Mariana Carrizo derriba de un plumazo cualquier división que se quiera hacer entre lo urbano y lo rural en su arte. “Cantar en un sitio tan urbano no es ningún inconveniente: el arte es universal y el espíritu ancestral atraviesa las almas sin importar el lugar”, sentencia. Es la condición sine qua non para legitimar las traslación que precisamente hace de un rito ancestral andino al urbanísimo Tasso. Un rito llamado jueves de comadres: “Es un acontecimiento en el que las mujeres se encuentran para celebrar y celebrarse en un momento de hermandad muy colorido y alegre. Se realiza previo al desentierro del carnaval grande, y la alegría se transmite a los hombres, a los niños y a toda la comunidad”, detalla la coplera nacida en Angastaco, Salta, antes de recrear tal instancia precarnavalera hoy las 22 en el bar musical de Defensa al 1575. “Eso sí, no voy a recrear literalmente el jueves de comadres sino que tomaré la sonoridad que tiene ese ritual como motor y la llevaré al escenario en un espectáculo que tiene principalmente un mensaje de reivindicación de los derechos de la mujer y la lucha contra la violencia machista”, se planta la cantora, que prevé publicar su cuarto disco en diciembre.
Desde que comenzó la gira (el 3 de agosto, en Salta), han coparticipado del rito la poeta Kuky Leonardi, las copleras Narcisa Rojas, Estela Benicio y Cristina Lara, y también la violinista Gabi del Cid, además de escenógrafas y pintoras amigas. “Fue como un enjambre entre las comadres del público y las que me ayudaron a levantar el castillo que fue el espectáculo”, se ríe ella, fiel defensora del canto ancestral con caja, cuyas coplas sarcásticas suelen incomodar a más de un hombre. “He tenido la oportunidad de vivir muchísimas experiencias en estos jueves. Se me viene a la mente cuando era niñita, tendría 8 o 9 años, y me escapaba de mi casa porque mi padre no me dejaba ir al carnaval. En esas fiestas encontraba a mis abuelas, las copleras del pueblo, unas diosas que con sus coplas, vivencias y quehaceres colmaban mi universo infantil”, evoca Carrizo, que terminará la gira en Ushuaia. “Ellas lo conocían a mi papá muy bien, sabían lo que tenían que hacer y me apañaban. Entonces, cuando él aparecía a buscarme, me cubrían con sus delantales o cajas, o me escondían detrás de ellas y le decían que no me habían visto. Una vez me metieron dentro de una bolsa vacía de harina, que recién se había desocupado porque se la habían tirado toda en el topamiento de comadres; mi padre pasó y no me vio”, se ríe.
–¿A qué se le llama el “reglamento” de comadres, que codifica rito?
–A códigos entre mujeres que no se pueden develar porque están en la memoria colectiva y se reciben en las miradas, en la piel, en los gestos. Cuando las mujeres nos juntamos, basta con mirarnos para que fluya la sabiduría milenaria de la feminidad. Por eso en este ritual la hermandad es la flor más vívida y reluciente.
Carrizo, que ha intentado revelar algunos secretos vallistos a través de tres discos (Coplas de sangre, Libre y dueña, Coplas y bagualas), explica que cada región tiene su vuelta, respecto de las comadreadas. “En una de las regiones, la comadre convidada es la que recibe un obsequio de una canastita que tiene flores, frutas, verduras y pan, y cada una de esas cosas tiene su simbología. El pan, por ejemplo, representa la paz con tu entorno pero fundamentalmente contigo mismo. Esa es una exigencia del reglamento de comadres, olvidarse de las penas, no dejarse maltratar por nada ni por nadie, quererse a sí misma, y comprometerse a divertirse a pleno ese día y todos los días de ese año. En otros lugares, la comadre convidada también tiene la autoridad de imponer cosas para divertirte y si no cumplís, pagás multas que no son en dinero sino en tipos de bailes, cantidad de brebaje, labores, etc. Uno de los momentos más importantes de los jueves de comadres, a propósito, es la vacuna.
–¿Cuál? ¿La antigripal?
–(Risas.) No, una que consiste en la bebida que se da al entrar al lugar. Es un brebaje que tiene a veces una mezcla de frutas con un toque de alcohol o un vinito, o chicha. Yo voy a servir licor de muña muña, que es un afrodisíaco natural que se usa en el norte.
–¿Qué secretos va a revelar esa noche?
–Si revelo los secretos ahora, no tendré secretos para esa noche. Igual, esos secretos los revelan las coplas que voy cantando. La primera acción de comadrear es la complicidad y luego viene la luz del ser mujer, que es el útero de la vida. Como la pachamama, nosotras somos la luz. Ya estuvimos demasiado tiempo amarradas en la oscuridad, así que es tiempo de ayudarnos entre todos y todas a soltar esas ataduras.