Nuestra herencia cultural nos exige sostener la pretensión de ser una mejor sociedad en calidad, justicia y equidad. Cuestión deseable por muchos, aunque actuamos como si no tuviéramos las herramientas subjetivas ni sociales para llegar a ser lo que pretendemos. La tensión, de los momentos decisivos, hace trascender la caracteropatia social.
La nuestra es el resultado de la presión ejercida por un agujero cavado por la emergencia social, con su contracara la acumulación desmedida y concentrada, los intensos afectos de amor-odio y la búsqueda de un amo para combatirlo o seguirlo. La relación al padre, que da cuenta de la relación a la ley, es la más afectada por este agujero convirtiendo a la moral en un paraíso entre apocalíptico y avieso. La relación positiva a la ley es un agujero en nuestra cultura que merece ser tratado aparte.
Estos agujeros, en tanto se profundizan y no hemos podido dar cuenta de su mistura, debilitan la verdad y la razón, capturan nuestra atención y provocan que las elecciones, discusiones y proyectos se expresen sobreactuando con formas acaloradas, sensaciones coloridas, pensamientos y acciones contradictorias e impulsivas.
El concepto de acting out aporta otra mirada sobre este fenómeno. Para Lacan son escenas que se montan sobre otras ante la falta de una interpretación pero sin salir del orden simbólico. Lo graficamos así: actuar sería como ir caminando y de pronto un agujero que se lo salta con una sobreactuación, pero sin saber dónde uno cae, sin importar ni registrar las consecuencias.
En un gran estilo hamletiano, por los agujeros en la gestión, del relato C. F. Kirchner se saltó al relato de M. Macri. Se produjo un giro de 180 grados en el proyecto político sin una medición veraz de lo que implicaba. La ausencia de alternativas es consecuencia del acting out, no la causa.
Con ayuda de Shakespeare haremos nuestra obra: Hamlet representa la conciencia de esa herencia cultural que nos interroga sobre nuestro quehacer. La madre de Hamlet, la reina, representa la tendencia mayoritaria de la población. Dos reyes, el padre de Hamlet y su tío, hermano de su padre, que representan un antes y un después.
El tío envenena a su hermano, el padre de Hamlet, para ocupar el lugar del rey casándose con la reina, sin que medie un tiempo entre el velorio y el casamiento. Hamlet pide pensar qué fue lo que pasó, qué es lo que se quiere y qué se debe hacer.
Hamlet vuelca sus conflictos en la escena a través de una sombra que habla por el padre: “Y así, dormido, perdí a la vez, a manos de mi hermano, corona, vida y reina. Segado fui con todos mis pecados, sin comunión, sin óleos, inconfeso y enviado al juicio con mis cuentas por saldar y con la carga de mis imperfecciones sobre mi cabeza.”
“Ese incestuoso, esa bestia adúltera, con ingenioso hechizo y traidoras dádivas... rindió, a su vergonzosa lascivia, la voluntad de mi reina, que tan virtuosa parecía. ¡Ay, Hamlet, cuán grande fue su caída! ¡Venir a rebajarse hasta un mísero cuyas prendas…eran tan inferiores a las mías!”
Su tío y nuevo rey, Claudio, le reprocha a Hamlet que acentúe tanto el dolor por la muerte de su padre. Su madre, la reina Gertrudis, necesita, para tranquilizar su conciencia, callar el descontento de Hamlet y le solicita que esté con ellos. Hamlet responde: “Mi mejor deseo es obedeceros en todo, Señora.”
Callar a Hamlet es agujerear lo mejor de nuestra cultura acusándola de generar las dificultades económicas actuales: el Conicet, Arsat, Spinetta, Universidades, pymes, YPF, Derechos Humanos, A.A., salud pública, etc., no son sustentables. Atacan la creatividad simbólica de nuestra cultura porque es el freno al relato que conviene al rey: lo sustentable es un pueblo austero, pobre y sin aspiraciones mientras la fuga fiscal de los grupos económicos deja de ser delito y disminuyen sus impuestos.
Sojuzgamiento que tranquiliza el corazón de la reina, mientras que Hamlet, atormentado por la prisa con que la madre realizó la boda con su cuñado, acusa y denuncia:” ¡Fragilidad! “ (…) “Un mes apenas de que gastara los zapatos con que acompañara el cuerpo de mi pobre padre..., (hoy) casada con mi tío... tan diferente de mi padre como yo de Hércules...”
Hamlet le increpa a su madre haber salteado la ley del duelo, tiempo para simbolizar y que de respetarlo hubiera podido acceder a su herencia, el trono de Dinamarca. La premura de la boda cubre ese agujero: “Hamlet: ¡Economía, Horacio, economía. Las empanadas calientes del funeral sirvieron de fiambres en la mesa de la boda!”
La tendencia mayoritaria de la población sigue los pasos de la reina. Con celeridad se han despojado de la responsabilidad social, que sostiene al sujeto de derecho, en favor de un amo. Ceden por la angustia que les invade ante la sensación de precariedad causada por la ausencia de amo que implica dicho sujeto.
Por la misma razón las conducciones políticas, los comunicadores y los espíritus críticos tienen urgencia por liberarse de la honestidad intelectual para garantizar el bienestar de su vida o de sus mentes en la concordancia con el poder.
Cual corolario de la historia política, en estas elecciones las sobreactuaciones se han ido amontonando en dos ejes: la defensa de los ceos del ajuste que, si bien representan mejor su proyecto, solo benefician a una minoría y a las mayorías promete que, si se someten, los protegerá un amo exterior. Del otro lado, un proyecto de país propio, con la pretensión de dar bienestar a las mayorías, con un amo interno, pero con la incertidumbre sobre si la mayoría puede sostener el proyecto y dudas sobre quienes lo pueden gestionar. ¿Cómo superar estos ejes?
Si la verdad de cada uno o la verdad de la política implementada están excluidas del relato, en las elecciones, la toma de decisiones tiene el movimiento del acting out. En el consultorio hay pacientes que refieren el inicio matrimonial a partir del nacimiento de su hijo, a pesar de que antes de la concepción las desavenencias eran inconciliables. El acting consistió en la unión para soportar la consecuencia que sobrevino a la relación sexual. La vida posterior, lejos de diluir el acting out, continuó en la proliferación de hijos como manera de anular la conflictiva primera.
* Psicoanalista.