“Vivas, libres, desendeudades y en las calles nos queremos”, fue el grito que se escuchó frente al Congreso de la Nación, cuando todavía vibraba la cuerda de tambores que anunció el inicio de la lectura del documento común, firmado por más de cien organizaciones políticas, sindicales, transfeministas, territoriales, del colectivo Lgbtiq+ y estudiantiles. Ayer, y por novena vez, la consigna Ni Una Menos hizo del 3 de junio un día de lucha y de fiesta, de encuentros y discusiones. Una convocatoria a cielo abierto en la ciudad de Buenos Aires y en cada centro urbano del país que se planta contra la violencia por razones de género y su expresión más brutal, los femicidios, pero que necesariamente se mete en la coyuntura porque no se puede luchar contra la violencia machista y patriarcal sin autonomía económica. Porque no se puede exigir protección para las víctimas sin denunciar al Poder Judicial que apenas investiga la violencia política y que sigue sosteniendo una visión patriarcal en la mayoría de sus fallos. Todo eso estuvo en el documento y también en las banderas, los carteles y las canciones que llenaron la calle.

Ayer, desde muy temprano y en un día excepcionalmente primaveral, frente al escenario montado en el Congreso hubo una convocatoria a la que se llegó luego de un proceso asambleario abierto en distintos puntos de la Ciudad de Buenos Aires (CTA, barrio Padre Mugica de la villa 31 y Plaza Constitución) convocado por el Colectivo Ni Una Menos y otras organizaciones. Allí quedaron enunciadas de distintas problemáticas: desde la necesidad de reconocer el trabajo de las cuidadoras comunitarias y barriales hasta la violencia institucional que sufren las trabajadoras sexuales.

Foto: Jose Nico.

El documento recogió todas esas voces y repuso las diferentes luchas en una agenda común: el pedido de justicia por parte de familiares víctimas de femicidio, la denuncia de la violencia institucional y policial, la implementación de la educación sexual integral, la crisis de cuidados, la violencia por motivos de sexualidad y de género, la reparación histórica para el colectivo travesti trans, el cumplimiento de la ley de derecho al aborto y la exigencia de un poder judicial que no sea patriarcal fueron algunas de las consignas que enmarcaron este nuevo Ni Una Menos, en el mismo lugar que 8 años atrás.

En 2015 la consigna Ni Una Menos cuajó, luego de que un grupo de periodistas, intelectuales y artistas feministas nombraron una forma extrema de violencia: “el femicidio es una categoría política que denuncia el modo en que la sociedad vuelve natural algo que no lo es: la violencia machista”, decía el documento de aquel momento leído frente a miles en la Plaza de los dos Congresos. Entonces, en un aire mucho más frío que el de ayer, se ponía en común el deseo de cambiarlo todo.

Esta vez, la entrega al confort de ranchear (juntarse y estar en la calle) con un clima casi primaveral fue una vez más la constatación de que lo que vale es estar en la calle con otres, buscar la experiencia común, tejer redes, jerarquizar la vida, defender las decisiones que la construyen y fugarse de esa deuda que no es solo la del Estado con el FMI, sino la de la doña que no llega -ya a esta altura- al fin de la semana.

Foto: Jose Nico.


Revitalizar el mensaje

“La consigna de este año sintetiza la etapa que estamos atravesando, nuestra presencia en la calle revitaliza el mensaje de este movimiento, su ética y la propuesta de erradicar la violencia” dice Juliana Marino, feminista histórica, exdiputada nacional y exembajadora en Cuba. Estuvo frente al Congreso detrás de la bandera de Libertad para Milagro Sala: “Está presa desde hace siete años en uno de los primeros casos de lawfare, en particular en este momento se mantiene la violencia hacia ella, porque no se le permite viajar a Buenos Aires para recibir un tratamiento urgente del cual depende su salud. Desde el Comité por la Libertad de Milagro Sala le estamos pidiendo concretamente al presidente Alberto Fernandez que la indulte”.

Se fue perdiendo en masividad pero se fue ganando en volumen político y en articulaciones entre los feminismos, los movimientos populares y los sindicatos. En el primer Ni Una Menos el eje estaba puesto en la violencia de género con una mirada punitivista y victimizante, y eso después se fue modificando porque justamente en los espacios asamblearios se fue construyendo una agenda más plural y más diversa”, dice Georgina Orellano, secretaria de Ammar (Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas). Asegura que en los primeros años del Ni Una Menos las voces de las trabajadoras y los trabajadores sexuales no eran escuchadas por los feminismos, y que hoy es posible reconocer en el pliego de demandas el reconocimiento del trabajo sexual como trabajo y la denuncia de la violencia institucional y policial que el colectivo padece hasta el día de hoy.

