La nueva obra de Eugenio Soto, Der Kleine Führer (escrita y dirigida por él) tiene su sello particular. En ella aparece la construcción de un espacio en el que confluyen cabaret alemán, circo y payasos para abrir la pregunta por la humanidad y la construcción de lo monstruoso. Forma parte de un estilo propio al que define como "cambalache", en alusión a la idea de una mezcla de muchas cosas. "Es el estilo argentino, no hay una línea, sino una mixtura de circo, el sainete, el teatro español y el italiano. Es un modo raro de apropiarse de las tradiciones que no son nuestras", define.
Pedro León Alonso, Vladimir Klink, Lucas Delgado, Jazmín Diz, Julia Pérez Ortego, Darío Pianelli, Karen Hawryliszy son los actores que dan vida a una puesta sobre el surgimiento de un nuevo Führer, que nace de un proyecto decididamente político y empresarial. De él participan el laboratorio Bayer, en conjunto con una liga filo nazi denominada El huevo de la serpiente. "Es el día 30 de abril. El día que se suicidó el líder o quizás el día que se simuló ese acto. Es un nuevo amanecer, deforme, siniestro, que nos enfrenta al espejo de nuestro abismo. Es Der Kleine Führer y tiene la impronta de nuestro Ser Nacional", describe la sinopsis.
Es una obra que retoma el concepto nietzscheano de "Dios ha muerto", la pregunta por el sentido, y la posibilidad de que cualquier creencia pueda volver a constituirse como Dios, algo que inevitablemente resuena en la actualidad. "Cualquier cosa crea convicción porque hay un vacío absoluto de creencia, como en el caso de Milei hoy. Entonces ahí surge la idea de lo monstruoso. Es decir, el monstruo vuelve a aparecer como mito. Como un Frankenstein, ¿qué hemos creado como civilización para generar de nuevo lo monstruoso?", reflexiona Soto.
-Ciertas ideas que aparecen en la obra, como la monstruosidad o ideologías fascistas, ¿crees que tienen su correlato con lo que pasa en la actualidad?
-La obra la escribí durante la pandemia, pero hoy en día cobra más actualidad que en ese entonces porque lo que parecía avizorarse, la idea de que la vida no podía seguir como siempre, una especie de epifanía de que el funcionamiento económico no podía seguir así, cayó rápidamente. Y entonces, todo empezó a funcionar igual que antes o peor. Y las dos maquinarias fundamentales, que uno podría decir que son las del dinero y de la guerra, se volvieron a imponer como lógicas. Con la pandemia pasó que, aun cuando la muerte avanzaba, parecía que la pregunta por la vida podía volver aparecer en ese momento. Sin embargo, yo sentía que no iba a aparecer de nuevo la vida, sino la muerte. Y lo que avanzó es lo que hoy estamos viendo. Que es algo que la obra refiere bastante.
-¿Por qué decidiste retomar la idea de un “ser nacional” y todo el universo del nazismo?
-Porque en el campo de la humanidad uno podría decir que no hubo más horror que ese. Fue el máximo horror. Sin embargo, si uno piensa en los vuelos de la muerte, yo creo que Argentina lo superó ampliamente. Y esa mitología del ser nacional alberga una situación de fascismo. Yo creo que nuestra cultura vinculada al ser nacional es absolutamente fascista.
-¿Y qué quisiste explorar ese mundo?
-Me interesaba pensar sobre lo argentino. En todas mis obras trato reflexionar mucho sobre eso. Esta obra se vincula con Bufarra. Carne a la parrilla, otro espectáculo anterior que hice, que también toca el tema de la violencia. Es una obsesión que tengo en pensar por qué nuestro país no puede construir un destino colectivo, y sólo constituye una especie de tragedia y violencia permanente.
*Der Kleine Führer puede verse los domingos a las 20 en Centro Cultural Thames (Thames 1426).