Santa Fe es una de las provincias en las que la incidencia de las disputas a nivel nacional va a tener, valga la redundancia, incidencia. Más allá del desdoblamiento de los comicios, el cronograma que intercala desde julio y hasta noviembre (si es que hubiera balotage) cada mes un total de cinco elecciones entre provinciales y nacionales es un elemento gravitante a la hora de diseñar las campañas y proyectar estrategias. Donde más se va a notar es en el frente antiperonista que conforman el PRO, parte de la UCR, la fracción mayoritaria del Partido Socialista y otras fuerzas menores. En el peronismo, en cambio, aún sin la certeza de que habrá más de un candidato a la Presidencia de la Nación los eventuales postulantes no se muestran tras estridentes como su adversario de Juntos por el Cambio, con alguna excepción que seguramente será disciplinada a la hora de interna si es que finalmente se concreta. A eso se agrega que el escenario de tercios que describe Cristina Fernández de Kirchner tuvo su versión santafesina hasta las anteriores elecciones para gobernador, y más parejo todavía en las que consagraron a Miguel Lifschtiz en 2015.

Resulta que ahora, para sorpresa de algunos y tristeza de otros, el Partido Socialista se ha refugiado -tras la derrota a manos de Omar Perotti en 2019- en una coalición en la participan además fuerzas políticas manifiestamente anti derechos, claramente conservadoras y profundamente reaccionarias. Es difícil compatibilizar el ideario de la rosa con algunos mandatos religiosos o dogmas liberales-conservadores. Solo se explica en el sentimiento antiperonista que guía a sus principales dirigentes. Para ser justos hay que decir que no todos, pero sí la conducción que logró que en una proporción que superó los dos tercios de su congreso partidario dispusiera el connubio con la derecha macrista y la UCR en su expresión mayoritaria.

Se puede decir que ese "tercio" de otros años -que logró ganar tres elecciones seguidas- ahora está incorporado al otro, más pequeño -ya que no son a partes iguales- que perdió por poco en 2015 y quedó tercero en 2019. Si fuera así, lineal, la sumatoria de votos se podría concluir que la elección para la Casa Gris estaría virtualmente definida.

Sin embargo, la diáspora del socialismo generó dos listas que se enfrentarán en algunas categorías, disputando por ejemplo la lista de diputados provinciales con Clara García (por el "oficialismo") versus el ex-gobernador Antonio Bonfatti ("¿disidente?") va a generar fuga de votos como la ya producida por el éxodo de Bases que irá por fuera de ese frente con Claudia Balagué a la cabeza en esa misma categoría y Leonardo Caruana como candidato a concejal por otro espacio que proviene del socialismo al que concurren sectores sociales y políticos progresistas. A esta altura, la candidatura de Mónica Fein a la gobernación -tiene dos años más de mandato como diputada nacional-- que se decidió a último momento en reemplazo de la de Clara García -cuyo mandato de diputada provincial vence este año- aparece como testimonial y sobre todo como un enroque del que resultará seguramente que ninguna de las dirigentes se tendrá que volver a su casa tras la derrota electoral.

Las fórmulas que disputarán en serio la candidatura para gobernar Santa Fe están encabezada por afiliados radicales. Si bien Carolina Losada juega de visitante -pasó casi toda su vida fuera de la provincia y ni siquiera votó en este territorio- los votos no valen doble, como ocurría en las definiciones futboleras. Aun así, su "armado" al que concurren otras fuerzas provinciales, como la de Pablo Javkin, el aparato del PRO con Federico Angelini a la cabeza, entusiasma a la ex presentadora. En frente, Maximiliano Pullaro ha desplegado una estrategia territorial más basada en la estructura de la UCR en pueblos y ciudades que espera le dé buenos resultados sobre todo en una interna. Lo que está por verse, y ya hubo algunos escarceos, es cuánto escala el contrapunto entre ambos candidatos y hasta qué punto la interna nacional tiene incidencia en la local.

Este es el punto que le da vida al peronismo, que corre de atrás en las encuestas y espera, merced a una primaria civilizada y sin cruces extremos, retener los votos de los precandidatos derrotados y agregar los de los sectores que no quieren la vuelta del macrismo -en cualquiera de sus formas- más allá de las desavenencias dentro del espacio. No parece difícil si se toman de la frase de CFK en el acto del 25 de mayo cuando sentenció: "No tengo dudas de que el actual gobierno es infinitamente mejor de lo que hubiera sido otro de Macri". Así las cosas, salen a la cancha cuatro fórmulas que tal vez no completen el recorrido hacia el 16 de julio, pero en cualquier caso sean todas, dos , tres o solo una, el impacto de la disputa nacional -si es que la hay- no será tan importante como en el frente opositor.

Las primeras encuestas nacionales muestran un escenario muy parejo en la disputa entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. Allí la pelea -más allá de la declamada unidad- es sin cuartel, al punto de que Javier Milei espera beneficiarse de una eventual derrota de Bullrich si ocurriera, de cara a las generales, y del otro lado si triunfara la ex-ministra de la Alianza se especula con que tampoco retendría algunos de los votos del alcalde porteño.

Habrá que ver cómo repercute eso en los alineamientos en Santa Fe, donde Losada está más cerca de Bullrich, de la mano de su vice Angelini, presidente interino del PRO y cultor de las más radicalizadas propuestas en todas las áreas. Y por otro lado Pullaro, que espera a Gerardo Morales, mira por descarte con más cariño a Rodríguez Larreta y sigue con atención a Facundo Manes.

 

Recién esta semana se verán acciones proselitista en el territorio, que es a lo que apuestan las otras fuerzas que competirán y no tienen los recursos con los que sí cuentan los dos frentes más potentes. Ellos se dedicarán a las redes, a la televisión y a la prensa tradicional, donde con la abundancia de recursos suplirán las recorridas en la región, la visita a los canales porteños -en espacial Losada-, será más frecuente que el diálogo con periodistas locales -salvo amigables excepciones- y donde el discurso "pre cocido" intentará evitar las repreguntas, dará lugar a los slogan antes que a las ideas y a la crítica más que a un proyecto serio y eficaz para mejorar la vida de los santafesinos.