En la noche del miércoles, cuando Rubén Blades se bajó del escenario, el público abandonó el Luna Park mientras sonaba “Jamming”, pedazo de tema de Bob Marley. Y el detalle no fue menor. Al igual que el ídolo jamaicano, el cantante y compositor panameño forma parte de ese selecto club, fundado en la segunda mitad del siglo XX, que encontró en la música popular un amplificador para el llamamiento social y la denuncia política. De la misma forma que lo hicieron Caetano Veloso, John Lennon, Fela Kuti o Bob Dylan, con el que el salsero se juntó cinco horas para confeccionar canciones. Aunque al final todo se redujo a un tête à tête con base en la inmortalidad del cangrejo. Al menos eso fue lo que narró el artista a manera de introducción de “Ojos de perro azul”, uno de los tantos clásicos que desenvainó en sus tres horas de recital. Que supieron a poco, si se considera que nunca paró de producir material nuevo en sus 50 años de carrera.

También pasaron nueve años desde su última actuación en la capital argentina, en la que presentó el disco Tangos en el Gran Rex. Y, como el propio músico advirtió, quizá en otros nueve años ya no esté más sobre un escenario. Sin embargo, el preludio de sus 75 años, que cumplirá el mes próximo, encuentra a Blades en un estado físico fantástico. A tal punto de que llevó adelante estoicamente varias coreografías junto al timbalero Ademir Berrocal. Más allá de esos arrebatos, el año pasado el icono caribeño puso a prueba su aguante en dos oportunidades: en el Coliseo de Puerto Rico, donde en mayo se presentó durante cinco horas consecutivas, y en diciembre último, cuando despidió el 2022 frente a sus compatriotas. Allí preparó un show en el que cantó y bailó a lo largo de seis horas. Luego de semejantes antecedentes, ahora tiene esa maratónica deuda con Buenos Aires. Sobre todo con esa audiencia que lo fue a ver en esta vuelta, y que le supo demostrar cuánto lo extrañaba.

Si el remate de la canción “Plástico” se tornó en 1978 en una especie de apéndice ideológico del “Himno Panamericano”, al desarraigar al entonces dictador nicaragüense en la enunciación de los países que conforman la geografía del continente, esta vez sirvió de censo para conocer cuántas nacionalidades acudieron a ver al salsero. Y la colectividad venezolana le jugó de tú a tú al público argentino, pero sin ánimo de competir. Así como supo introducir su paladar entre la idiosincrasia local, en esta ocasión tuvo la oportunidad de mostrar en varios pasajes cumbres un rasgo principalmente caraqueño: allá un recital de salsa no se mira, se baila. Es por eso que la calle Bouchard, como pocas veces sucedió,por mo mentos tomó forma de salsómetro. Y es que era imposible resistirse a esa aplanadora del ritmo en la que decantó la orquesta del también panameño Roberto Delgado, el mejor cómplice de Blades desde sus tiempos con Seis del Solar.

Como el propio trovador explicó en uno de los pasajes de su performance, la orquesta de Roberto Delgado es capaz de adaptarse a cualquier formato: desde el sexteto hasta ese combo de 20 músicos que se subió a escena. Así que podía mimetizarse con los Seis del Solar de la misma forma que con la orquesta de Willie Colón, con la que el llamado “Poeta de la salsa” abrazó el cielo en la segunda mitad de los setenta. Aunque lo cierto es que nunca existirá un trombonista con tanta calle como el nuyorriqueño. Justamente hubo elogios para él, al igual que para el inmortal Héctor Lavoe, para el que Blades compuso el hit “El cantante”, que no faltó en este desembarco. Si bien ofreció un repertorio quirúrgicamente equilibrado, porque se paseó en igual proporción por su etapa en el sello Fania, en la disquera Elektra y en su producción posterior, lo que trajo de vuelta al artista a esta ciudad fue su disco Salswing! (2021).

Después de levantar el telón con la canción que abre su obra maestra Siembra, el panameño saludó a la muchedumbre y dejó a la orquesta del bajista luciéndose con el instrumental “Mambo gil”. Esta pieza de Tito Puente es una de las razones que inspiró la actual encarnación artística de Blades: el legado de las orquestas boricuas de los años cincuenta. El otro cincuenta por ciento radica en las big bands de hace casi un siglo. Pero aún faltaba un tramo del recital para llegar a esa instancia. Antes el cantante y compositor revisitó “Las calles” y estrenó por primera vez en vivo “País portátil”, ambas incluidas en el álbum Cantares del subdesarrollo (2009). Y en el medio mechó otro clásico grabado junto a Colón, al tiempo que fue el segundo tema que compuso: “Pablo Pueblo”, donde, por cierto, recordó a Piero (años antes de plasmarla, se la mostró al cantautor argentino en una visita suya a Panamá, y éste le dio su bendición).

Acto seguido, el artista revisitó su obra al lado de Seis del Solar. Comenzó con “Prohibido olvidar”, y continuó con “Decisiones”. Fue uno de los temas más celebrados por el público, y lo presentó recordando su veto por parte de la dictadura panameña de Manuel Noriega. Semejante intensidad se mantuvo en “El padre Antonio y el monaguillo Andrés”, donde Blades incluyó a Messi junto a Pelé y cuyo desarrollo invitó a recordar cuánto bebieron Los Fabulosos Cadillacs del salsero. Si “Amor y control” estrujó la emoción colectiva, la cosa tomó tintes épicos en “Todos vuelven”. En medio de la descarga comandada por el conguero y timbalero, al estilo de los “In Memoriam” de los Oscar o los Grammy en las pantallas se tributó a músicos fallecidos. Estuvieron Tina Turner, Mercedes Sosa, Leopoldo Federico, Larry Harlow, Wayne Shorter, Harry Belafonte, Marciano Cantero, Gabo Ferro y Eladia Blázquez (de la que grabó “Honrar la vida”, con Omara Portuondo).

Apenas terminó ese segmento, el músico recordó a lo que vino. Se puso en la piel de los crooners de swing, e interpretó en inglés “Watch What Happens” y “The Way You Look Tonight”, popularizada por Frank Sinatra, quien no hizo ese estándar cuando actuó en el Luna Park en 1981. En cambio, sí cantó “Pennies From Heaven”, grabada por el panameño en Salswing!. Tras sonear (algo así como el freestyle de la salsa) en el final de “El cantante”, rescató un tema compuesto para Ray Barreto: “Arallue”. Apoyado una vez más por una orquesta impecable, donde destacaron el pianista Juan Antonio Berna y el tecladista Luis Enrique Becerra, cantó el bolero “Ya no me duele”. Hubo una historia para cada canción, apelando a su gran habilidad para contar cuentos. Si “Paula C” era para una ex novia, “Ligia Elena” nació por su fama de dandy. Ahí vino “Maestra vida”, allanado el camino para “Pedro Navaja”. Y la ofrendó diciendo: “No podemos irnos sin que venga este señor”. ¡Jamás!