Como no había ocurrido antes en casi cuarenta años de democracia, en la próxima elección presidencial se pondrá en debate una cuestión básica para el funcionamiento de la economía: qué hacer con la moneda. De la bolilla que se imponga en el tablero puede surgir que la Argentina no tenga más moneda propia y adopte el dólar en su lugar, que se cree una nueva moneda, que se refuerce el sistema bimonetario o que se empiece a trabajar en un gran acuerdo para rescatar al peso. Cada opción tiene sus defensores y consecuencias, y llevará al país a lugares radicalmente distintos. 

A continuación, un mapa esquemático de lo que propone cada fuerza:

Abolir el peso y adoptar el dólar, plantea Javier Milei, con el asesoramiento de Roque Fernández y Carlos Rodríguez, ex ministro y ex viceministro de Economía de Carlos Menem entre 1996 y 1999, respectivamente.

Que el peso y el dólar circulen libremente sin intervención del Banco Central, y que el peso valga lo que diga el mercado, plantea Horacio Liendo, ideólogo de la convertibilidad junto a Domingo Cavallo y ex funcionario de su equipo entre 1991 y 1996, hoy cercano a Patricia Bullrich.

Crear una nueva moneda para lograr la unificación cambiaria, es decir que exista una sola cotización de la divisa, sin brecha, lo que lleva implícita una fuerte devaluación inicial del nombre que se le ponga al nuevo billete, sugiere Luciano Laspina, economista  del ala dura del PRO que trabaja directamente con Bullrich.

Unificar el tipo de cambio de manera gradual, con una devaluación "administrada" que cierre la brecha lo más posible hasta alcanzar un valor del peso defendible y relativamente estable, mientras se apura el ajuste fiscal para lograr el déficit cero y se aplica una política monetaria contractiva que reduzca los niveles de emisión, recomienda Hernán Lacunza, ex ministro de Economía de Mauricio Macri en 2019, principal asesor de Horacio Rodríguez Larreta.

Defender el peso, evitar un salto cambiario abrupto, aprovechar el superávit comercial record de 20 mil millones de dólares que habrá en 2024 por la recuperación de las exportaciones agrícolas, más los aportes de Vaca Muerta y el sector minero, para sumar reservas al Banco Central, estabilizar la moneda y acotar la brecha con los dólares financieros, mientras se reabren negociaciones con el FMI y con acreedores privados para el pago de la deuda, con nuevos plazos y mecanismos de cancelación, esbozan en el Frente de Todos, por ejemplo Roberto Feletti, ex viceministro de Economía de Amado Boudou y ex secretario de Comercio en el actual gobierno.

Las cinco opciones descriptas son las ideas fuerza en materia cambiaria que presentan los diferentes espacios políticos que competirán en las elecciones de octubre y que determinarán lo que ocurra con la economía nacional a partir del año que viene. Se las puede agrupar en tres categorías: dolarización plena, economía bimomentaria reforzada y pesificación. Más allá del éxito o fracaso que cada alternativa consiga demostrar a corto plazo, las dos primeras suponen efectos de largo alcance y tenderán a excluir del escenario a la tercera, en forma más o menos definitiva.

Pesificación

Es la propuesta de Cristina Fernández de Kirchner: trabajar entre los diferentes partidos políticos para establecer un gran acuerdo nacional que permita rescatar al peso y salir de la economía bimonetaria. La vicepresidenta quiere que la Argentina recorra caminos que ya transitaron Brasil y Chile, donde el real y el peso chileno fueron recuperando las tres funciones básicas de una moneda y les dieron a esos países un instrumento clave para aspirar al desarrollo.

Los argentinos muchas veces se sorprenden al comprobar que los comercios en Chile no aceptan dólares o que los brasileños ahorran en reales, así como cotizan y pagan los inmuebles, los campos o los autos en su propia moneda. Son economías que lograron ir desprendiéndose del dólar en su funcionamiento cotidiano y obtuvieron enormes ganancias en términos de estabilidad, previsibilidad, crédito para las empresas y las familias, flexibilidad para promover sectores estratégicos y acomodarse a shocks externos sin pasar por el vértigo que caracteriza a las crisis en la Argentina.

