Muchas personas se mostraron sorprendidas por el triunfo de Macri en las elecciones de 2015 y por la defensa de su gobierno que realizan muchos ciudadanos a los que dichas políticas afectan negativamente desde el punto de vista económico, o sea, a las clases bajas y medias. Se suele decir que dichas personas votan contra sus intereses. Se da por supuesto que el interés principal de todo el mundo es ganar más dinero. Tal vez ese supuesto sea falso. Además de las razones que se pueden aducir desde la política, la sociología, la economía y otros campos, para explicar este comportamiento electoral, el análisis de los discursos públicos y privados puede aportar razones que las disciplinas antes nombradas no suelen tomar en cuenta.
Tuve la oportunidad de analizar a dos “militantes” del PRO. Uno había vivido muchos años en un país acosado por el narcotráfico. Pero afirmaba que no era peligroso ya que “los narcos se matan entre ellos y no joden a los que no se meten”. No obstante, en una ocasión la policía lo había detenido sin razón y lo había mantenido preso de forma ilegal en una comisaría durante tres días, donde unos presos se dedicaban a violar a un homosexual todas las noches. Luego de lo cual lo habían liberado sin darle ninguna explicación y exigiéndole que abandonara para siempre el Estado en forma inmediata. En otra ocasión lo secuestraron durante varios días y lo obligaron a firmar documentos con los cuales le vaciaron sus cuentas bancarias, vendieron sus propiedades y lo dejaron en la ruina. Luego de esto abandonó dicho país considerado como “no peligroso”. Varios problemas en su ano y recto lo habían llevado a tener que realizar varias operaciones en dicha zona. Vuelto a la Argentina se afilió al partido de Mauricio Macri.
El segundo, por simpatía y conveniencia laboral, había terminado trabajando con algunos jerarcas del PRO que le prometían ascensos y premios que nunca llegaban. Tenía VIH y sabía que si ganaba Macri era posible que el acceso a la medicación se complicara. Aun así se ponía la camiseta.
Ambos resultaron ser militantes del masoquismo anal.
Octave Mannoni explicaba el mecanismo de la renegación con la fórmula “Lo sé pero aun así...”. Es cierto que Macri mintió en la campaña pero lo hizo sólo en el último tramo. Cualquiera que no quisiera ser engañando se daba cuenta. Aun así, hubo muchos que quisieron ser engañados. Las puestas en escena, como la famosa del viaje en colectivo del presidente, siempre muestran la farsa. El público siempre se entera de que es una mentira, a través de las mostraciones que realizan los actos fallidos del presidente y su gabinete o las sinceridades salvajes como la de Dujovne cuando dijo que se estaba realizando “una transferencia de recursos desde las familias hacia las empresas. Hood Robin”. Eso dijo el ministro de Hacienda, que les saca a los pobres para darles a los ricos. Como en los ‘90, está todo expuesto pero muchos no lo quieren escuchar. Esta ambigüedad discursiva, en la que las cosas se saben y no se saben al mismo tiempo, instala una complicidad en la que nadie es responsable de nada porque todos saben todo. Transparencia, que le dicen.
Recientemente, Rufino Varela, ex alumno del Newman, colegio en el que se formó el presidente de la Nación y muchos integrantes de su gabinete, hizo pública la existencia de abusos sexuales a niños en aquel colegio durante la década del 70. Luego se sumaron declaraciones del mismo tenor de parte de otros ex alumnos. Estos hechos fueron reconocidos por las autoridades del colegio, que pidieron disculpas y cambiaron de tema, aunque negados por muchos ex alumnos. Interrogados por la revista Noticias, los integrantes del gobierno se negaron a hacer declaraciones al respecto.
Freud inventó el psicoanálisis a partir, entre otras cosas, de descubrir la importancia de la sexualidad infantil. Los abusadores sexuales suelen decir, cuando los atrapan, que los niños abusados deseaban esas prácticas. Lo cual puede ser cierto en algunos casos. Pero eso no los habilita a responder a esa demanda, ya que lo deseado no siempre redunda en un beneficio. En nuestra cultura la ley prohíbe esas prácticas porque se entiende que son perjudiciales. La habilidad del abusador/a, incapaz de gozar sexualmente con otro/a adulto/a, consiste en captar al niño/a que se encuentra más vulnerable y desamparado y, por lo tanto, más dispuesto a permitir los abusos a cambio de algún gesto de cariño y/o por amenaza.
Todo el aparato de marketing electoral del gobierno y sus aliados (multinacionales mediáticas y financieras), formados en la política del abuso, apunta a ese lugar de la estructura del votante, donde habitan el desamparo y la soledad. Ese aparato le dice que en el mundo de las multinacionales hay un lugar esperándolo (“hemos vuelto al mundo”). Y que así como ellos, los Ceos, lo han encontrado para sí, también lo pueden encontrar para el votante. Que ya no hay que discutir, ni afrontar conflictos, ni militar. Sólo hay que saltar la grieta y ubicarse en la butaca designada. Pero la verdad es que hay mucha más gente que lugares. Ya lo avisó hace dos años Christine Lagarde, directora del FMI: “Los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global. Tenemos que hacer algo, ¡y ya!”. Es decir, que el plan del mercado consiste en gestionar el aceleramiento de la muerte, como ya lo mostraron en los ‘70, en Latinoamérica, en Africa y en el Sudeste Asiático, mediante la ejecución sistemática de matanzas y genocidios. El desafío para la política y la economía hoy es cómo inventar nuevos lugares y no nuevas formas de eliminar a la competencia. Pero lamentablemente parece que falta imaginación.
Ante la angustia que despierta la posibilidad de ser expulsado del mercado, una parte importante de los votantes elige al que cree más fuerte. Quiere formar parte del equipo. Conseguir el ticket para su butaca y “sálvese quien pueda”. Pero aun así sabe que se trata de una trampa. Que se trata de un sacrificio a los dioses oscuros del mercado que lo van a devorar y/o a vomitar. La mayor parte del aparato mediático trabaja para reforzar esa creencia en el Otro/mercado que se supone que sabe lo que conviene.
* Psicoanalista.