Foto: Jose Nico.


Las voces del escenario

Cerca de las 4 de la tarde y con un aire ya un poco más acorde a la época del año, subieron al escenario familiares de víctimas de femicidio, exigiendo al poder judicial que deje de desoír sus reclamos de justicia. Say Sacayán, hermano de la activista trans Diana Sacayán, asesinada en 2015, denunció que “en 2018 el crimen fue reconocido y juzgado como travesticidio pero luego esa misma justicia desconoció esa figura y negó la vida de mi hermana como persona travesti. Esto ocurre diariamente con nuestro colectivo, por eso es importante reconocer la especificidad de la violencia hacia las personas travestis-trans”.

La actriz Thelma Fardin también subió al escenario: “Me emociona que podamos estar juntas en las calles, se que sentimos que estamos en retroceso -dijo, con la consciencia de que semanas atrás se conociera el fallo de absolución a Juan Darthés- pero es cuando más hay que sostener la trinchera. Si no nos quieren escuchar que se tapen los oídos porque no nos vamos a callar”.

Foto: Jose Nico.

Nina Brugo, otra feminista histórica y referente de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto repuso una idea que atravesó la tarde, como una niebla de temperatura fresca que alerta sobre la posibilidad de una tormenta: “Nuestras conquistas son reversibles”. Puntualizaba la necesidad de robustecer un movimiento que tiene como uno de sus grandes desafíos frenar el avance de los fascismos que intentan derogar leyes y conquistas ganadas en la calle, como la ESI o el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidades, cuyo fin declaman los libertarios en ascenso.

“Basta de femicidios, lesbicidios, travesticidios, transfemicidios y transhomicidios” fue el punto que encabezó el documento, le siguieron entre otras la efectiva implementación de la Ley de Educación Sexual Integral, una reforma judicial transfeminista, la denuncia de la violencia judicial, mediática y política a Cristina Fernández de Kirchner y el freno al ajuste para pagar la deuda con el FMI.

La tarde culminó con un recital de la banda Sudor Marika, una celebración para volver a las casas, a las escuelas, a los trabajos y seguir en la calle reeditando aquella explosión de 2015 como un hecho político que permita seguir imaginando un futuro.

Foto: Jose Nico.


Demandas desde el encierro

El colectivo Yo No Fui existe desde 2002 y está integrado por mujeres y LGBTI+ que atraviesan o atravesaron contextos de encierro, desde el primer Ni Una Menos vienen participando de distintas maneras de las articulaciones feministas para poder debatir el antipunitivismo: “Nuestras ideas no solo tiene que ver con la privación de la libertad y con las personas liberadas sino con los distintos contextos que nos llevaron al penal y con lo que nos encontramos luego al salir de la cárcel”, cuenta Liliana Cabrera, que es integrante del colectivo y que estuvo en situación de encierro durante siete años. 

Para ella, en aquel primer Ni Una Menos fue difícil visibilizar todo lo que tenía que ver con la privación de la libertad, las consignas eran más verticalistas y había determinadas violencias que no eran tan visibles o no estaban bajo el paraguas de lo que consideraba la violencia patriarcal: “Esos espacios se abrieron a fuerza de estar presentes, y de discutir, a nosotras nos llegaron a reclamar que estábamos queriendo decir que robar es un trabajo. Visibilizar todo lo que pasa con una persona dentro de un penal fue una de las cosas más importantes para nosotrxs como organización”.

Foto: Jose Nico.


Feministas desde la primaria

La calle Yrigoyen fue de les secundaries. Estuvieron desde el mediodía agitando cantos, levantando banderas y haciendo de su lucha también una celebración. Kiara tiene 16 y estuvo en el primer Ni Una Menos: “Vine con mi hermana y con mis primas, yo tenía 8 años, era muy chica pero me acuerdo de que fue muy lindo”, cuenta ahora que es vicepresidenta del centro de estudiantes de un colegio de la ciudad. 

Dice que intenta ir a todas las marchas pero que las feministas tienen algo especial: “Tratamos de venir siempre, seamos 5 o seamos 20, sentimos que estar en la calle es un momento de unión y de hermandad en el cual no te conocés con todes pero nos juntamos a gritar, a cantar y a bailar y esa es una potencia muy importante que tenemos”. 

Se quedaron hasta el final de la tarde, incansables y con un espíritu irreverente que también da cuenta de una juventud que sabe por dónde quiere ir y porque quiere luchar: “Es triste que tengamos que estar acá exigiendo que no nos maten pero también es lindo encontrarnos en esta lucha, es lindo luchar juntas”.