Puede –y a menudo pasa-- que Córdoba, epicentro indiscutido de las músicas de raíz folklórica argentinas, carezca de autores y músicos propios que acompañen su impronta a la par. Que los hay los hay, históricos y presentes –del Chango Rodríguez a Ica Novo, lo que se quiera-- pero el número, lo cuantitativo, suele no condecir con lo que la provincia representa en términos de festivales, peñas, e industria. De ahí que una figura como la de José Luis Aguirre, cordobés de Traslasierra él, emerja como necesaria para achicar esa rara distancia entre lugar y músicos. Le dicen “el José”. Es amigo del monte, las estrellas y las altas cumbres. Tiene cinco discos a la fecha, uno de ellos –Chuncano-- con premio Gardel incluido, y otro –de ahí la entidad de estas líneas-- que acaba de sumar bajo el sugerente nombre de Suelto.

Bañado por la tácita e implícita a la vez connotación de su nombre, el disco fue apareciendo por partes durante todo el año pasado, y ahora acaba de ver la luz, completo, a través de todas las plataformas. Lo que por supuesto permite ver su todo en forma conceptual, de viejo y querido concepto de álbum, y habilita margen de hecho para calar en cada parte. Lo primero que deviene a escucha completa es que Suelto suena así: suelto. Se corresponde indudablemente con su nombre, porque palabras y sonidos fluyen libres, leves, livianos. Muestran al autor como es: sensible, inspirado, introspectivo. Muy creativo, sobre todo. De hecho, las diez piezas –alguna compartida, tal el caso de “Volvé a las chapas”, con Elvio Palomeque-- llevan su rúbrica en letra y música.

Resuelto estructuralmente en tres partes, la primera marca y demarca territorio a través de una plegaria primera que lleva por nombre “Canta, canta”. En ella, vestida por las guitarras, el contrabajo y las programaciones de Juan Murúa, además de los sutiles coros de Martina Salazar, y la percusión postrera del “Chinchu” Guerra, se expresa de entrada el talante poético y compositivo del ex “Nietos de Don Gauna”. Más aún pasa con la criollita y austera “Volvé a las Chapas”, donde lo único que es, es lo que está: la voz y la guitarra de “El José”. El epílogo del primer segmento de Suelto pasa por “De la raíz a la piel”, pieza en la que el piano de Luciano de la Rosa alfombra la voz del vate serrano, en favor de una balada-zamba noctámbula, curativa.

No tiene por qué –aunque a veces si-- una chacarera ser rabiosa, veloz. A veces, la calma la salva. Puede conectarse con las estrellas, con los sonidos del monte, desde ese costal. Es allí donde se posa pues, la que Aguirre propone en banda para iniciar el segundo segmento del flamante disco. Se llama “Alicuco”, alude al canto del ave nocturna que lleva su nombre, y a la que el autor intenta despojar de su mal estigma. Sobreviene a ella, la pieza más austera, profunda y económica en recursos del trabajo. Se llama simplemente “Caja”, porque solo Aguirre con su caja y su voz, se pasea alucinado por los pasajes riojanos. Nocturna, lunática, coplera, “Caja”, porta además un recitado en el medio, muy al servicio de ir suelto. “Yo no canto porque sepa, qué te puedo aconsejar, canto para recordarte lo que no puedo olvidar (…) aunque lo cruce mil veces, nunca es el mismo sendero”. La segunda parte se completa con una chacarera llamada “La simple piedra”, en la que el músico de Villa Dolores no solo toca ronroco, sino que la banda se expresa plena por vez primera a través de un sonido fino, similar a lo que se hacía con el folklore de proyección en la década del ochenta. A eso recuerda un encare estético que quiera tender puentes con el jazz, aunque tal no se exprese en plenitud.

Grabado en el Liverpool Estudio de Anisacate, Córdoba; producido por Juan Murúa y el mismo Aguirre; distribuido digitalmente por “Los años luz discos”, Suelto completa su luz con una tercera parte compuesta por “Partecitas”, pieza en la que aparecen suaves aires litoraleños, a trasluz del bandoneón de Martín Elena; “Mi luz compañera”, lindo tema norteñito cruzado por el trombón y la voz compañera de Marta Rodríguez; “Candombe los parientes”, e “Infinita Danza”, donde letra, música, voz y guitarra confluyen en un solo nombre: “El José”.