Desde Lima
Desde su exilio en México, al que partió hace más de cinco meses, Lilia Paredes, esposa del encarcelado expresidente Pedro Castillo, rompió su silencio para hablar con Página/12. Fue una conversación telefónica en la que recordó el día enque su esposo fue destituido y detenido, habló de las acusaciones contra el expresidente y dejó salir la tristeza por el exilio y la prisión de su esposo, por cuya salud expresó preocupación, pero dijo tener confianza en la defensa legal de Castillo y en la justicia internacional para que sea liberado. En varios tramos del diálogo se le quebró la voz, como cuando recordó que no habla con su esposo desde que éste fue detenido el 7 de diciembre pasado y que su hija menor, Alondra, de nueve años, llora y le dice que quiere estar con su papá.
De maestra rural a ama de casa
Lilian Paredes era maestra en una escuela rural, como Castillo, antes que éste gane sorpresivamente las elecciones y se convierta en presidente. Dice que apoya las posturas políticas de su esposo, pero aclara que ella no es política. En el exilio pasa los días trabajando en su casa –“ahora soy ama de casa”, señala-, donde vive con sus hijos Arnold, de 18 años, que estudia ciencias de la computación en la universidad, y la pequeña Alondra, que va a la escuela primaria.
“De salud nos encontramos bien, pero estamos muy tristes, no hay día en que haya una alegría en el hogar nuestro, porque estamos lejos de mi esposo, de la familia y del Perú donde hemos vivido toda la vida. Es muy triste estar separados del pueblo peruano, de todo nuestro entorno”, dice, con la voz entrecortada. Hace una pausa y continúa: “Tenemos que superar esa tristeza. Estamos tratando de empezar una nueva vida aquí. En México nos han recibido muy bien y estoy muy agradecida por eso, por el apoyo del presidente a mi esposo. Agradezco de todo corazón el respaldo internacional que estamos recibiendo. Esa solidaridad internacional es muy gratificante”.
Denuncia que las autoridades peruanas no dejan que Castillo hable por teléfono con ella y con sus hijos. “No tiene acceso a un teléfono, no lo dejan hablar con su familia más cercana, eso es muy doloroso para mí y para sus hijos. Eso no es justo”. Antes recibía noticias de cómo estaba su esposo a través de su hermana Yenifer, a quien ella y su esposo consideran su hija porque la han criado desde pequeña, quien lo iba a visitar regularmente. Pero Yenifer ya no puede visitar al expresidente por decisión judicial por estar ambos investigados en un mismo caso de supuesta corrupción. Ahora recibe noticias de Castillo a través de los abogados que lo van a ver. “Los abogados me dicen que mi esposo sigue con el ánimo de salir adelante, pero se siente mal de estar lejos de su familia y no poder comunicarse con sus seres queridos, y está un poco mal de salud, con dolores de estómago. No sé qué le darán de comer. Me preocupa su salud”.
El día fatal
Rememora, con un dolor y angustia que se siente en su voz, aquel día del mensaje de Castillo ordenando el cierre del Congreso, el fracaso de esa decisión, la intempestiva salida de Palacio de Gobierno y la inmediata detención y destitución de su esposo. Dos semanas después vino el exilio.
“Me sorprendí muchísimo cuando escuché por televisión a mi esposo anunciando el cierre del Congreso. No sabía nada de eso. Soy cristiana y siempre oro a Dios, y eso fue lo que hice apenas terminó ese mensaje. Le pedí a Dios que ayude a mi esposo, a mi familia y al pueblo peruano. Tenía mucho miedo que nos puedan hacer algo”.
Cuando estaba rezando llegó su esposo, le dijo que su mensaje iba a traer consecuencias y organizaron una rápida salida del Palacio de Gobierno rumbo a la embajada de México. Aclara que Castillo no pensaba pedir asilo. “Me dijo que nos iba a dejar a nosotros a buen recaudo en la embajada y él iba a regresar a luchar con el pueblo”. Pero nunca llegaron a la embajada. Su escolta recibió órdenes de detenerlos.
“Esa es la parte más triste”, recuerda al revivir ese momento. “Yo me quedé paralizada, traumatizada, cuando vi a los policías que nos apuntaban con sus armas y decían con palabras duras que mi esposo baje del auto. Me puse nerviosa, sentí muchísimo miedo de que nos hagan algo. Mi hijita se puso a llorar. A mi esposo se lo llevaron. Yo estaba aterrada, no sabía qué hacer. Gracias a Dios todavía tuvimos el auto de Palacio y me fui con mis hijos a la casa de una amiga”.
Una versión en la prensa peruana señaló que al momento de la detención de Castillo, su esposa le dijo, a modo de reproche por su decisión de cerrar el Congreso: "pero qué has hecho, Pedro". Ella dice que es falso. “Yo nunca le dije eso. A mi esposo nunca lo he llamado Pedro, para mí siempre ha sido José (el expresidente se llama José Pedro Castillo), así lo llamo siempre. Eso que dicen es mentira”.
