🌎 Desde la ciudad de Santa Fe, provincia de Santa Fe
Cómo se crea una escena musical. Cómo aparece, de cuánta gente necesita. Cómo se la delimita, qué la distingue de otras, qué aglutina a sus exponentes. Con qué pasados conecta, qué futuros anticipa. En qué lugares se expresa, con qué apoyos cuenta, qué luchas da en su territorio. Qué es, en definitiva, una escena musical local, o regional.
En las últimas décadas, y sin dudas gracias a internet, asistimos al surgimiento y a la popularización a pequeña y mediana escala de música nueva proveniente de escenas que traspasaron sus fronteras (ríos, montes, cercos, rutas) y lograron federalizar su propuesta. De los polos clásicos de La Plata o Rosario a los esplendores indies de Mendoza, La Pampa, Córdoba, la Patagonia o el NOA. En ese vaivén, una de las ciudades más longevas esperó pacientemente mientras sus exponentes afinaban: Santa Fe.
De El limonero real de Saer al liso de birra y de la última reforma constitucional a la cumbia con acordeón, ni la provincia ni la ciudad de Santa Fe carecen de peso en la cultura argentina. El arte santafecino reúne lo sofisticado y lo popular, con psicodelia natural, litoraleña, y poesía de alto vuelo: eso transpira tanto en el disco en vivo de La Cruda en las Fiestas del Fin del Siglo como en el zarpado mural del Messi Campeón del Mundo que está pintando Cobre, a escala edificio. Será algo en la humedad del aire, algún talento sempiterno y movedizo que trae el camalote hasta la costa.
Sin embargo, mientras otras escenas iban ganando tracción federal en las cambiantes oleadas musicales de los últimos 30 años, los exponentes santafecinos aparecían más bien aislados: ahora Cabezones, ahora La Cruda, ahora Sig Ragga, ahora las Bertoldi.
Salvo por el desembarco bonaerense de la cumbia santafesina, con Los Palmeras, Trinidad con Leo Mattioli o Grupo Cali, la toma de estado público venía quedando a merced de casos excepcionales, y no tanto de escenas o comunidades de bandas. Como sí le ha pasado a la cercana Rosario, con su trova o su movida rocker cancionera. Pero eso podría estar cambiando en la escena alternativa con el clic que se dio durante la pandemia entre músicos y músicas jóvenes de Santa Fe. Una pendejada con ganas de hacer canciones que empezó a emerger en cuarentena, con la ñata contra la pantalla.
► Los tuyos con los míos
Por estos días, Santa Fe es un invernadero de bandas que alimentan una nómina que ya era lo suficientemente añeja y ecléctica para ir de Ariel Ramírez a Pancho y la Sonora Colorada, pasando por Cacho Deicas, Suma Paz o Fernando y Gabriel Ruiz Diaz. Hoy no resulta difícil armar un listado de 100 o más proyectos nuevos, en actividad, integrados por veinteañeros, veinteañeras e incluso sub-20. Pankky, por ejemplo, es un guachín de 15 años que hace hyperpop desde su celular. Mientras que Lucas Méndez, que porta un barbón patrio y maduro, compone tangos nuevos desde su bandoneón para Vaho.
En muchos casos, son chicxs que se topan con instrumentos desde temprano, en casa, gracias a la evidente presencia de la música en la ciudad. Y que llegan a sus primeras grabaciones ya equipados de forma envidiable, con el hambre de data y trajín que es norma en las escenas emergentes de todo el país. Pibas y pibes que manejan muy bien la computadora, el celular y las redes sociales, y que componen sus propias canciones. Hay incluso quienes entraron a la banda municipal, o ya trabajan como sesionistas; y quienes saben de las decepciones de una banda que se desarma o una fecha sin gente.
Una cofradía de guachos, para resumir, que se junta más allá de la cajonera de géneros, para colaborar, producirse o grabarse entre sí. Hay bandas búnkeres, ya armadas y trancadas, como el trío electroprog y performático ACB, los shoegazers Anajunno, los alternativos Famélicos o el combo de free rap Jazbe & The Palta Vibes. Pero también abundan casos de pibas que tocan el bajo en dos o tres bandas; de flacos que baten parches en tres o cuatro; de chicas que hacen coros en una, voz principal en otra, tiran las pistas en otra más y le filman el show a la banda de sus amigues o actúan en el video de otra banda más.
