Transcurría la mitad de la sesión cuando el Sr. P comentó que la noche anterior había tenido un sueño que seguía recordando y se preguntaba por qué. Hasta ese momento, se había dedicado a hablar de sus viajes a distintas provincias del país, aunque tampoco tenía una razón clara para hablar de ello.

El sueño, según sus palabras, era el siguiente: “Estaba paseando por Europa, recorriendo distintas ciudades de los países más importantes, pero me encontraba en un castillo de la Edad Media, que tenía tres pisos y ocupaba, más o menos, una manzana. La planta baja tenía la puerta de acceso, en el primer piso se hallaban los dormitorios, en el segundo piso había salones de reuniones y habitaciones utilizadas como escritorios y en el tercer piso se encontraba un living donde se servía la comida. Ese día conversaba sobre las vacaciones que estaba pasando, mientras comía”.

Luego de relatar el sueño, permaneció en silencio en el diván. Fue entonces cuando dije que no estaba seguro de haber comprendido toda la escena del sueño y agregué que podría hacer algunas preguntas. Pidió que las hiciera.

Así las cosas, pregunté: “¿Sus vacaciones las estaba pasando en ese castillo en la Edad Media y su recuerdo es que se encontraba en lo más alto del castillo?”. Respondió que sí. “Es decir, Ud. recuerda estar en una época pasada, hace mucho, en la cúspide”, estaba recapitulando, cuando el Sr. P interrumpió: “¿Usted me quiere decir que el futuro, para mí, siempre es peor que el presente y que lo pasado?”. Luego de un largo momento de silencio verbal y de mirada expectante del Sr. P, pregunté: “¿Es eso lo que usted rescata de la pregunta?”. Rápidamente, el Sr. P reclamó: “No se puede rescatar otra cosa. Después de su pregunta, entiendo cada vez menos. Me pone mal...”. Se reiteró el largo silencio. “¿Usted me quiere decir que antes de que yo preguntara estaba mejor que ahora?”, intervine. “¡Uh! ¡¿Otra vez con lo mismo?!”, clamó el Sr. P. No quedaba claro quién era el destinatario de su comentario, así que opté por preguntar: “¿Usted? ¿Qué puede ganar con autoflagelarse?”. Con firmeza y prontitud, el Sr. P aseveró: “No vale la pena avanzar...”. Para finalizar la sesión, dije: “Entonces, mejor quedar aquí...”.

A la sesión siguiente, nuestro paciente consideró que la sesión pasada había sido mucho más interesante que la presente.

Por ello, “mejor quedar aquí...”, planteé otra vez.

Juan Carlos Nocetti es psicoanalista.

[email protected]