Algunos veteranos y sabios navegantes se preguntan, hoy mismo, por qué la Argentina dragó y sigue dragando canales que obligan a navegar hacia el Norte, y en particular a Montevideo, en lugar de alistar, dragar y administrar canales propios como el Magdalena que, aparte de ser nacionales, deberían navegar hacia el Sur uniendo puertos argentinos, de los que hay muchos en la Patagonia.
Y es que al no tener la Argentina una verdadera y coherente política marítima nacional, por lo menos desde que Menem inició la destrucción hace más de 30 años, el resultado es obvio: además de haberse descuidado la soberanía en la Patagonia y haberla entendido como mero destino turístico para ricos, se agudizó la absurda y dolorosa tragedia de haber abandonado, de hecho, el Atlántico Sur y la Antártida.
Lo cierto es que, tal como dijo hace poco el ingeniero Horacio Tettamanti, es “absurdo que en la fragata ‘Libertad’ es como que nuestros cadetes aprenden a navegar en una colonia y no en un país soberano”. Como lo es también que a esos jóvenes no se les enseñe que navegando hacia el Sur y por el Canal Magdalena, esa emblemática nave, igual que todas las de nuestra Armada y también de todo el comercio exterior, navegaría en aguas propias de modo más seguro, más barato, más cercano y reafirmando la plena soberanía nacional.
Desde esta convicción, esta columna –que ya algunos cipayos llaman “soberaniola” con malévola y colonizada estupidez– sigue buscando fortalecer y afianzar la conciencia nacional respecto del verdadero acontecer fluvial y marítimo, informando incluso acerca de las cada vez más graves varaduras que se producen en el Paraná.
Por cierto, la semana que pasó se supo que en el Centro de Control de Tráfico Río de la Plata (CCTRP) un práctico a bordo del buque "NIHAT M", con destino a Panamá y navegando aguas abajo, observó severos problemas en el timón, al punto de producirse “el desgobierno del navío, debiendo iniciarse maniobras de virado del buque”. Y hubo otro caso de finalización de maniobras de virado, quedando aguas arriba, y se autorizó a navegar hasta fondeo en zona habilitada para inspecciones y tareas administrativas.
A popa navegaban los buques "RIVERTEC" (con destino a Colombia y cargando 30.951 toneladas de maíz) y "JAY", con destino a España y una carga de 29.789 toneladas de harina de soja. En cada caso se ordenó regular la navegación y efectuar maniobras evasivas más seguras, entre las que se recomendó el fondeo en caso de ser necesario. Y a fin de evitar varaduras o accidentes mayores, el CCTRP debió autorizar finalmente el franqueo del buque “NIHAT M” con los buques “JAY” y “RIVERTEC” en zona de prohibición de cruce y/o adelantamientos.
Está claro que de lo que se trata es de visibilizar el saqueo contumaz en esa especie de tierra de nadie (o de agua de nadie en este caso) que aparte de los daños producidos afecta cada vez más a los Centros de Control. Y no es sino por eso que, sin ir muy lejos, esta semana que pasó volvieron a producirse por lo menos tres episodios de varaduras.
Pero más allá de los accidentes que, por mal uso y/o abuso del río, se están haciendo más frecuentes, ya hay reclamos de otras, diferentes, políticas fluviales y también marítimas, las que seguramente se multiplicarán si los abusos y dislates siguen como hasta ahora. Ahí está el caso del rompehielos Irizar, que, en realidad, no debería navegar ni el canal Punta Indio ni, si se concreta en el futuro, tampoco el Magdalena. Incluso puede afirmarse que el apostadero de esta nave –el Irizar es importantísimo para afirmar nuestros derechos en la Antártida– es ridículo que sea el puerto de Buenos Aires, en lugar de alguna base naval en la Patagonia, o en Ushuaia, o en Río Grande, por la sencilla y lógica razón de que es absurdo que un rompehielos esté casi todo el año anclado en el conurbano bonaerense. Pero pareciera que a nadie le resulta llamativo un rompehielos atracado en Buenos Aires, en un puerto fluvial que no se congela en invierno. Y cuya presencia en el puerto porteño, entonces, no es más que otra risible aunque costosísima muestra de centralismo.
Y así siguiendo, los absurdos se continúan, como que el Instituto Antártico Argentino esté ubicado en la Universidad Nacional de San Martín, en el conurbano Buenos Aires, donde en todo el año no hay más hielo que el que produce alguna heladera. Y por si fuera poco, hay especialistas que advierten que el Irizar nunca debería navegar ni el canal Punta Indio ni tampoco el futuro canal Magdalena, ya que su apostadero natural y anual no debe ser el puerto de Buenos Aires sino la proyectada base naval integrada en Ushuaia, pensada desde hace años como puerta de entrada argentina a la Antártida pero de la que sólo se ha colocado una simbólica piedra fundamental y hecho trabajos iniciales menores. Y por ahora sigue siendo mera promesa.
Además debe apuntarse que la incomunicación entre Santa Cruz y Tierra del Fuego es cada día de mayor gravedad. Sin ir muy lejos, esta semana se supo que las autoridades chilenas ya no aceptan al peso Argentino para pagar el cruce del Estrecho de Magallanes (que es de soberanía chilena, igual que las dos orillas del canal).
Así, resulta que la provincia argentina más austral –y cuyo nombre incluye el de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwichs del Sur y la Antártida que reivindica nuestro país–, carece de paso alguno para unirse soberanamente con el resto del país. Y lo peor: vaya a saberse cuántos argentinos continentales saben que para llegar a la Tierra del Fuego no hay más opción que atravesar territorios y aguas chilenos en el Estrecho de Magallanes (que es 100% chileno). Y ni idea tienen, siquiera, de que hay que atravesar cuatro puestos aduaneros también chilenos, y pagar el cruce en ferry, que es de una empresa privada igualmente chilena que percibe millones de dólares cada año, pagados por argentinos.
Como es obvio, no habría más solución que habilitar cruces por aguas argentinas, lo que deberá hacerse por mar abierto, pero para eso no hay puertos ni en el continente ni en el sur de la Isla. Y ni siquiera hay puerto en la capital fueguina, la ciudad de Río Grande, lo que es el colmo de la estupidez en materia de Soberanía. La inmensa mayoría del pueblo argentino ignora todo esto. La desinformación es también un crimen político.