No hay peinetas, ni mantillas, ni faldas con lunares, ni cante jondo, ni guitarra. Por el contrario, peinados modernos, camperas de cuero, ropa ajustada, géneros musicales varios y, sin embargo, Salir del ruedo, espectáculo creado y protagonizado por Mariana Astutti y Laura Azcurra, respira flamenco por todos sus poros y unas cuantas cosas más. La obra podrá verse los viernes 9 y 16 de junio a las 20.30 horas en Morán Cultural, antes de salir de gira por la provincia de Buenos Aires, y es una propuesta atípica dentro del género.
El baile flamenco está allí, notablemente interpretado por esta dupla que sostiene una química y una energía altísimas, pero también está al servicio de situaciones y temas que exceden el mundo andaluz, en una puesta de danza-teatro que combina un diseño de luces con aires expresionistas, sonidos electrónicos, algo de jazz, baladas, texto y percusión de las intérpretes con sus propios cuerpos.
Es un recorrido por cuadros con climas diversos: el enfrentamiento, la tensión, la placidez, la armonía, el reencuentro, momentos de corte autobiográfico y hasta hallazgos inesperados como bailar el himno nacional en clave gitana. Hay un humor llevado a puntos extremos que distiende tanta energía, coquetea con el grotesco, y también un encadenamiento fluido por este viaje emocional en el que los cuerpos lo dan todo hasta quedar exhaustos. Es que estas inusuales bailaroas se conocen desde hace años y vienen transitando escenarios del país y de Uruguay con esta rareza que seduce. Las creadoras exudan años de formación en flamenco pero también se juegan a crear algo propio. Hay riesgo, libertad y muchísimo desenfado sin resultar forzado.
“Teníamos muy buena onda con Laura, las dos entrenábamos con Ana Frenkel, del grupo de danza contemporánea El Descueve. Laura sabía que si hacíamos algo juntas no iba a ser flamenco tradicional, que a mí no me interesaba bailar en un cuadrado típico oscuro, por ejemplo. En la primera parte de los ensayos, Ana estuvo muy presente: fue clave para no unificarnos y para trabajar sobre nuestras diferencias. Empezamos juntas una búsqueda de qué tenemos para decir. ¿Por qué bailamos flamenco acá en Argentina? ¿Para qué? Hay algo de la auto-colonizacion, de no despegarse de la mirada extranjera sobre el propio cuerpo. En una época yo estaba medio sola pero ahora ya son muchas más las colegas que están en otra búsqueda, que quieren bailar en pantalones, por ejemplo, y transgredir un poco”, cuenta Astutti a Página/12.
El espectáculo comienza con un cuadro muy fuerte, con las bailarinas lanzadas a una suerte de enfrentamiento a punto de estallar, como dos guerreras amenazantes, percutiendo sus cuerpos, repitiendo ciertas palabras. Cada una sumergida en una danza de alto voltaje, zapateando con energía extrema, buscando alcanzar el máximo de la propia potencia, acechando a la otra en un tapete blanco y circular, a diferencia de los tradicionales negros, de forma cuadrada o rectangular. Como dos gallos de riña, rozan el absurdo y los cuerpos terminan en el piso revolcándose. Hay algo de ironía en esa postura llevada al extremo.
“La obra tiene que ver con cómo plantear lo ridículo de la imitación del flamenco, y la competencia en el campo local de cuál de las dos es más gitana, algo que se ve mucho en los tablados entre las bailaroas. Salían cosas muy graciosas en los ensayos pero también densas, por eso el primer cuadro tiene esa tensión entre el humor y el enfrentamiento”, describe Astutti, que estudió Artes Combinadas en la UBA y se dedicó a investigar sobre danza argentina y flamenco en el ámbito académico. Sin recurrir a un guitarrista ni al cante jondo, el dúo atraviesa estados emocionales. Azcurra baila una balada jazzera del brasileño Ed Motta con movimientos flamencos en una escena de clima amoroso; Astutti cuenta cómo llegó al flamenco y qué preguntas le suscita esta danza surgida en un universo tan distinto y lejano mientras su cuerpo se mueve siguiendo la narración; Azcurra baila con lenguaje gitano el Himno Nacional en una escena que sorprende y, sobre el final, ambas se unen nuevamente en el círculo blanco, pero ya con otra energía tras la catarsis que atravesaron. Cuando a una le toca su solo, la otra permanece de espaldas y así van tejiendo momento individuales y duetos, “un poco con la idea de que con el flamenco se puede hacer cualquier cosa”, arriesga Astutti.
