Cuando me preguntan cómo era ver a los Redondos en los bares y pubs porteños a mediados de los ’80 siempre pienso en la película Calles de fuego, de Walter Hill. Más específicamente en el grupo que toca en Torchie’s, el boliche rockero donde los motoqueros machotes y malos tienen secuestrada a la protagonista. No se si sería exacto decir que los Redondos sonaban así, pero no hubiesen desentonado arriba de ese escenario y entre esa gente: no me cuesta nada imaginar al Indio gesticulando al cantar como siempre me fascinó ver a Phil Alvin hacerlo al frente de los Blasters cada vez que vi Calles de fuego desde entonces, y les aseguro que no fueron pocas. Hagan la prueba, cuando suena One bad stud imaginen Ñam fi frulifalifru --de su primer disco, esa es la época de la que estamos hablando-- y verán que calza perfecto. The Blasters era la banda de los Alvin: Phil, el cantante y hermano mayor, y Dave, el menor, guitarrista y compositor de los temas. Para llegar a convertirse en lo que terminó siendo --uno de los grandes cantautores callejeros de su generación rocker--, Dave tuvo que alejarse de Phil y la banda que crearon juntos. Aquel hermano cuatro años mayor desde siempre fue dueño de una voz destacada, era al que convocaban al coro de la iglesia mientras que a Dave le pedían que por favor no cantara, así que cuando formaron la banda obvio que Phil quedó al frente. Siempre me impresiona algo que alguna vez contó Dave: que cantaba sus canciones una y otra vez hasta que estaban listas, y después lo hacía nuevamente en la sala de ensayo hasta que el grupo se las aprendía. Pero a partir de entonces no las cantaba nunca más: pasaban a ser de su hermano. Por eso es que Dave se fue de los Blasters, pero como era buen hermano y a fin de cuentas siempre sería parte del grupo --y como el contrato que tenían entonces le permitía a la discográfica rescindirlo en el caso que uno de los hermanos lo abandonara--, compuso los temas para el primer disco que tuvieron que grabar sin él. Corría el año 1986 y el productor era Nick Lowe, que hizo entonces dos cosas que, asegura el menor de los Alvin, le cambiaron la vida. La primera fue explicarle que uno de los temas que había compuesto para ese disco no estaba en el registro de su hermano, así que no lo podía cantar: tenía que cantarlo él. Y la segunda fue que, cuando intentó explicarle que no podía cantar, Lowele respondió que él tampoco podía pero que de alguna manera se había ganado la vida haciéndolo. Una respuesta --un consejo, en realidad-- que Dave nunca olvidó. El tema del que estaban hablando lleva por nombre 4th of July, una balada punk que acompañó a su autor durante toda su carrera. De hecho, aquel disco de los Blasters producido por Lowe nunca se editó, y como por esa época el guitarrista había reemplazado a Billy Zoom en X, la banda de John Doe y Exene Cervenka, aquella canción tuvo su primera versión en Seehowwe are (1987), el sexto disco del grupo. Lo canta Doe --que sí podía hacerlo--, acompañado por Exene, claro. Desde entonces, si bien nunca fue un hit, se convirtió en un clásico, un retrato desde el otro lado de cualquier ciudad y también el otro lado de cualquier relación. Un tema en que el narrador llega a casa, pero no recibe la clase de beso que esperaba. “Solo en las escaleras me fumo un cigarrillo/ abajo los chicos mexicanos están tirando fuegos artificiales”, se puede escuchar a Dave Alvin cantar en la que tal vez sea su mejor versión, incluida en su cuarto disco solista, el hermoso y acústico King of California (1994). Para terminar esta historia sólo queda aclarar que, en estos días, el hermano menor ya no necesita alejarse de su hermano mayor. Es más, desde hace más o menos una década --cuando comenzaron los problemas de salud de Phil-- han vuelto a andar bastante cerca, incluso editaron más de un disco juntos: fue todo un éxito el que homenajea al blusero Big Bill Bronzy, uno de sus ídolos musicales de la infancia. Por estos días, publicó en sus redes un mensaje de agradecimiento a los que habían aportado a la cuenta de su hermano en Sweet Relief --una organización que se dedica a pagar las cuentas médicas de los músicos, que no suelen tener obra social--, ya que a comienzos de año debió pasar un tiempo internado y por ahora no podrá volver a ganarse la vida sobre un escenario. Dave también sufrió lo suyo durante la pandemia, ya que debió atravesar un cáncer y llegó a temer por lo mismo. Por suerte pudo superarlo, y ya está anunciando una nueva gira, compartiendo cartel con Jimmie Dale Gilmore. Pero a los 66 años sabe lo frágil que es todo. En las entrevistas que dio recientemente explicó que el gran problema no es el cáncer sino atravesar los tratamientos necesarios para combatirlo, que dejan al paciente con pensamientos sombríos. Cuenta que cuando estaba en sus horas más negras siempre trataba de retornar a los momentos luminosos de su vida, como uno que recordó en un hermoso texto incluido en New Highway, el libro de poemas y memorias que publicó el año pasado, aún sin traducción al castellano. Allí evoca aquel primer paladeo de la libertad que sintió de adolescente, en la parte de atrás de un camión, yendo a ver por primera vez a Freddie King, otro de sus héroes. “Fue durante una larga noche de verano, dados vuelta después de probar por primera vez un porro, viajando pegados a la cabina y agarrándonos de donde podíamos ya que no había ninguna baranda”, escribió Dave. Cada vez que le preguntan cómo atravesó su lucha contra el cáncer, responde que una de las maneras fue querer sentir lo mismo que esa noche, para siempre. “No me importaba si tenía que quedarme en el hospital cinco días por semana. En algún momento, volvía a estar otra vez en la parte de atrás de aquel camión”.
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