El experto en Ana Frank y cardiología estuvo impreciso. “Un pibe más que está preso”, se alegró Esteban Bullrich al repasar los avances de cada día. Pero si en la Patagonia Santiago Maldonado no aparece, Bullrich deberá hacer esta precisión: “Y también un pibe que fue secuestrado”. Podría agregar el ex ministro de Educación y candidato a senador: “Cambiamos. No aflojemos. Cambiemos”.
La sinceridad de Bullrich se superpone con una operación de acción psicológica en marcha. Intenta demostrar que la Argentina corre el riesgo de que emerja un grupo anarquista basado en la acción directa. Sería violento, poseería poder de daño y tendría raíces en la comunidad mapuche. La operación tiene voceros en el gobierno nacional y también en el de Chubut, donde Mario Das Neves quiere hacerse popular descubriendo guerrilleros en la nada. Los ayuda un experto televisivo dominical especializado en la humillación de sectores vulnerables. Antes, con el Polaquito, se dedicó a los chicos. El último domingo se ocupó de los indios cabreros.
El nuevo fantasma se llama RAM. No se trata de la Random Access Memory, que se encarga de alimentar a los sistemas operativos, sino de Resistencia Ancestral Mapuche, un supuesto grupo que reivindicaría la construcción a la fuerza de un Estado propio, independiente respecto de Chile y de la Argentina.
Obviamente puede existir un RAM. Incluso es posible que sus miembros usen palos y piedras. O que a veces se encapuchen. No es lo que hacen los movimientos sociales mayoritarios, porque saben que esa imagen les juega en contra, pero nadie puede descartarlo. Sin embargo, suena disparatado pensar en una guerrilla con logística disponible en ambos lados de la cordillera. Los Carabineros chilenos y la Gendarmería argentina son fuerzas poderosas, equipadas, dotadas de servicios de inteligencia con alto grado de penetración. ¿Dejaron que un grupo al estilo de las milicias kurdas se formara, se entrenara y se pusiera en acción y nunca supieron nada? ¿O, más bien, será que pueden existir militantes radicalizados pero distan de ser peligrosos terroristas que afectan el monopolio estatal de la fuerza? Es como si Mauricio Macri tomara literalmente a los anarquistas y gritase: “¡Voy a impedir la disolución del Estado!”. Y después, encima, ordenara encarcelarlos.
Cuando Raúl Alfonsín era presidente temió que el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, un grupo armado de la izquierda chilena, se desarrollara también de este lado de la cordillera. Supuso que pondría en riesgo la democracia frágil y habló con Fidel Castro para que los apaciguara. Y Fidel lo hizo. Ninguno de los dos gritó. La solución fue discreta.
Néstor Kirchner le prestaba mucha atención a la protesta piquetera. Por un lado ordenó que la Policía Federal no llevase armas a las manifestaciones. Por otro lado armó un equipo de prevención dirigido por Rafael Follonier y formado por Sergio Berni, Héctor Metón y Darío Díaz para negociar en cada punto de conflicto sobre la base de una construcción previa de confianza.
Cuando un gobierno quiere hacer política y desarmar cucos o negociar para evitar que los conflictos escalen, puede. El problema es cuando no quiere. O cuando directamente quiere armar cucos. Ése fue el contexto político en que la Policía Bonaerense secuestró y mató a Miguel Bru, en 1993. El 17 de agosto se cumplirán 24 años del día en que fue torturado hasta la muerte. Después la patota hizo desaparecer el cuerpo. La cúpula de la Gendarmería, como la jefatura de la Bonaerense, no tiene una foja de servicios muy limpita que digamos. Carga con la participación en la represión de puebladas (la que mató hace 20 años a Teresa Rodríguez, por ejemplo) y hasta con la muerte de los 42 gendarmes que se desbarrancaron en Salta cuando iban hacia Jujuy por pedido del gobernador Gerardo Morales. Ocurrió el 15 de diciembre de 2015. Cinco días después de la asunción del actual Presidente.
Cambiamos. No aflojemos. Cambiemos. Un pibe más o un pibe menos se resuelven fácil: agregale RAM.