Conjuntos como La Chica del Cumpleaños, Cada Cual, Código Inverso, Proyecto Ity, TaxiClan o Malta Caramelo, y solistas como Ouper, Agos Firpo, Seba Stamati, Yordi o Tomajok, se entremezclan, cambian instrumentos, crean nuevas bandas, estudian o ranchean en compañía. Y si un día o una noche no andan en ninguna de ésas, están ahí abajo del escenario agitando, como pasó durante todo el fin de semana pasado en el Festival Santa Fe Capital de la Música, en la imponente Estación Belgrano.
► Próxima Estación
La Estación Belgrano es una mole de concreto y acero construída hace casi un siglo, de frente al Boulevard Gálvez, a pocas cuadras del Puente Colgante sobre el Río Santa Fe. Ahí, hasta 1993, los trenes de la Línea Belgrano llegaban y partían hacia Retiro, Córdoba, Resistencia y varias localidades santafecinas. Hace 15 años que el edificio está siendo restaurado y puesto en valor por la municipalidad local, que tiene algunas dependencias allí y además programa actividades culturales gratuitas, como este Festival SFCdlM.
Hoy la Estación Belgrano se siente como una mezcla de la renovada Plaza Constitución porteña, con el look sencillo pero cinematográfico de la Union Station de Los Angeles y un sistema de oficinas, salas museo y de conciertos, liceos de idiomas y espacios de usos múltiples que resuenan al CCK. La Estación ocupa algo así como la empuñadura del Boulevard y es un ícono del barrio Candioti; una zona bastante cheta, sí, pero ni expulsiva ni exageradamente pretenciosa. Zona de buen morfi, además, con el menú contundente de Paladar Negro liderando todo con su épica milanesa de bife de chorizo.
Justo frente a la estación hay una glorieta (LA glorieta del Boulevard) donde hace algunas semanas, para La Noche de las Ideas, como tantas veces antes, se presentó un coro. También son habituales los shows en la fachada, de cara al sur, casi pecheando hacia el casco histórico, como el del intrépido octeto de Nico Sorín en el mismo evento. El espacio es realmente multipropósito en lo que tiene que ver con la cultural local: allí también se graban videos, como el reciente de Ouper, Chino Mansutti y Valen Macagno.
El fin de semana pasado, para el SFCdlM, todo se concentró dentro de la Estación, en el viejo espacio de andenes reacondicionado como un terraplén cubierto y grande, muy grande. Cojudo escenario, canchita de básket, pista de roller y bici, hilera de food trucks incluyendo birras y tragos (con desmadre cero en una ciudad que tiene política de alcohol cero al volante) y espacio para infancias.
De fondo las vías viejas, la noche y el viento.
► El capital de la música
Pasaron 18 mil personas en cuatro días de shows, con 21 bandas y solistas en escena, desde combos multitudinarios y bandas emblemáticas hasta pibes del programa municipal de Mentorías, que en algunos casos tocaban por primera vez de frente a un mangruyo y en general debutaban ante los públicos de varios miles. De flamantes proyectos locales como los trap rockers Código Inverso o el dúo folk volador Nalú a referentes de la movida local como Toponauta o Parteplaneta, pasando por bandas federales invitadas como los mendocinos Gauchito Club, las patagónicas Fémina, o las Kumbia Queers, del AMBA.
En el primer piso, que después fue de camarines, el jueves hubo una apertura con acústico de Cabezones en la Sala Ramírez. Después, en la Sala 5, la sala espejo en la otra punta de la mole, encima de un bar con buen morfi y buena birra en pinta o en vaso liso, hubo un show 360º de Experimento Negro. Fue flasherazo lo del grupo del Negro González, cantante de La Cruda, banda emblemática del rock independiente de Santa Fe City. También durante el finde se hizo el cierre de la muestra FAN, después de varias semanas de exhibición, que incluyó una charla íntima con Nora Lezano en la que habló sobre sus procesos creativos, sus comienzos y los desafíos de la fotografía.
