Marx puede esperar 8 puntos
Marx può aspettare, Italia, 2021
Dirección y guion: Marco Bellocchio.
Duración: 96 minutos.
Intérpretes: Alberto Bellocchio, Letizia Bellocchio, Piergiorgio Bellocchio, Marco Bellocchio.
Estreno en Mubi.
Desde su ópera prima, I pugni in tasca (1965), aparecen en la obra del piacentino Marco Bellocchio familias disfuncionales, locura en el seno familiar y suicidio. No es gratuito. Como un viaje al origen, y también como una expiación de demonios grupales, en el documental Marx puede esperar Bellocchio (81 años en el momento de la realización) convoca a los sobrevivientes de su familia para investigar, en conjunto, la génesis y desarrollo de esos hechos, al interior de los Bellocchio. El resultado es tan iluminador y doloroso como puede serlo una terapia grupal en carne viva.
“El protagonista de esta película es Camillo, el ángel”, dice Bellocchio, aunque parece más apropiado pensar que Camillo es el centro (ausente) de la película, con la familia como protagonista, y Marco el narrador y a la vez actor secundario de relevancia. Hermanos mellizos, ambos eran miembros de una familia tan amplia como solían serlo las católicas muy creyentes. Siete hermanos, de los cuales dos ya no están: el mayor, Paolo, y uno de los menores, Camillo. Reciben tratamientos disímiles: mientras que Camillo es el núcleo del film, la incógnita a despejar, a Paolo, el loco de la familia, se le dedican apenas un par de referencias. Aunque su rol, como es lógico, debe haber sido importante. La película funciona, en ese sentido, como la habitación vedada que en otro tiempo las familias solían destinar a sus miembros más desajustados.
Esto no quiere decir que Camillo no sufriera un desajuste, sino que no estaba loco. Era frágil, y terminó pagando trágicamente esa fragilidad. El testimonio de los cuatro hermanos de Marco y Camillo construye su figura. Apuesto y bromista, pero sumido frecuentemente en la melancolía, a diferencia de sus tres hermanos varones, que supieron definir tempranamente sus respectivas vocaciones (uno, la política, el otro el sindicalismo, Marco el cine), Camillo no logró hacerlo. Eligiendo primero un oficio que no era para él, tardíamente optó por estudiar Educación Física, recibiéndose como profesor. Pero esa elección no parece haberle evitado la pena que lo invadía. Ni eso, ni haber establecido una relación de pareja que, a juzgar por una carta postrera, le sumó dolor.
En una escena de I pugni in tasca, el personaje del hermano menor pasa la mano por delante de los ojos de la madre, que no lo ve: es ciega. Un psiquiatra a quien Bellocchio interroga conjetura que lo mismo le pasaba a Camillo: la madre no lo veía. Estaba demasiado ocupada con el cuidado de Paolo. Los hermanos tampoco parecen haberlo visto, y en forma explícita o tácita asumen una culpa en relación con la trágica decisión del hermano menor. Quien conozca la dinámica de los hermanos mellizos sabrá que funcionan como un sistema de espejos, de tal modo que cuando asume tempranamente una identidad, al otro le cuesta hacerlo. Parece haber sido el caso.
Consciente de que el tema que trata es absorbente, la puesta en escena de Bellocchio es de lo más sencilla, prescindiendo de “toques” personales (salvo la aparición de una figura que funciona como la de un fantasma, en el último plano de la película). Sí usa el montaje de modo dialéctico, tomando el legado de Sergei Eisenstein, al dejar que se desprenda un sentido del choque de dos imágenes. Contrapuntea con planos de sus películas más ligadas con su biografía y la de su familia. Se opone a sí mismo, trabajando en el set de rodaje de una película de la época (no se detalla cuál), con Camillo, de bromas con sus amigos.
Las relaciones que establece no son solo familiares. Desde el balcón, Mussolini anuncia, con característico desborde actoral, la declaración de guerra a Gran Bretaña y Francia, y Marco y Camillo, por entonces dos bebés, lo observan desde una foto con expresión de asombro. De modo semejante, una apelación del papa Pîo XII -acusado en su momento de complicidad con el fascismo-, tan teatral como la del Duce, remite al carácter beato de la madre de los Bellocchio. Ambas, junto con imágenes de mayo de 1968, subrayan el contrapunto con la política, otro interés que Camillo no compartió con sus hermanos. De allí el título de la película, una frase que Camillo dijo a Marco en sus últimos tiempos, cuando tenía asuntos más urgentes que resolver que la hermandad del proletariado, tal como los hechos terminarían confirmando.