(Enviado especial a Shanghai)
No es habitual un termómetro tran exigido en la época, pero el mercurio tocó los 36 grados en Shanghai en la previa al desembarco de Massa y Máximo Kirchner en una ciudad que vive, en su centro neurálgico, con una intensidad pocas veces vista en las grandes metrópolis. Es lunes por la noche y en la peatonal Nanjing, que serpentea entre rascacielos y locales comerciales hasta desembocar en Pudong (Rivera del Este, en chino), se mueve una marea de gente como si fuera un fin de semana. Todos caminan hacia una locura de luces que disparan barcos que navegan en el Río Huangpu y rascacielos financieros en Pudong, una zona cortada por la vía navegable y en la que destaca un edificación emblema: la Torre de la Perla del Oriente, una torre de telecomunicaciones que mide casi 500 metros y que es característica por sus dos esferas y un torre en punta.
Lo curioso de la postal no sólo es que haya una marea humana un lunes laborable y cerca de las 21 horas, sino que casi no se rostros no occidentales. Es más bien una peregrinación de los locales a una especie de meca moderna, dado que no tiene el lugar demasiados años en los libros de historia.
Según conocedores y baqueanos de Shanghai que hablaron con PáginaI12, a la noche la ciudad vive a un ritmo más alto que a la luz del sol. A los fines prácticos de la comprensión, es una zona que parece más una Nueva York oriental que alguna otra capital histórica. Contrasta incluso con Beijing en la forma de expresarse en público. Una plaza plagada de jóvenes, muy cruzados por la cultura pop del manga y el comic (hay una sobreoferta de locales de venta de juguetes, ropa y material de lectura, además de carteles luminosos en casi todas las esquinas) donde reinan los celulares, las cámaras y las selfies y donde se manifiesta una cultura que para el occidental no tiene comprensión posible: en la calle, buena parte de la gente, sobre todo jovenes, piden tomarse fotos con occidentales, hasta selfies, y tras sacarlas le muestran al fotografiado convidado cómo quedó la captura del momento, que se vive con total naturalidad. Es una costumbre que ocurre mucho en otros grandes centros turísticos chinos: donde se ve más fuerte es la Plaza Tiananmen y en la Ciudad Prohibida, dos hitos de Pekín.
Todo ocurre con intensidad hasta que, cerca de las 10 de la noche, cierran los comercios y de manera más que ordenada la marea humana se desarma y las calles se vacían a cero. Otra rareza, la higiene y el cuidado: en una peatonal en la cual costaba caminar, no había un papel tirado. Y no es un eufemismo.
Precios y dólares
En Shanghai, como en muchos lugares del mundo, no se usan dólares en el comercio convencional. En las casas de cambio, además, rechazan los dólares de "cara grande" y sólo aceptan los nuevos, con la "cara chica" de los próceres estadounidenses o bien aquellos con nuevas medidas de seguridad.
Todo es caro en la región y especialmente en Shanghai, donde comer una hamburguesa fuera de una de una de las cadenas famosas puede costar no menos de de 7000 pesos argentinos, unos 100 yuanes. El experimento de comer en la calle es más económico pero es una aventura que pocos se animan a tomar.
La situación cambiara contra la divisa estadounidense es de 7 yuanes por dólar. Qué se compra con 7 yuanes? Casi nada.