El estreno de una película santafesina, a nivel nacional, significa siempre un paso más hacia el logro del anhelado cine federal; y en este sentido, la obra de Arturo Castro Godoy –oriundo de Caracas, con vida y trayectoria santafesinas– marca un camino posible. Rinoceronte, su tercer largometraje, llega a Cine El Cairo (hoy a las 20.30) luego de recorrer pantallas nacionales e internacionales. No faltaron premios: en el Festival Schlingel (Alemania) y en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva (España), fue elegida Mejor Película.

“Para nosotros es una alegría total poder llevar a las pantallas el trabajo que venimos haciendo, filmando en la provincia de Santa Fe, y mostrar que se puede filmar desde el lugar que uno habita. Las posibilidades están dadas, y se puede filmar desde el lugar donde uno se siente cómodo. Ganamos un concurso del INCAA y de allí provino la mayor parte de los fondos, además de apoyos locales, municipales y provinciales. El cine es una actividad muy cara y depende mucho de la buena voluntad y apoyo de un montón de gente, que es también lo que hace posible a la película”, comenta Arturo Castro Godoy a Rosario/12.

Así como sus dos anteriores films –El silencio (2015) y Aire (2018)– Rinoceronte es una producción de Altocine, aquí en coproducción con la compañía italiana Mediterráneo Cinematográfica. Con protagónicos principales de Diego Cremonesi y el niño Vito Contini Brea, Rinoceronte narra la historia de Damián –separado de su familia y obligado a vivir en un hogar para niños– y de Leandro, el asistente social que le acompaña e intenta ganar su confianza. “La película es un trabajo que vengo desarrollando hace muchos años. Tengo gente cercana que conoce casas de tránsito y hogares de niños, lugares en donde hay infancias que vienen de contextos complicados, de lugares atravesados por la violencia”, explica el director.

“Trabajar con niños es algo que he hecho varias veces, y en el caso de Rinoceronte fue particular y muy lindo, porque Vito nunca había actuado en nada, ni en teatro ni en audiovisual. En la dinámica del trabajo, se logró un compromiso muy grande por parte del equipo técnico y el elenco, con el fin de que para él la experiencia fuera lo menos ardua posible y pudiese tener espacio para el goce y el disfrute. Acompañar sus primeros pasos en un rubro tan complejo como el cine, mientras descubría una actividad creativa, para mí fue hermoso. Pude ver cómo a lo largo de las semanas, Vito se convirtió en ese actor, ganando cada vez más herramientas y posibilidades para desplegar lo que lleva adentro. En el casting, desde el primer momento nos quedó muy claro que se trataba de un chico con una capacidad muy grande, porque puede expresar mucho con muy poquito, tiene una manera de ocupar el espacio, de mirar, de estar en el lugar; para el personaje que estábamos construyendo era de una capacidad que venía muy bien”, continúa.

-En ese sentido, pienso en el aval que te proporcionan actores y actrices con trayectoria; así como Alberto Ajaka en El silencio y Julieta Zylberberg en Aire, en Rinoceronte está Diego Cremonesi.

-En los tres casos se trata de personas con una trayectoria enorme, tanto en teatro como en audiovisual, y fueron a quienes imaginé para esos papeles al momento de escribir. Cuando pude contactarlos para contarles del proyecto y entregarles el guion, los tres conectaron mucho con las historias. Cuando tenés un actor o actriz así, con vínculo con el material, con ganas de hacer algo juntos y de participar, ya es una parte importante del camino. Más allá de que son actores que tienen agendas atiborradas y están muy ocupados, mágicamente todo se acomoda, incluso pandemia de por medio, como fue en el caso de Rinoceronte. Diego conectó mucho con el guion, es un tipo muy generoso, entregado al trabajo, y es alucinante trabajar con él. Es muy versátil, tremendamente talentoso, tiene una entrega y compromiso total. Sabés que es alguien que está releyendo todo el tiempo el material, me mandaba audios con notas, y eso es algo que termina enriqueciendo muchísimo a la película.

-¿Cómo fue el proceso de investigación?

-Fue largo y minucioso, queríamos que una persona que habita esos lugares y espacios encontrara en la película marcas que las acercaran a su cotidianeidad. La película está circulando por pantallas de Argentina y el mundo, y personas que conocen esta dinámica encuentran detalles y cosas similares a las que han vivido. Para que el guion funcionara, para mí era fundamental construir un hogar de niños que fuera cercano a lo que es un hogar real, como los que funcionan en Santa Fe. Estrenamos en un festival de Alemania, donde ganamos varios premios, luego fuimos a Huelva, la película circuló por Francia, Canadá, Noruega, está accediendo a un público de culturas diversas y vemos que funciona, la gente conecta, comprende lo que pasa y se identifica con los personajes, lo que nos da la pauta de que está construida de manera sólida.

-En cuanto a la tarea de Vito, destaca su mirada introspectiva, de gestos mínimos, casi no habla.

-Está atravesando un momento que le cambia el mundo entero, tratando todo el tiempo de asimilar el cachetazo, repensando cuál es ahora el norte. No hay muchas palabras que pueda decir, tiene que haber un proceso que lleva tiempo, hasta poder comenzar a poner palabras a lo que está sintiendo. Es un proceso interno, y eso tiene mucho que ver con la capacidad expresiva que tiene Vito, con las posturas de su cuerpo, sus miradas, cómo camina.

Con guion y dirección de Arturo Castro Godoy, Rinoceronte –cuyo título es un enigma que la película sabe muy bien cuándo y cómo develar– incluye en su elenco a Eva Bianco, Juan José Farías, Claudia Schujman, Demián Sánchez y Homero Rozicky. La producción es de Paula Rodríguez, Angelo Troiano y Francesco Lattarulo; la asistencia de dirección de Agustín Falco; la fotografía de Maximiliano Wendler; la dirección de arte de Florencia Wehbe; el sonido de Ariel Gaspoz; el vestuario de Julia Rebottaro; y el maquillaje de Yamila Gutiérrez.