"Claudia Chamudis crea, con una lírica exquisita, la voz imposible, la perdida para siempre", anuncia Gabriela Cabezón Cámara en la contratapa de la novela Y que el río se lleve todo (Santa Fe, Palabrava, Colección "La punta del iceberg", 2023). Primera obra en este género de la autora santafesina radicada en Empalme San Carlos -quien avisó de su existencia en una entrevista por Radio Nacional a fines del año pasado- Y que el río se lleve todo lleva un título santafesinísimo que tácitamente invita a ser releído como maldición. En sus magros y bellos capítulos alternan dos voces. Una es la del relato en tercera persona desde el punto de vista de Iyatäé, una mujer mocoví cuyo nombre es el de la estrella del medio de lo que los españoles llamaron "las tres Marías". La otra, un poderoso "nosotros" que aúna a todos los seres sintientes del monte donde ella vive.

Chamudis escribe prosa con la condensación de la poesía. Se para de modo muy creíble en la cosmovisión de los pueblos originarios y reescribe desde allí la historia del jesuita Florián Paucke y la reducción de San Javier, en el siglo XVIII. Hay entre los autores de la región una pasión por ahondar en la historia que los lleva a investigar y a lograr, como esta autora en esta novela, una reconstrucción del pasado borrado que hubiera sido un presente posible, de no mediar un genocidio. Amortajando en decoro clásico el dato sangriento, Chamudis se centra en el eros de lo vivo, creando un fuerte contraste con la aridez del mundo blanco. En lo narrativo, el conflicto se resuelve fácilmente en un final previsible, pero es indeleble la huella que dejan estas estaciones de un camino que guía hacia adentro del monte y de sus habitantes, enlazados espiritualmente entre sí. La violencia cultural de la colonización es narrada con la convicción de una voz ficcional que la resiste. Como en aquella otra novela argentina de la resistencia que es El vuelo del tigre (1976), de Daniel Moyano, las estrategias son tan eficaces como invisibles para el amo que oprime a los personajes, en diversas etapas del mismo proceso histórico.

Lejos de la mirada colonizada del realismo mágico, está naciendo en Santa Fe y otras provincias del nordeste lo que hemos llamado en estas mismas páginas un realismo expandido: uno que narra con naturalidad la existencia de mundos invisibles y almas en las piedras, la tierra, las plantas y los animales. Mercedes Bisordi, Gustavo Farabollini, Franco Rosso, Selva Almada (en cuyo taller de los lunes amasó pacientemente Chamudis esta novela) y Gabriela Cabezón Cámara (a cuya clínica de obra agradece la autora el "golpe de horno" y que respalda desde la contratapa su libro "hermoso" y "necesario") podrían incluirse en esta tendencia, como también algunas obras de ficción de Pablo Bigliardi (cronista bonaerense/rionegrino radicado en Rosario). Algunas fábulas de Ursula K. Leguin se podrían emparentar también con esos misteriosos pasajes al final de cada capítulo, donde, como el coro de la tragedia griega, los habitantes del monte susurran en una voz colectiva. ¿La madre del invento sería Sara Gallardo, con Enero y Eisejuaz? Los dibujos y los diarios de Paucke, editados por Espacio Santafesino, fueron el disparador de la obra. En 2022, Chamudis ganó un premio por un cuento al que tituló como su canción favorita: "Oración del remanso", de Jorge Fandermole.

Magíster en Semiótica, Chamudis es maestra en el procedimiento de singularización que -según la teoría literaria formalista rusa- desautomatiza la percepción y nos hace ver de nuevo las cosas por primera vez. "Los que volvieron traen regalos: unos collares hechos de piedras redondas y blancas, maíz y una hierba seca partida en hojas pequeñas. La ponen en una vasija y le echan agua caliente, para tomar de a un traguito cada uno", escribe, sin apartarse una línea de la mirada de Iyatäé. "En el tiempo de antes nosotros hablábamos con nuestros hermanos en su misma lengua y podíamos cambiar de piel y ser hombre, mujer, zorro, serpiente o tucán", dice el monte. "Somos nosotros hojas que se sacuden con el viento y somos viento. Somos el cuero que sujeta las vísceras del tigre y somos el cuero que ahora envuelve el cuerpo del cazador", insisten. La bella prosa desgrana palabras en mocoví: nogoio, "el canto que cura el corazón"; netanec, "señas".

La unidad subyacente a la diversidad se expresa en un tono sereno de incredulidad ante la religión de los blancos: "Nunca podría un dios tan débil, como ese hombre pálido que está en la cruz, haber hecho tanto trabajo. Ella sabe que los espíritus construyen todos juntos". El libro se consigue en la tienda online de la editorial