Las 15 mil personas que asistieron al Movistar Arena para reencontrarse con Carlos Vives, no pudieron volver a sentarse en sus asientos después de que el cantautor colombiano irrumpiera en el escenario. Hoy se abusa tanto de la palabra “fiesta” para describir la ceremonia recitalera que su significado se empezó a devaluar. Sin embargo, en la noche del sábado, y a lo largo de dos horas, el samario revalorizó la palabra. Y lo hizo con una clase magistral acerca de la celebración. Al mismo tiempo que llevaba adelante esa maratón tropical bailable, el artista hizo una retrospectiva de sus 30 años de carrera musical. Técnicamente, su primer disco de estudio apareció en 1986, y tuvo en el pop y la balada a sus principales argumentos. Hasta que en 1993 puso a circular el álbum Clásicos de la provincia, con el que no sólo se reinventó artísticamente, sino que revolucionó para siempre el vallenato y la música popular de su país.
El género originario de la Región Caribe de Colombia, de la que es oriundo el músico, tiene un antes y un después a partir de la decisión de Vives de incursionar en este. Lo que durante décadas fue considerado como algo marginal y ajeno a la juventud de las grandes urbes, de pronto se tornó en bastión de la cultura pop de la nación bolivariana. Además, allanó el camino para la aparición de Shakira, Juanes, Fonseca, Camilo o Monsieur Periné, al igual que para la creación de la etiqueta “tropipop” y la cumbia electrónica. En su rol de actor, el artista encarnó al legendario compositor de vallenato Rafael Escalona en un musical para la televisión. El éxito fue tan rotundo y el interés del músico fue tan grande que, tras hacer dos bandas de sonido para la mini serie, tomó varios clásicos del género para renovarlos en clave de pop y rock. Dos años más tarde, redobló la apuesta e hizo lo mismo. Pero esta vez con composiciones propias, lo que dio forma a su álbum La tierra del olvido.
Justo con el tema que abre esa obra maestra, “Pa’Mayté”, el cantautor inauguró el repertorio. Porque el recital comenzó unos minutos antes, cuando en las pantallas apostadas sobre y a los lados del escenario se repasó brevemente su trayectoria hasta llegar a esta gira que lleva por nombre “Tour de los 30”. Si ese vallenato bien al palo, que sirve de manifiesto al cantar “Ahí llego yo… Y vamos a ve’ cómo es gozá”, enardeció al público, su hit “Déjame entrar” le puso paños tibios a la euforia. El tropipop “Ella es mi fiesta” reguló la intensidad, y Vives se mantuvo en el género, aunque inyectándole una base rítmica más próxima a la del reggaetón, mediante “La bicicleta”. Todo un homenaje a los velocipedistas cafeteros, mientras en las pantallas aparecían ídolos mechados con dibujos de ciclistas. Lo que evocó el disco Tour de France, de Kraftwerk. Pero si para el grupo electrónico alemán pedalear es una expresión de fascinación, para los colombianos es orgullo nacional.
El de Santa Marta recordó a “El monstruo del acordeón”, Alfredo Gutiérrez, con su cover de “La cañaguatera”. Previo a esto, tuvo su primera alocución frente sus fans: “Para mí es un honor regresar a Buenos Aires, y poder presentarles a uno de los mejores acordeonistas”. Se trataba de Christian Camilo, integrante de su banda: una especie de Eddie Van Halen del instrumento. Y el símil con el mítico violero no es una hipérbole. El músico hizo lo que quiso con ese fuelle. Desde desbordar melancolía hasta invitar a la locura, lo que supo contagiar en varios pasajes del show. Una vez que tocaron “Carito”, en donde acordeonista, guitarrista y bajista tuvieron su propio jolgorio a un lado del escenario, Vives agarró su gaita macho (flauta integrante del folklore colombiano) para interpretar posiblemente la canción más mística de la jornada: “Fruta fresca”. Siempre sin perder la candidez y donosura que lo distinguen.
En tanto el artista salió del escenario para cambiarse de ropa, las pantallas nuevamente fueron el centro de atención. Esta vez para que colegas como Luis Fonsi, Fonseca, Juanes, Alejandro Sanz y Fito Páez dieran su testimonio de lo que para ellos significó la salida de Clásicos de la provincia. Si para el boricua ese disco figuraba un “poquito de rock and roll, pero celebrando la música de su país”, el rosarino, en cambio, espetó: “¿Y qué significó para mí? No lo sé, boludo. Yo te amo”. Ahí Vives salió con su guitarra acústica escarlata para rescatar el tema que lo mundializó como músico: “La gota fría”. De la autoría del guajiro Emiliano Zuleta, y en cuya performance se destacó su flautista y percusionista desde hace más de 25 años, Mayté Montero (le dedicó canción “Pa’Mayté”, con la que abrieron el show). Ella representa para el cantautor lo mismo que Sheila E. para Prince o María Gabriela Epumer para Charly García.
El segundo segmento del recital continuó con el vallenato “Mala suerte”, al que le secundaron “Nota de amor” y la oda al fútbol “Baloncito viejo” (grabada originalmente con su compatriota Camilo). Estos dos últimos temas en clave de pop. Vives suele decir que su grupo es su propia versión de la Selección de Colombia, a propósito de su fascinación por ese deporte. Y quizá tenga razón. No sólo por su talento, sino también por su el origen geográfico de sus músicos y por su experticia. Rasgo del que pueden dar fe, amén de la fabulosa terna de coristas, dos conocidos rockeros bogotanos: el tecladista Carlos Iván Medina, de la banda Distrito Especial (una de las favoritas de ídolo colombiano), y el baterista del grupo CiegoSordoMudos, Pablo Bernal. La cumbia dijo presente con “Canción bonita” (en la que colabora Ricky Martin, que apareció en forma de animación en la pantalla con su barba platinada), seguida por el tropipop “Volví a nacer”.
“Cumbiana” apeló al romanticismo, al tiempo que “La tierra del olvido clamó por la nostalgia. A tal punto que en la introducción el artista de 61 años recordó cómo se le manifestó la música popular colombiana en su vida. Tras confirmar su compromiso para con ella ante esa muchedumbre, vino el tramo rockero. Empezó con “El rock de mi país”, para, a continuación, rendirse a los pies del rock argentino, del que es fan confeso. Y llamó al trío Eruca Sativa para que le echara una mano. El tributo incluyó un cover de “Estoy verde (No me dejan salir)”, de Charly García, y otro de “Mariposas tecknicolor”, de Fito Páez. Aunque este último se animó a hacerlo a la colombiana, sumando percusión y acordeón. Improvisó “fuera del programa” la cumbia “Olvidarme de ti”, cover de Mario Luis. El cierre llegó con “Robarme un beso” y el tropipop “Cuando nos volvamos a encontrar”. Si 20 años no es nada, según el tango, 30 también tienen sabor a poco.