Resulta paradójico y la vez patético que la reciente reunión cumbre del denominado G7 que convoca a las principales potencias económicas del mundo se haya desarrollado en la ciudad japonesa de Hiroshima.
En efecto, fue Hiroshima el escenario del horror por el lanzamiento por parte del Estado norteamericano de la primera bomba atómica sobre el final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), días después la barbarie destructora se abatió sobre Nagasaki otra ciudad nipona.
Miles de personas murieron y otras padecieron durante décadas los efectos de la radiación nuclear.
Como señala con acierto Maurizio Lazzarato la tríada capital/Estado y guerra es la marca distintiva de la dominación y la explotación en las sociedades contemporáneas.
Estos tres factores imprimen su marca destructora de vidas por doquier.
Si observamos los efectos de la guerra en Rusia y Ucrania podemos comprender alguna de las claves de la crisis actual con posibilidades de destrucción y de autodestrucción, también la reconfiguración de alianzas interestatales que preanuncian conflictos de alta intensidad a corto y mediano plazo.
A la barbarie capitalista solo podrá frenarla la rebelión de las clases sometidas en la búsqueda por construir un orden social absolutamente contrapuesto al presente.
El internacionalismo revolucionario que elimine la dominación, la explotación y la expoliación ecocida.
Carlos A. Solero