobierno socialista.
Cristian Arcos, otro periodista chileno de Radio ADN y especialista en temas histórico-deportivos, cuenta que “el presidente no era un asiduo visitante a los partidos ni estaba banderizado con un club. Tampoco era de Colo Colo en particular, pero sí conocía muy bien al plantel. Aquel cuyos jugadores sostienen hasta hoy que les robaron la Copa Libertadores en la final con Independiente. Sus jugadores llamaban a Allende por su apodo, don Chicho. Con Carlos Caszely, la estrella rebelde, tenía una relación muy cercana”.
Si parafraseamos la célebre máxima de Blas Pascal sobre el corazón, por razones que solo el fútbol entiende, el presidente socialista se vio involucrado en dos partidos que se jugaron en Avellaneda con cinco días de diferencia. Estaba más pendiente de Colo Colo pero el protocolo lo llevó hasta el Cilindro. “Tres presidentes en nuestro estadio”, tituló la revista Racing en su contratapa del 28 de mayo del ‘73.
En una crónica publicada en 2022, el periodista Ariel Scher escribe que en el clásico ganado por Boca también estaban presentes “el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Oscar Bidegain (…) y parte del elenco ministerial argentino: el canciller Juan Carlos Puig, el titular de Interior, Esteban Righi; el de Bienestar Social, José López Rega”. La AFA era controlada por este último, el secretario de Perón y uno de los fundadores de la Triple A. La fuerza parapolicial que cometió cientos de crímenes y nutrió a los grupos de tareas de la dictadura del ‘76.
El presidente argentino que había asumido su cargo el 25 de mayo de 1973 ya estaba debilitado a los pocos días de caminar los pasillos de la Casa Rosada. El 16 de junio y tras la llamada Masacre de Ezeiza, le dejaron la puerta de salida abierta. Perón había regresado al país de manera definitiva y moriría al año siguiente. El estadio de Racing lleva su nombre hasta hoy y De Stéfano asegura que su líder “quería colocarle una pista de atletismo alrededor del campo de juego que no sirve para nada y Ramón Cereijo decía que no”.
En ese templo del fútbol se produjo el encuentro de los tres presidentes latinoamericanos, un hecho infrecuente que solo suele darse de manera ocasional en una Copa del Mundo. La actual FIFA hubiera sancionado al club local por hacer política explícita si Racing y Boca jugaban por un torneo internacional. Juntos, Cámpora, Allende y Dorticós serían demasiado para su filtro selectivo de lo que está permitido ver en una cancha.