El 27 de abril pasado, un influencer y creador de contenidos en redes sociales, Santiago Maratea, conmovió al fútbol argentino. Sentado al lado de Miguel Ángel Santoro, el arquero más importante de la historia de Independiente, Maratea lanzó una gigantesca colecta destinada a enjugar el colosal pasivo rojo. El proyecto era ambicioso: que los miles de socios y los millones de hinchas de Independiente aportaran para reunir alrededor de 20 millones de dólares y tapar agujeros financieros que empezaron con las presidencias de Julio Comparada (2005-2011) y Javier Cantero (2011-2014), se ahondaron durante los dos períodos de la gestión de Hugo Moyano (2014-2022) y fueron la razón de la rápida renuncia de Fabián Doman al cargo para el que había sido elegido a fines de 2023 al frente de una comisión políticamente identificada con Mauricio Macri y el PRO.
También algunos vieron la oportunidad de hacer política con la iniciativa de Maratea. O en realidad para no hacerla. Creyeron que era posible deslegitimar las viejas dirigencias y abrir una nueva etapa en la cual los dirigentes quedaran de lado y fueran los socios y los hinchas quienes directamente manejaran las instituciones. "Señores dirigentes, sepan que no los necesitamos más", se llegó a escuchar por esos días en algunas terminales periodísticas y en las redes. La jugada era a dos bandas: recaudar para pagar una deuda casi ilevantable y en paralelo, darle aire a un nuevo modelo de gestión personalizado en la cara de alguien como Maratea, sin más antecedentes en el fútbol que su condición de hincha del Rojo.
Llama la atención repasar las deudas más pesadas que se acumulan en la tesorería de la sede de la Avenida Mitre en Avellaneda: al América de México se le adeudan 5,700.000 dólares por la compra impaga del delantero paraguayo Cecilio Domínguez y a Gonzalo Verón, 4.700.000 por una deuda mucho menor que pudo haber llevado la entidad a la quiebra. Ninguno está más en el club al igual que los arqueros uruguayos Martín Campaña y Sebastián Sosa, el defensor Gastón Silva, los volantes Emiliano Rigoni y Pablo Hernández y los delanteros Jonathan Menéndez y Gaston Togni, cuyos pases nunca se terminaron de pagar. Hasta Miguel Ángel Brindisi reclama 50 millones de pesos que nunca pudo cobrar por su paso como técnico del equipo que descendió en 2013. Un verdadero descontrol.
La mala campaña del equipo en el actual campeonato de la Liga Profesional en el que ganó un partido de los 12 primeros (2 a 1 a Talleres en Córdoba) y la caída a los puestos más bajos de la tabla con el consiguiente riesgo de irse al descenso convencieron a los dirigentes: había que levantar ese pasivo y las inhibiciones cuanto antes para reforzar un plantel armado por Doman y su vicepresidente Néstor Grindetti con los escasos recursos a mano y que pronto exhibió sus limitaciones en la cancha. En ese contexto, el fideicomiso armado por Maratea apareció como la solución mágica para los dirigentes y los hinchas.
En la previa del clásico ante Racing y asustada por la posibilidad de perder la categoría a fin de año, la dirigencia ahora encabezada por Grindetti relevó a Leandro Stillitano, el técnico elegido por Doman, y puso en su lugar al experto Ricardo Zielinski, quien movió algunas piezas, pero sólo pudo ganar dos de los siete partidos que dirigió (2 a 0 a Belgrano y 2 a 1 a Tigre, ambos en Avellaneda). En cada encuentro de local, la gran hinchada roja, hastiada de las malas campañas, igualmente estrechó filas en torno de su equipo. Pero la derrota por 2 a 1 ante Arsenal en Sarandí y el empate 1 a 1 del sábado pasado ante Lanús hicieron reaparecer los viejos abucheos y las muestras de hartazgo.
Independiente atraviesa los peores 20 años de su gloriosa historia: desde 2002 no gana un título local (el Apertura de ese año), se fue al descenso en 2013 y la única copa internacional que logró fue la Sudamericana en 2010 y 2017. Tal vez, lo único positivo haya sido la remodelación de su estadio Libertadores de América Ricardo Enrique Bochini en 2009. El resto fueron decepciones en cadena para una hinchada que celebró siete Copas Libertadores en 20 años (1964-1984) y dos Copas Intercontinentales en diez.
Un sólo dato demuestra la confusión imperante: en los últimos diez años, 21 técnicos se sentaron en el banco rojo, a esta altura una auténtica silla eléctrica. Cada uno pidió y exigió jugadores que a los seis meses dejaban de ser tenidos en cuenta o eran relegados por los entrenadores entrantes. En la segunda presidencia de Moyano, incluso, varios jugadores prefirieron irse del club a cambio de la deuda o en condición de libres antes que seguir soportando el ninguneo a la hora de tratar de cobrar.
A un mes de abierto el fideicomiso, la recaudación supera los 788 millones de pesos, lo cual equivale a 3.160.000 dólares al cambio oficial y a 1.600.000 dólares al extraoficial. El objetivo de juntar 20 millones de dólares para levantar el pasivo y armar el gran equipo que vuelva a ser el "orgullo nacional" parece lejano y hasta utópico. Y la resolución de la Inspección General de Justicia declarándolo "irregular e ineficaz" le ha dado un fuerte golpe que afecta su seriedad y credibilidad. Independiente apostó a la imagen de Santiago Maratea para conseguir los fondos que sus dirigentes no pudieron procurar. Habrá que ver como sigue esta historia. Aunque muchos creen saber cual será el final.