Cuando la historia toca de cerca el fenómeno YPF y sus consecuencias en el entramado social de la Argentina, la figura del ingeniero Enrique Mosconi aparece con fuerza. Salta en este sentido se encuentra totalmente atravesada por la temática, sea por los pozos petroleros y el trabajo generado alrededor de la empresa hidrcarburífera nacional, como por los diversos fenómenos sociales que surgen de ella.
Este será el caso de uno de los barrios de la capital salteña, que lleva el nombre de quien fuera impulsor en los años veinte de la industria petrolera en la Argentina. Mosconi será el nombre elegido por sus vecinos y vecinas, en homenaje al ingeniero reconocido y recordado como ideólogo y primer presidente de la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales.
Un barrio con historia
Este barrio de la capital salteña, ubicado en la zona norte de la ciudad, homenajea al ingeniero que transformó la industria petrolera, la cual comenzó a generar prosperidad y posibilidades de futuro a familias de argentinos y argentinas en general, y de salteños y salteñas en particular. Es que dicha barriada nace a la vera de la estación kilómetro 1129 del Ramal C13, también conocida como Destilería Chachapoyas, donde funcionaba una planta vinculada a YPF y se transbordaban diferentes cargas refinadas de la empresa estatal de hidrocarburos.
En uno de los tomos del libro “Barrios, villas y calles de Salta”, el historiador salteño Miguel Angel Cáseres se remonta a los orígenes de diferentes barriadas. Para ello toma testimonio de viejos vecinos y vecinas, en este caso, del barrio Mosconi, al que en sus inicios se lo conocía como Chachapoyas.
En sus páginas se resalta la idea de un incipiente conjunto de casas hacia los años 60, con una traza de calles aún inexistentes, donde los vecinos caminaban por senderos sin luz eléctrica. "La única canilla de agua potable del barrio se encontraba en la estación ferroviaria, y había un solo almacén de ramos generales. En tanto el único medio de transporte resultaba el tren, que paraba en la estación km 1129, trasladando a los vecinos hasta la estación central de Salta".
Por otra parte, uno de los memoriosos vecinos es Silvio Tolaba, quien vive en el barrio desde hace 30 años. “Mi primo vivía en la esquina de Chachapoyas, por eso vine acá. Durante mucho tiempo fueron 15 familias las que vivían, las que comenzaron con el barrio. Hasta principios de los 70 era así”, recuerda.
También conocida como Apeadero Chachapoyas, la estación dinamizaba el incipiente barrio y desarrollaba una vital tarea en el traslado de combustibles en la región. Aún existen vías que marcan el ingreso y egreso de los vagones que llegaban con cargamentos, que luego eran reorganizados hacia diferentes destinos. Inclusive, desde Chachapoyas salían formaciones con gas butano hacia Chile.
Omar Caballero, quien trabajó durante 33 años en YPF y concurría asiduamente al barrio, relata: “En Chachapoyas venían los camiones de las estaciones de servicio y se llevaban la nafta. Inclusive había un laboratorio muy importante. Recuerdo que había un químico que se encargaba de hacer la alconafta”.
Aquel tren que ingresaba a la estación no solo era de carga, sino que también transportaba pasajeros que iban combinando los diferentes ramales que llegaban como racimos desde distintos puntos de la provincia, e inclusive desde otras provincias. En este sentido, Tolaba agrega: “Yo soy de El Carmen, Jujuy, y me tomaba el tren para venir a ver a mi primo, así conocí el barrio. Nosotros preferíamos viajar en el tren porque era más económico, pero también porque en cada estación íbamos comprando las cosas que la gente vendía. Era hermoso”.
El libro del historiador Cáseres incorpora el recuerdo de la vecina Florinda Zulbelza, quien memora haber comprado un terreno a metros de YPF, cuando no eran más de diez familias en la zona. Florinda comenta que su esposo, Néstor Tránsito Ajaya, fue elegido el primer presidente del barrio y entonces se comenzaron a formalizar algunas cuestiones; “Como el barrio tampoco tenía un nombre, fue mi esposo al que se le ocurrió, como homenaje, el nombre de General Enrique Mosconi en su honor, ya que años antes vivió en Campo Durand y conoció de cerca el trabajo del Ingeniero Mosconi”.