"El festival no fue un punto de llegada sino un eslabón más de una cadena de acciones y políticas culturales públicas con las que buscamos fortalecer el ecosistema de nuevas expresiones musicales en la ciudad, que dialogan entre sí más allá de géneros y edades", explicó el Secretario de Educación y Cultura de la ciudad, Paulo Ricci. "Es una cadena formativa, de perfeccionamiento y de distribución de la comunidad musical santafecina, haciendo también el intento de ponerla a dialogar con bandas nacionales." El aporte se siente de doble vía: estos pibes tienen para aportar una mirada distinta, una tonada particular, una forma de escribir y de tocar, una identidad expansiva.
El músico y escritor Agustín de Azcuénaga es el programador del espacio y la cabeza del equipo de producción, como subdirector de Programación de Espacios Culturales de Santa Fe. "Hay algo que se mantiene en las generaciones de músicxs de la ciudad, que es la variedad compositiva. Si bien tenemos en la cumbia y el folclore litoraleño una identidad marcada, es una ciudad que toma numerosas y variadas influencias para componer su capital artístico", evalúa Agustín, que lleva décadas en la bohemia de la ciudad. De a ratos parece como si cada santafecino y santafecina lo conociera. Y entre él y Luciano Chano Casas (que es músico, trabajador de la Secretaría, supervisa la técnica y hace el enlace con la movida local) nada pasa desapercibido: apuntan que hubo 104 personas trabajando en el festival, más 102 músicxs en escena.
► Saltar las fronteras
Nalú, ACB Trío, Agos Firpo, Código Inverso, Proyecto Ity y Vaho tocaron en el festival como parte de su participación en el programa de Mentorías que lleva adelante la misma Secretaría, con diseño y cordinación del productor, ingeniero y sonidista Bautista Tatu Estela (creador además de la experiencia pionera de Taringa! Música). Fueron los seis proyectos elegidos por la local Lula Bertoldi y el visitante Nicolás Sorín, de entre 24 bandas y solistas que desde comienzos de año reciben capacitación e instrucción, con charlas, debates y talleres con cantantes, productores, periodistas y trabajadores de la industria musical, además de ensayos abiertos con devoluciones y un proceso de capacitación para los shows en vivo, la imagen grupal, la producción y la autogestión.
"El programa de Mentorías no tiene el ánimo de enseñarle nada a esta generación de pibes que tiene todo ganado, sino traer a esas juventudes a un diálogo con lo que está pasando en el país, en la industria. Tiene que ver con acercar oportunidades a bandas nuevas pero también entender cómo se mueven y qué problemas tienen", explica Tatu. "Además de alguna herramienta o algún pensamiento un poco más masticado, cada cual se llevó conocer a su par de al lado, a sus colegas. Ese diálogo es alucinante."
Desde la Secretaría, Agustín de Azcuénaga concluye que el programa de Mentorías contribuyó al "encuentro entre jóvenes compositores que entendieron que formar comunidad los hace más fuertes y visibles". En ese sentido, dice que "si bien los tiempos han cambiado y la autogestión es una variable bastante olvidada en la música, la idea es recuperar ese espíritu autogestivo pero con herramientas sólidas, profesionales". Una cosa hecha con amor, con criterio y sin alharaca, como las empanadas y milanesas de pescado de Don Carmelo, a media hora al noreste de la Estación, a la vera de un afluente que conecta al Arroyo Leyes con el Río Colastiné.
"Es una escena hermosa de pibes con mucha pila, muy permeables, muy compañeres, con mucha vida y una sed hermosa; una escena muy pícara, muy rápida para tomar consejo, que cambia y muta y es increíble todo lo que va generando", les reconoce Tatu. "Son una generación sin fronteras", define. Y como tal, es inevitable que pronto empiecen a rodar por todo el país.
Pero cosas siempre faltan: la mayoría de las bandas señalan la necesidad urgente de contar con más espacios, de que se les permita gestionar y programar escenarios, y de que la oferta de lugares para tocar sume opciones privadas por fuera de Tribus Club de Arte, un lugar emblema, que centraliza gran parte de la oferta de recitales, y que a veces termina copado por bandas y solistas de otros lados, que andan de gira.