"El pueblo se lo pedía"
Respecto a la decisión de su esposo de cerrar inconstitucionalmente el Congreso, responde que ella no puede hablar del tema legal, que no lo conoce, pero que lo que sí sabe es que “el pueblo le pedía que cierre el Congreso en cada lugar al que iba fuera de Lima, yo he sido testigo de eso”.
Castillo enfrenta bajo prisión preventiva un proceso por rebelión y otro por corrupción. Su esposa defiende su inocencia, pero expresa sus dudas en la justicia peruana. “Tengo mucha confianza en la defensa legal de mi esposo, pero la justicia peruana es como un enemigo nuestro, entonces qué puedo esperar. A pesar de todo no pierdo la fe que haya justicia en mi querido Perú”.
La defensa legal de Castillo es llevada a nivel internacional por los abogados argentinos Eugenio Zaffaroni y Guido Croxatto. “Tengo mucha esperanza en ellos y en la justicia internacional”, dice con énfasis Lilia Paredes. “Estoy convencida que la justicia internacional va actuar según lo que es la verdad, sin odios ni favoritismos, y decidir que mi esposo sea liberado. También puede dar el visto bueno para su restitución como presidente. Él nunca se levantó en armas, ni pidió a los militares que lo hagan. No fue destituido legalmente. Los abogados están haciendo su trabajo con mucho esfuerzo y sabiduría, y sé que algún día vamos a salir victoriosos. Estoy eternamente agradecida a los doctores Zaffaroni y Croxatto”. En los próximos días se reunirá en México con ambos abogados. Croxatto ya estuvo antes en la casa de Lilia Paredes, sus hijos le pidieron que por favor saque de la cárcel a su padre.
Los cargos de corrupción
Atribuye los cargos de corrupción contra su esposo a una persecución política. Culpa de actos de corrupción en su gobierno a los colaboradores del expresidente. “Ellos son los que tal vez hicieron cualquier maldad y ahora quieren acusar a mi esposo para ponerle la responsabilidad a él. Seguramente están siendo manipulados o pagados por la derecha, por las personas que no querían a mi esposo”. Pero a su esposo lo acusan quienes fueron sus colaboradores muy cercanos. “El peor error de mi esposo -responde- tal vez ha sido la gente en la que confió. Venimos de una zona rural, mi esposo nunca ha ambicionado dinero, esas personas al verlo como alguien tan sencillo se aprovecharon de eso”.
Ella también está denunciada por corrupción, por un supuesto direccionamiento de licitaciones. “Desde un inicio se ha dado una persecución política contra mi esposo y lo que han querido es tumbarse a la familia. Por eso me han acusado sin haber cometido nada. Lo único que hice fue autorizar el ingreso a Palacio de Gobierno de un amigo de Yenifer”. Ese amigo dice que les pagó para ganar licitaciones. “A él lo acusan y dice eso para salvarse, por no asumir su responsabilidad. Eso es mentira. Yo nunca he tenido dinero, no lo tengo, nunca he sido ambiciosa de dinero. Yenifer también es injustamente acusada”.
Dina Boluarte
Sobre la presidenta Dina Boluarte dice que la conoció cuando era vicepresidenta y ministra del gobierno de su esposo, aunque nunca conversaron a profundidad. “Yo la he escuchado decirle a mi esposo que le era leal, que siempre iba a estar con él. Pero no fue así. Que ella misma evalúe eso”.
Boluarte culpa a Castillo de organizar desde prisión las protestas contra su gobierno y pretende cargarle las muertes por la represión contra esas protestas. “Me causa mucha extrañeza que ella acuse de esas muertes a mi esposo. Un niño se da cuenta que acusar a mi esposo de las muertes durante este gobierno es una burla. Se están desacreditando diciendo eso. Mi esposo no puede comunicarse ni con nosotros, solo puede hablar con sus abogados, y cuando lo hace lo están vigilando, cómo va a dirigir las protestas. No tiene sentido decir eso. Me siento mal, muy triste, preocupada, por estas muertes. Ella (Boluarte) no hizo nada por evitar esas muertes, no hace nada para que se investigue. Pero la justicia llegará”.
Racismo
La conversación termina tocando el racismo contra pobladores andinos, como ella, el expresidente y sus hijos. “Hemos sido víctimas de racismo cuando llegamos a Lima. Se burlaban de mi modo de vestir, se burlaban de mi esposo, del modo que hablamos. Venimos de la sierra y hablamos y nos vestimos distinto a los de Lima. El racismo está en gente que vive en las zonas residenciales, está en los de la derecha, que siempre han tenido la actitud de discriminarnos, de bajarnos. Sí, sentí rechazo por racismo”.