La obra de Miguel Hernández, a 75 años de su muerte, es como un rayo que no cesa. Hay poemas premonitorios que intuyen un futuro a resguardo de las urgencias que imponía escribir “poesía de guerra”, como la llamaba Rafael Alberti. “El hombre no reposa: quien reposa es su traje/ cuando, colgado, mece su soledad con viento./ Más, una vida incógnita como un vago tatuaje/ mueve bajo las ropas dejadas un aliento./ El corazón ya cesa de ser flor de oleaje./ La frente ya no rige su potro, el firmamento./ Por más que el cuerpo, ahondado por la quietud, trabaje,/ en el central reposo se cierne el movimiento./ No hay muertos. Todo vive: todo late y avanza./ Todo es un soplo extático de actividad moviente./ Piel inferior del hombre, su traje no ha expirado./ Visiblemente inmóvil, el corazón se lanza/ a conmover al mundo que recorrió la frente./ Y el universo gira como un pecho pausado”. Miguel Hernández. La obra Completa. Poesía, teatro, cuentos y crónicas, que publicará en octubre la editorial española EDAF, recogerá 3.000 modificaciones e incorporará una treintena de nuevos textos.
El investigador Jesucristo Riquelme, catedrático de Lengua y Literatura que ha publicado más de una decena de libros sobre Hernández –entre los que se destaca Miguel Hernández. Un poeta del amor, la libertad y la juventud—, es el encargado de esta nueva edición de la Obra Completa, que tendrá unas 2.000 páginas entre textos e ilustraciones. “Se trata de una edición crítica, con notas y comentarios”, anticipó Riquelme y destacó que la obra tiene un estudio preliminar a modo de semblanza de la vida y obra del autor de los poemarios Perito en lunas (1933), El rayo que no cesa (1936), Viento del pueblo (1937), Cancionero y romancero de ausencias (1938–1941), publicado póstumamente en Argentina, y El hombre acecha, también póstumo, editado en 1981 sobre facsimilar de la primera edición de 1939; y de las obras de teatro Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras (1933), El torero más valiente –aunque escrita en 1934, permaneció inédita hasta 1986—, inspirada en la muerte del torero Ignacio Sánchez Mejías; Los hijos de la piedra (1935), El labrador de más aire (1936), Pastor de la muerte (1937) y Teatro en la guerra (1937), que aglutina cuatro piezas breves: La cola, El hombrecito, El refugiado y Los sentados.
En los años 30, el poeta se instaló en Madrid y se vinculó con Pablo Neruda –entonces cónsul de Chile en Madrid—, Rafael Alberti y Luis Cernuda, entre otros. El clima anticlerical de la intelectualidad madrileña y la influencia de Neruda preludiaron el eclipse de la fe religiosa de Hernández, quien se afiliaría al Partido Comunista Español. Durante la Guerra Civil (1936–1939) apoyó de forma activa y constante la causa republicana desde el mismo frente; participó del Congreso Internacional de Intelectuales Antifascistas de 1937 en Valencia y se incorporó al ejército republicano. Quizá la faceta teatral haya sido eclipsada por la lírica. Las representaciones de sus primeras obras de juventud fueron frecuentes, organizó un grupo teatral, escribió sobre teatro y actuó en el grupo teatral “La Farsa”, que se presentaba en la Casa del Pueblo y Centro Católico de Orihuela, donde nació el 30 de octubre de 1910. Como señaló Concha Zardoya (1914–2004), amiga y biógrafa del poeta, Hernández admiraba a Federico García Lorca, a quien consideraba “un modelo de artista total”. Leyó a Lope de Vega, viajó a Leningrado en 1937 por el V Festival de Teatro Soviético. En tiempos de la II República y durante la Guerra Civil era frecuente el viaje a Rusia. La Unión Soviética representaba para los intelectuales y artistas de izquierda el espejo donde mirarse y era considerada “la patria espiritual de los trabajadores del mundo”, como escribió Hernández.
La edición que lanzará EDAF contará con introducciones a los cuatro géneros a los que alude el título de la Obra Completa: poesía, teatro, cuentos y crónicas. Mercedes Rodríguez Pequeño, de la Universidad de Valladolid, en un trabajo sobre la pieza El torero más valiente, recuerda que cuando la Guardia Civil detuvo al poeta, él llevaba unos papeles con los nombres de los personajes de una obra de teatro que estaba preparando: El Bragado, León Gallardo, Ceporro, El Boquinegro, La Frescuela... y ante esta información la Guardia Civil consideró que se trataba del jefe de una cuadrilla de dinamiteros. La última vez que se publicó la obra completa del poeta alicantino fue en 1992, hace 25 años, por Espasa Calpe. Riquelme afirmó que esta obra ha sido totalmente revisada, corregida y ampliada y que ha realizado más de 3.000 modificaciones “a aquel ingente y necesario trabajo”. La principal novedad es la inclusión de una treintena de nuevos textos hasta el momento no recogidos en ninguna publicación anterior, y múltiples correcciones y añadidos de versos y fragmentos mutilados y omitidos en otras ediciones. Cuando murió a los 31 años, en la madrugada del 28 de marzo de 1942, en la enfermería del reformatorio de Adultos de Alicante –donde lo recluyó la siniestra dictadura de Francisco Franco—, el austero ataúd de pino con sus restos mortales fue llevado al hombro de sus compañeros de cárcel. “Que mi voz suba a los montes/ y baje a la tierra y truene,/eso pide mi garganta/ desde ahora y desde siempre”, cantó Hernández, un poeta que declaró su compromiso irrevocable a favor del pueblo, a quien deseaba defender “con la sangre y con la boca”.