“A pesar de que el tour sudamericano fue muy desparejo, Argentina fue toda una revelación para nosotros”, recuerda Steve Berlin, en una sala de grabación de Villa del Parque, sobre la única visita a Buenos Aires que hizo junto a Los Lobos. A 26 años de aquel desembarco, el artista estadounidense regresó en calidad de arreglista del más reciente material de estudio de No Te Va Gustar, Suenan las alarmas, donde también toca el saxo barítono en varios temas. “Tengo muchas expectativas con este disco”, dice el músico, quien, según los integrantes de la banda uruguaya, introdujo ideas sencillas y contundentes en el repertorio. “Antes de que me contactara Héctor Castillo (productor del álbum), al que conocí mientras Los Lobos buscábamos un ingeniero para mezclar un tema que hicimos para un show televisivo, no sabía nada acerca de ellos. Cuando empezaron a enviarme su música, me gustó lo que escuché. Son buenos músicos, y estoy agradecido de que me hayan elegido para este rol”. 

Consecuente con su timidez, Berlin no presume sobre su trayectoria. Pero por más que en la Argentina es un nombre ignoto, el artista de 62 años ostenta un currículum prolífico. Aparte del valioso aporte a Los Lobos, su sello como músico de sesión y productor aparece en discos del calibre de Graceland (1986) de Paul Simon, Introduce Yourself (1987) de Faith No More, Document (1987) de R.E.M, The Healer (1989) de John Lee Hooker y I’ll Take Care of You (1999) de Mark Lanegan. “Soy muy afortunado de haber trabajado con un montón de artistas estupendos”, afirma. “Y con algunos nos volvimos amigos. Después de participar en Document, experiencia que fue importante y enriquecedora porque en ese momento R.E.M era muy popular, establecí una buena relación con Peter Buck. A fines de los noventa coincidimos nuevamente en el grupo Tuatara. Y ahora que se mudó a Portland, donde vivo, empezamos a tocar de vuelta”. 

El saxofonista y tecladista confiesa que la única condición que tiene para aceptar una propuesta es que le guste la música del artista. “Eso es lo más importante. No Te Va Gustar tiene un material muy bueno”, argumenta Berlin, antes de lamentar su poco conocimiento sobre el universo sonoro  rioplatense (con excepción de Gustavo Santaolalla), a causa del tiempo que le demanda su trajín. “Me agrada pensar que puedo ampliar el horizonte de las personas cuando trabajamos juntos. Hice cosas tan diferentes que creo que tengo la capacidad de ofrecer un punto de vista distinto y contagiar un espíritu de experimentación. Necesito sentir que al final del día fuimos a algún lugar. Hay que ponerle pasión porque estamos tratando de crear algo que va a durar para siempre”. Aunque la gran paradoja de su carrera es que nunca publicó un disco como solista. “No soy de los que se levantan a mitad de noche para llevar adelante una idea. Sólo hago sugerencias”. 

–¿Qué rasgo destacaría de la escena musical de su país en la actualidad? 

–Están sucediendo cosas interesantes. El hecho de que Trump esté en el poder hace que la gente esté enojada y preocupada, y de ahí pueden salir cosas interesantes. Hay que estar atentos a lo que emergerá. 

–El último álbum de Los Lobos, Gates of Gold (2015), alude a la identidad mexicana de los integrantes de la banda. Con Trump en el poder, ¿hubiera sido posible hacer algo así? 

–Hubiera sido muy difícil. Sigue siendo medio raro tener un presidente como él. Muchas de las cosas que pasan se están convirtiendo en una pesadilla. 

–Además de ser considerado su mejor disco desde Kiko (1992), este trabajo fue el primero que hicieron después del lanzamiento de Tin Can Trust (2010). ¿Le sorprendió la buena repercusión que tuvo? 

–Hacemos esto desde hace mucho tiempo, por lo que cada uno sabe que su función la debe cumplir de manera efectiva. Pero eso es la consecuencia de componer juntos durante tantos años. Además, antes de lanzarlo cambiamos de sello. Era necesario. 

–¿Ya preparan su sucesor?  

–No estamos tocando ni sabemos cómo será el futuro del nuevo disco, pese a que ya tenemos material. De hecho, acabamos de terminar un tema nuevo que está buenísimo.

–Su regreso a Buenos Aires coincide con los 30 años de la banda de sonido de La bamba, punto de inflexión en la carrera de Los Lobos. ¿No le pareció una paradoja que el éxito comercial les sonriera gracias al cover de Ritchie Valens?

–Ese disco cambió nuestras vidas. No imaginamos que sucedería todo lo que pasó. Disfrutamos haber sido estrellas durante un rato, pero sabíamos que iba a terminar. Cuando se acabó el revuelo de La bamba, tuvimos que reinventarnos. Así apareció La pistola y el corazón (1988), un álbum muy oscuro. Si bien reforzó el sello musical de la banda, el desafío era cómo hacer para no repetirnos sin perder nuestra esencia. 

–De los integrantes del grupo, usted es el único que no es fundador ni chicano. ¿Cómo se conocieron? 

–Aunque no soy hijo de inmigrantes mexicanos ni tuve relación con esta cultura hasta que conocí a mis compañeros, ahora la siento como si fuera mía. A comienzos de los 80, yo tocaba con The Blasters, que le abrieron a Los Lobos en un par de ocasiones en el Whisky A Go Go. Nos volvimos amigos e hicimos algunas canciones juntas. Así comenzó. 

–Coincidieron en medio del fulgor de la escena punk de Los Angeles en sus inicios. ¿Qué recuerdo atesora de aquella época? 

–Lo mejor fue la necesidad de experimentar y el sentimiento de colaboración. Nadie tenía dinero, no había competencia. No existía separación entre las bandas del punk chicano, del que provenían Los Lobos o The Plugz, con Black Flag. Fueron años maravillosos, estéticamente muy ricos. 

–El gran mérito de Los Lobos fue haber modernizado el discurso musical chicano sin que perdiera su identidad. ¿Es posible redoblar esa apuesta?

–Hay varios artistas nuevos con propuestas interesantes y buenas canciones. Pero veo difícil que generen una contribución como la nuestra en el rock, por los tiempos que transcurren y por lo que es la escena actual.