En el 2000 viajó a España a profundizar sus estudios con maestros como Eva La Yerbabuena, Juana Amaya, Adela Campallo, El Farruquito. Confiesa que volvió “medio a las puteadas”, por la dificultad de zapatear en doce tiempos y por el carácter cerrado de la comunidad gitana. “Nunca tuve una mirada romántica sobre el flamenco, ni me interesó disfrazarme de gitana. Lo que siempre me atrajo no es la mujer con la flor y la peineta, sino la complejidad que supone zapatear en ritmos de doce tiempos. Poder entender esa asimetría rítmica que es muy poco occidental y que hace a la riqueza del flamenco. Cuando bailo siempre me preocupa no imitar, poder diferenciarme y no tener que disfrazarme de algo que siento que no soy yo”, sostiene.
La identidad es el que tema que atraviesa buena parte del quehacer de esta inquieta artista que además de formarse en danza flamenca, estudió música, rítmica y cajón con David Amaya, Ramón Porrina, Piraña Porrina y David Chupete. Esa es la búsqueda, la pregunta que sostiene su próxima creación, Agujetas Cantaoras, que estrenará en el Cultural San Martín en la segunda mitad del año.
Además de dirigir, compartirá escena con la cantante Daniela Horovitz y con Victoria Romero, bailarina especializada en técnica Graham, un estilo esencial de la danza moderna. “Se suele decir que el flamenco es la respuesta al cante jondo, que para que haya flamenco tiene que haber cante: esas historias fuertes del pueblo andaluz, de esos gitanos desplazados que vinieron de Oriente y quedaron en esos asentamientos. Las tres tenemos nuestras propias historias familiares, nuestras tradiciones. En Agujetas… nos metemos con eso, con lo autobiográfico de cada una. ¿Cuál sería la voz de un cantor o una cantaora local?”, anticipa Astutti sobre su próxima aventura escénica.
Salir del ruedo se presenta el viernes 9 y 16 de junio a las 20:30 en Cultural Morán (Pedro Morán 2147), el sábado 18 de junio en Costa del Este, el domingo 25 en Teatro Gran Ituzaingó y el miércoles 28 en el Teatro Argentino de La Plata.
La ficha
Mariana Astutti empezó a bailar de niña. A los cinco años tomaba clases de ballet, luego vinieron clases de danza moderna y contemporánea. En la década del ’90, se topó con un cartel de clases de flamenco pegado en una pared de Puán donde estubiaba artes, se inscribió y quedó deslumbrada. “Del flamenco lo que me abrió un mundo fue lo rítmico, lo musical. En seguida me puse a tomar también clases de cajón, algo que sigo haciendo actualmente”, señala. “Todo lo que tiene que ver con el universo de lo rítmico y lo percusivo lo desarrollé un montón. Nosotros estamos más acostumbrados a otros tiempos, mientras que casi todos los palos, como las bulerías, las soleá y las alegrías, se piensan en doce. Y es muy difícil zapatear así, pero a la vez muy rico”, destaca.
Tan fuerte es su pasión por la música que junto a Macabre, de Catupecu Machu, produjo el disco Los abanicos de Chinchero, que presentan el 5 de agosto en Tecnópolis. Sobre bases que cruzan ritmos flamencos con electrónica y otras sonoridades, invitaron a un puñado de artistas para que sumen lo propio. “Daniela Horowitz canta sobre unas bases de sevillanas electrónicas, el jujeño Andrés Cazón toca el bombo legüero y armó unas vidalas que fusionamos con bulerías. También participan Lucas Pose, un chico de Viedma que hace trap; Juan Medina, el flautista de Julieta Venegas, que toca flauta traversa y Maximiliano Buss con guitarra flamenca”, describe.
Por estos días, Mariana también está con el rodaje de 2 por 3, tercera película del español Gonzalo García Pelayo en la que participa. Esta vez actúa y tiene una escena con Las Cajoneras, quince mujeres que tocan el cajón y se bailan todo. “Es algo muy normal para mi estar haciendo lo que se me canta con el flamenco. Lo que sí no puede faltar es la postura, la pasión, la rítmica, el soniquete”, subraya la coreógrafa, que además da clases de entrenamiento físico desde un enfoque orientado al flamenco. Y conviene seguirla de cerca para sorprenderse con lo que el género puede dar, mucho más allá de los límites del tablado tradicional.