La mamá de la niña Arcoiris, Delfina Silva Zarranz, cumple cien días de prisión domiciliaria este viernes 2 de junio. Está acusada de dos delitos: impedimento de contacto y desobediencia a la autoridad. Los dos sin condena. Los dos excarcelables. Los dos delitos que suelen ser cometidos por una abrumadora mayoría de varones cis denunciados por violencia patriarcal, contra las mujeres y contra las niñeces, sin un solo día de prisión ni otro tipo de sanciones. Sin embargo, Delfina Silva Zarranz, una mamá protectora, lleva cien días de prisión domiciliaria. Y no cometió ninguno de estos dos delitos.
Arcoiris es el nombre ficticio de una niña riojana de siete años de edad, quien desde sus dos años develó muchas veces con signos y palabras ser víctima de abusos sexuales por parte de su abuelo paterno. Para que se investiguen estos posibles delitos hay en curso en La Rioja cinco denuncias penales. A fines de febrero de este año se sumó una denuncia por abusos sexuales contra el progenitor. La denuncia no la hizo la mamá de Arcoiris. La hizo el Consejo de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (CDNNyA) de la ciudad de Buenos Aires luego de escuchar a la niña. Y el CDNNyA escuchó a Arcoiris porque pidió su intervención la jueza de Instrucción de Violencia de Género y Protección Integral de Menores N°2 de La Rioja, Gisela Flamini.
Pero Flamini negó la excarcelación de Delfina Silva Zarranz bajo la figura de “riesgo procesal”; es decir, riesgo de que se fugue de la Argentina con la niña. Delfina no intentó esto jamás, ni siquiera cuando la fueron a buscar con la policía a su domicilio, el 23 de febrero pasado, para arrancar a Arcoiris de una vida de niña y entregarla a la familia del progenitor, sin mediaciones. Ni siquiera cuando en diciembre del año pasado la justicia civil de CABA se declaró incompetente en primera instancia. Pero en febrero la niña habló. Otra vez. Ya lo había hecho en infinidad de oportunidades, con distintos organismos, en La Rioja y en Buenos Aires. Es el sistema judicial, que en lugar de usar todos estos informes, de interpretar la situación con perspectiva de derechos, de género y de interés superior de la niña, una y otra vez la revictimiza. Y, mientras, mantiene presa a la mamá, en un intento de disciplinamiento no sólo a Delfina sino a todas las personas que escuchan a las niñeces.
Cuando el 17 de mayo pasado se notificó a Delfina de que no se le otorgaba la excarcelación, alguien le sugirió que si “aflojaba” para que la niña vea al progenitor podía haber chances de su libertad. Una sugerencia perversa, una especie de chantaje, que omite la voz de la niña. Y omite las medidas de protección vigentes para ambas. Y omite la investigación sobre el progenitor por los dichos de la niña al CDNNyA. Delfina nos dijo: “Prefiero pasar mi vida viendo crecer a mi hija desde atrás de una ventana que volver a exponerla, que volver a entregarla a los abusadores”.
El tratamiento que está teniendo esta mamá protectora es el de una prisionera. Es una forma de tortura sostener el encierro de alguien que no sólo no cometió ningún delito sino que está luchando por proteger a su hija de agresiones sexuales. Es una forma de tortura privar a una niña de hacer su rutina de vida con su mamá. Es un mensaje para todas las mamás protectoras, para las profesionales y también para las organizaciones feministas y transfeministas. Es una violación gravísima a los derechos humanos. Por eso esta vez son organismos de derechos humanos quienes encabezan el pedido de libertad de Delfina Silva Zarranz. Y por eso se organizó, en la sede del Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ, la organización presidida por el premio Nóbel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel), una conferencia de prensa en la cual la hermana Martha Pelloni y la madre de plaza de mayo Nora Cortiñas piden la libertad de Delfina. Y que se deje de revictimizar a Arcoiris.
Desde la Mesa Justicia por Arcoiris pedimos la libertad de Delfina porque la decisión de la jueza ubica a la mamá protectora en el lugar de una criminal. Sin perspectiva de género ni de interés superior de la niña. Sin tener en cuenta el riesgo de vida al que está expuesta Delfina en La Rioja y el riesgo vigente -y ratificado en febrero por el CDNNyA de CABA- para la niña Arcoiris.
La situación de Arcoiris, con su enorme relevancia pública, es un caso testigo de impunidad judicial y de falta de respuestas. Y es testigo porque de manera organizada se viene buscando romper con esa impunidad. En la actualidad, según datos que aporta el ex Juez Carlos Rozanski, de cien denuncias de abuso sexual apenas una llega a condena. Situaciones de abusos sexuales en los cuales se criminaliza a las mamás y no se escucha a las niñeces hay otras igual de graves: Gilda Morales, mamá protectora de Córdoba criminalizada por denunciar los abusos sexuales contra su hijo. Flavia Sagañías, condenada a 23 años de prisión acusada de planear un ataque que no cometió contra la vivienda del agresor sexual de su hijo; la mamá de la niña riojana Lila, a quien arrancaron de su domicilio y mantienen en una institución en un lugar diferente a donde vivía, con prohibición de ver a su mamá protectora, a pesar de los informes sobre abuso en lo de su progenitor.
Lo que le han hecho a la niña Lila es lo que querían hacer a Arcoiris con el allanamiento del 23 de febrero. Pero allí fuimos una muralla humana para proteger a la niña, que hoy vive sin sufrir abusos sexuales. Esa “muralla humana” realizada por vecinas, vecines, vecinos y militantes transfeministas y de derechos humanos, junto a la intervención de la Defensora de Niñas, Niños y Adolescentes de la Nación, Marisa Graham, y la intervención del CDNNyA, lograron la protección de la niña. Por eso, el castigo: la prisión domiciliaria a la mamá. Pero para Delfina también somos muralla humana. Y no vamos a detenernos hasta conquistar su libertad. Los que deben estar presos son las personas que violentan y abusan a las niñeces. No quienes las protegen.
*Mesa Nacional que busca Justicia por Arcoiris, sobreviviente de abuso sexual en la infancia