Diego Maradona siempre juega fuerte. No le salen las sutilezas. Con sus afectos o en la política nunca baja la intensidad de lo que dice. Su desmesura, la verborragia con que suele expresarse, divide aguas. Nos tiene acostumbrados. Esta vez, tratándose de Venezuela, sus palabras retumbaron como un trueno. Sobre todo por cuándo y cómo las dijo. Se puso a las órdenes de Nicolás Maduro, reivindicó una vez más a Hugo Chávez y se declaró un soldado para pelear contra el imperialismo. Nada nuevo. El acompaña el proceso bolivariano desde sus comienzos. Mucho influyó la relación que entabló con Fidel Castro apenas finalizó el Mundial del 86. De México viajó a Cuba para conocer al líder de la Revolución. Pasaron 31 años. Aun con sus contradicciones –¿quién no las tiene?– en temas como éste que otros esquivarían, fue a fondo una vez más. No será la última.
La reacción contra su defensa del gobierno y el presidente venezolanos fue inmediata. Le saltó a la yugular desde Miami el cantante José Luis “El Puma” Rodríguez. Lo trató de asesino, igual que a Maduro. Su ex compañero de la selección nacional Mario Kempes lo acusó desde Connecticut donde vive con su esposa venezolana, de “apoyar la muerte de 124 jóvenes por defender la libertad y democracia de su país”. Lo compararon con un criminal. ¿No será demasiado? ¿Tanto pesa su posteo de Facebook a favor del gobierno?
Es curioso. A Maradona suelen criticarlo porque opina como un izquierdista –aunque él se define peronista– desde Emiratos Arabes, donde dirige al club Al-Fujairah. Pero ni Rodríguez ni Kempes viven en Venezuela. Eligieron Estados Unidos como residencia, desde donde se ataca siempre al país que no acompaña con sumisión su política planetaria. Dentro de un tiempo vivirán rodeados por el muro que Donald Trump está levantando en las fronteras. ¿Lo compararán con el muro de Berlín?
Tuvo más coraje Rafael Dudamel, el técnico de la selección venezolana Sub 20 hace dos meses, en vísperas de pasar a la final del Mundial de esa categoría. Le pidió a Maduro: “Presidente, paremos ya las armas”. O es más atendible lo que viene declarando el prestigioso Gustavo Dudamel –no tiene nada que ver con el ex arquero–, otro venezolano que dirige a la Filarmónica de Los Ángeles y la Orquesta Simón Bolívar. El mismo que fue condecorado por el comandante Chávez con la Orden Francisco de Miranda en Primera Clase. Chavista antes, hoy crítico, su última petición fue que no se realizara la Asamblea Constituyente.
¿Podría tildárselos de golpistas por decir lo que dijeron? ¿O de imperialistas que no comulgan con el antiimperialismo de Maradona?