La expectativa es grande. En las semanas previas. En las charlas. En el acto de pispear el pronóstico. Es un 25 sin sol de Mayo y en la línea A se la palpita. Nadie canta, las expresiones se contienen hasta que subimos las escaleras en Congreso y se escucha el afuera bombísitco. Llegando a la plaza me cruzo con columnas de Hurlingham, Moreno, La Matanza. Está amenazando a llover desde temprano y empieza a chispear a las 14. Imagino a algunos pidiendo que no llueva, no para preservar a la gente sino por lo contrario. Estarán diciendo algunxs, pienso, no le regales Dios más épica. Por favor. La lluvia comienza a tomar fuerza, el barro de la plaza, los paraguas, plásticos se comparten. Desde los parlantes empiezan a poner música. Alguien dice que la música que nos representa. Todos cantan. Suenan artistas de trap, Charly, los Redondos, cumbia. Un cancionero actualizado e imaginando emocionar y alegrar a todxs.
Me acomodo en la esquina del Cabildo. Un parrillero canta, baila, tapa la bondiola con unos cartones y grita: “despacio, che”, cada vez que alguno se acelera y le mueve el puesto. Una señora, bajita, que por su piloto y paraguas puede pasar como de barrio atildado, sola, apoyada a un auto, levanta el paragua para cubrirme, cubrir a otros. Lo hace sin decirlo, un silencioso acto solidario en medio del chaparrón. Quiero devolverle la gentileza poniéndome delante, atajando marejadas de gente y con algún comentario: la gente no se achica, siguen entrando con lluvia y todo. Sí, me dice. Y agrega, me estoy mensajeando con mis hijos que me dicen no te hagas la pendeja.
Habla ella. Se cierran los paraguas, se hace silencio. La rémora de sus actos retorna. Toda una plaza escuchando una palabra. Celebrándola, acompañándola, enfatizando con bullicio y cantos algún pasaje. Un grupito bombístico de camioneros no pueden contener el deseo repiqueteo y hay quien les pide silencio. Una comunidad que se organiza en acto. Plantea un plan de gobierno. Cuatro punto: industrialización, redistribución, replanteo de la deuda, nuevo pacto democrático. Recurre a una verba popular que es celebrada por la muchachada. Y deja frases antológicas que serán remeras: Nunca seré de ustedes. Soy del pueblo y de ahí no me muevo. Qué vocación de colonia, hermano. La escena toda puso en marcha la campaña, reconfiguró un discurso de cara a lo que viene y fortaleció la defensa de una memoria histórica. Y sobre todo, intentó recuperar más allá de candidatura alguna la concepción épico-política. No solo desde una liturgia regada de lluvia y aguante sino de discursividad y configuración militante.
El patio militante fue el modo que CFK encontraba para, luego de sus tareas como mandataria, hablarle a sus militantes. Un manual de conducción política comentado, en acto y expresado casi a diario. El jueves, la plaza toda se expresó cuál mitin político ampliado. Pidió profundidad territorial. Aludió a aquellos que viven en el corazón del pueblo, porque le dieron dignidad al pueblo. Habló de organización. De romper el cerco mediático. De no pedir lo que no se está dispuesto a hacer. Militancia y organización. Casi haciendo alusión a dos libros de teoría (y) práctica política que sacudieron la escena (no) académica y cuyos títulos ya son un programa de acción: Teoría de la militancia y La organización permanente, del hurlinghamense Damián Selci, que hoy le disputa la intendencia a Zabaleta. Libros en los que la palabra deviene cuerpo y este la potencia en acto e insistente de lo común.
Qué hacemos con la fuerza que da esta plaza, se pregunta uno. Cómo se construye (una) épica, otro. Se puede acaso aspirar a menos que ello. A la fuerza político-afectiva del acontecer popular como el que configure una decisión de gobierno, incluso electoral. Un modo de hacer y decir que reconstruya la sinergia pueblo/dirigencia popular. Y ya no se espere sino que cada acción condense lo que moldee el destino de una comunidad. Las actuales responsabilidades gubernamentales no son eludibles, las decisiones (mal/bien) tomadas tampoco. Pero el momento histórico es nuevamente bisagra. Con un posible y (de darse) brutal retorno de las facciones menos populares. Con posibilidades macroeconómicas a disponibilidad de una nueva rapiña.
La expansión militante es la apuesta, donde lo que surja de allí exceda la palabra e imagen de un/a líder/esa. No como épicas de sujetos individuales, como las de un fiscal taciturno arrastrado por las circunstancias, sino como una marea como la verde, parte de una trama común que transforma a sus dirigentes. Y síi bien CFK terminó su discurso hablando de tres casos particulares. El de una señora de González Catán, La Matanza, y dos más de provincias. Hay allí una otra clave. Si hay épica, esta vendrá y arrastrará desde el descentramiento patrio. Conurba federal. Donde la vocación colonial amaina y se la mira por tevé.
(*) Docente e investigador IDEPI-UNPAZ