Eso no significa que sean sociedades igualitarias, que la distribución del ingreso sea justa, que hayan alcanzado efectivamente niveles de desarrollo elevados o que no tengan problemas, porque la definición de qué moneda utilizar y cómo defenderla es un aspecto más de la política económica, dentro de un conjunto mucho más amplio y complejo de relaciones de poder, productivas y sociales. Pero es una cuestión básica que han logrado establecer y que los preserva de enormes cataclismos o del riesgo de que el país quede virtualmente en ruinas por una crisis, e incluso de las locuras de sus gobernantes, como ocurrió con la gestión de Bolsonaro en Brasil.

Moneda

Las tres funciones básicas de una moneda son actuar como unidad de cuenta, es decir, como referencia para establecer los precios de las cosas -en Brasil, por ejemplo, el valor de bienes y servicios se expresa en reales-; sirve como medio de pago -se paga en reales, para seguir con el ejemplo-, y como reserva de valor -los brasileños no ahorran en dólares, sino en reales-.

En la Argentina, el peso actúa parcialmente como unidad de cuenta -porque las propiedades o los bienes de gran valor y últimamente hasta los alquileres se definen en dólares- y también parcialmente como medio de pago -valen los mismos ejemplos-, en tanto que está muy disminuido en su función de reserva de valor, lo que se evidencia en los miles y miles de millones de dólares atesorados fuera del país, equivalentes prácticamente al tamaño del PIB. Los ahorros en moneda nacional están siempre a tiro de pasarse a dólares, lo que constituye una fuente de inestabilidad permanente. La inestabilidad cambiaria, como se observa claramente desde hace años, es un enorme perturbador de la economía, de la inflación y de la puja distributiva entre el capital y el trabajo.

Por eso Cristina Kirchner pide a la dirigencia en su conjunto trabajar para recuperar al peso en sus tres dimensiones. Es un elemento esencial para la soberanía económica y una herramienta clave para atacar problemas recurrentes como los que se presentan en la actualidad, con la economía que marcha por una cornisa al borde del precipicio.

Pero alejarse de allí no es sencillo ni rápido. Se requieren décadas de estabilidad y compromiso con el objetivo, hasta que los argentinos valoren las ventajas de tener una moneda sólida y puedan sentirse seguros de que no vendrá un gobierno a meterles la mano en el bolsillo y en sus ahorros con una devaluación. Exactamente lo contrario a lo que viene ocurriendo sobre todo desde 1975, con el Rodrigazo, seguido por la Tablita de Martínez de Hoz, las hiperinflaciones de Alfonsín y Menem, el corralito de Cavallo y las fuertes devaluaciones de Mauricio Macri, como hitos principales de una sucesión de crisis cambiarias que dejaron a la moneda nacional en el estado maltrecho en que se encuentra.

Bimonetaria reforzada

Las propuestas de Juntos por el Cambio, tanto de los economistas cercanos a Bullrich como a Rodríguez Larreta, apuntan a emprolijar y consolidar la economía bimonetaria. Es decir, olvidarse de que el peso pueda servir como reserva de valor o como un instrumento para el desarrollo, y concentrarse en salir del atolladero donde se encuentra el mercado cambiario en este momento con una devaluación, más o menos abrupta, y la unificación de las cotizaciones en un dólar oficial más caro.

Después de la transferencia de riqueza que supone esa opción desde sectores de ingresos fijos como trabajadores y jubilados a sectores exportadores, el plan es estabilizar el tipo de cambio y dar lugar a una etapa de crecimiento económico sostenido. Es el esquema clásico de stop and go (freno y arranque) de la economía argentina, que esta vez esperan que se sostenga en la fase expansiva gracias a las divisas que generarán los sectores energético, minero y la economía del conocimiento.

Elegir ese camino posterga la aspiración de recuperar al peso como una moneda sólida que pueda ser útil en sus tres funciones esenciales, con los costos que ello entraña.

Dolarización

Milei directamente pretende acabar con el peso, lo que sería como matar al paciente para terminar con la enfermedad. Argentina perdería el manejo de la política cambiaria y ataría su política monetaria a lo que haga Estados Unidos. Dejaría en el camino un instrumento fundamental para intentar convertirse en un país desarrollado, como no ha hecho ningún país de un tamaño semejante a la Argentina en todo el mundo.

Además, para concretar la dolarización se aplicaría previamente una devaluación monumental, sepultando sueldos y jubilaciones a una profundidad insólita. Y salir de ahí presentaría una dificultad extrema.