Las nuevas generaciones
Leandro Zalazar es uno de los tantos jóvenes que nació, se crió y aún transita las calles de Mosconi. Rapero por elección desde hace más de 15 años, todos lo conocen como Moonkila, e integra el grupo hiphopero De Rancho en Rancho. “Hace 32 años que vivo acá, toda mi vida”, comenta parado sobre las vías del tren que bordea la zona de Chachapoyas y que le dió origen al barrio, “esto era una laguna y todo monte… era un lago feo, lleno de basura donde se tiraban desechos. También había unas canchas y estaba la refinería. El tren entraba donde nosotros jugábamos, entonces nos subíamos, nos colábamos, y nos íbamos hasta el otro cruce cerca de la Católica, así jugábamos”.
Moonkila remarca que si bien todos los barrios tienen sus divisiones históricas, “Mosconi tiene algo especial cuando se junta todo el barrio lejos de la separaciones de bandas. Por el fútbol, por ejemplo, esto pasó, y se ganaron varios campeonatos. También el barrio se juntó por cuestiones de solidaridad, una vez hubo un accidente y una nena necesitaba una silla de ruedas, era una familia que no tenía recursos y se hizo un almuerzo en la sede barrial, se juntaron todos, estuvieron ahí y superaron ampliamente el objetivo”.
El rap llegó hasta sus venas a partir de un encuentro casual con el género en el vecino barrio Castañares. Había un conocido que se llamaba Pedrito, El Dogo le decían. En el medio de una fiesta empezó a improvisar con todo y me volvió loco, dije ‘esto quiero yo, esto quiero hacer’. Así que empecé y acá en Mosconi hicimos hasta competencias, hay muchos chicos que rapean y chicas también que bailan y hacen beatbox, que son sonidos con la boca”.
Moonkila sigue caminando a diario las calles del barrio mientras imagina letras para sus próximas creaciones. “Tengo la idea de hacer un tema para el barrio, siempre estoy tratando de encontrarle la vuelta por donde encararlo, porque no solo quiero mostrar la vagancia de la esquina, sino también la señora que está fritando las empanadas, haciendo tortillas, los laburantes que hay por todos lados. De hecho, la calle Sansón, la más importante del barrio, es muy reconocida por eso, porque está llena de comercios”.
“Una vez escribí una canción que habla de mi vieja, de su partida hace 10 años, y también habla del sector de la vía, un lugar muy representativo del barrio, lugares que con ella siempre caminábamos mientras íbamos charlando”:
Se despiertan los recuerdos
es señal de que estás en nueva vida,
y que hace dos instantes
caminábamos por las vías.
quisiera subir al mirador, para poder
verte despegar de las heridas
El fragmento de creación de Moonkila representa a tantas familias que a diario transitan por las vías con sus sueños, penas y alegrías a cuestas, “el barrio tiene sus pro y sus contras, pero lo que me gusta es que se puede hablar con la gente, o sea, a mí me pasa que en Tres Cerritos no puedo acercarme a hablarle a nadie, y es un barrio que está acá al lado, solo nos divide un paredón, es más, si me cruzo, la cana capaz me detiene”.
El joven rapero de Mosconi aprovecha para lanzar un mensaje que atraviesa generaciones: “si la gente del barrio escucha lo que digo, me gustaría que le dé más bolilla a lo cultural, hay mucha juventud en el barrio, son muchos jóvenes que están activando desde fútbol, basket, el rap, el baile. Y está bueno, porque no lo veo como era antes, que era todo escabiar, fumar y nos vemos, yo veo que hay más opciones, hay algo más para hacer y eso está buenísimo”, reflexiona Moonkila en un mensaje a contracorriente del discurso en que solo la nostalgia sostiene la ilusión.
Un día como hoy, 4 de junio, pero de 1940, fallecía el ingeniero Enrique Mosconi. Los homenajes abundan: los hay protocolares, de Estado, entre sus colegas y correligionarios, pero también los hay barriales, territoriales, e inclusive otros que tienen que ver con el solo habitar y levantar con orgullo su nombre hecho barriada, aquella que se transforma al paso del tiempo con las nuevas generaciones en convivencia con las pioneras, haciendo un sincretismo inmerso en el siglo XXI.