Desde Ciudad de México
Las elecciones del domingo 4 de junio en México eran importantes por varios motivos. Por un lado se ponían en juego 2 estados gobernados por el PRI, que cerraban el ciclo electoral iniciado con la victoria de López Obrador en 2018; por otro lado, de los resultados se iban a extraer reflexiones de cara a la campaña electoral de 2024, donde además de la elección presidencial, se pondrán en juego 20 mil cargos, entre ellos 9 gubernaturas (gobernaciones), 128 senadores, y 500 diputados y diputadas.
El resultado tiene sabor a empate. Si bien Morena le ganó al PRI el Estado de México, que gobernaba desde 1929, con una diferencia de 8 puntos y medio millón de votos (3.2 millones de votos, el 52.6%, frente a 2.7 millones de votos, el 44.3%), el antaño Partido Estado dueño de México durante 80 años logró retener Coahuila, que si bien en términos políticos es menos importante (Edomex es el mayor granero electoral del país), lo hizo con una diferencia mucho mayor, de más de 35 puntos sobre Morena, alcanzando casi el medio millón de votos, 462 mil concretamente (741 mil votos, el 57%, frente a 280 mil, el 21.5).
Los principales derrotados de la noche electoral fueron las encuestadoras, que en Estado de México le llegaron a dar una ventaja a Morena de hasta 29 puntos (incluso en la encuesta de salida le dieron 19 puntos frente a los 8 finales). Este fenómeno parece tener dos componentes: por un lado, las encuestadoras acomodan políticamente los datos según quién las paga, pero por otro, hay una corriente de descontento/decepción con la Cuarta Transformación -el movimiento que lidera AMLO- que no reflejan las encuestas, pero sí se muestra en la votación.
En cualquier caso, esta decepción es como el magma de un volcán, que no necesariamente entrará en erupción en 2024, pero sí es un a tener en cuenta en futuros análisis. En cambio, el rechazo al PRI, que de 32 estados queda gobernando solo 2, es algo muy tangible y la ciudadanía del Estado de México, cuya última elección fue en 2017, dejó en claro que no quiere al PRI saqueando las instituciones de uno de los estados más inseguros del país.
Pero más allá de la importancia de las elecciones para la ciudadanía de Estado de México y Coahuila, la elección del domingo era importante para sacar enseñanzas de cara al inminente proceso electoral que culminará en la elección presidencial del 2 de junio de 2024.
En lo numérico, no hay grandes cambios, pues el medio millón de votos que Morena y aliados le sacaron a la coalición opositora, es neutralizado por el casi medio millón que el PRI, en alianza con el PAN, obtuvo en Coahuila. Teniendo en cuenta que Andrés Manuel López Obrador ganó en 2018 con 30 millones de votos, no se mueve nada en ese terreno.
Pero más allá de las cifras, sí hay otras lecciones que se pueden extraer, por ejemplo en lo referente a la unidad.
La derecha unida, incluso con una buena candidata en el Estado de México como Alejandra del Moral (mujer, joven y preparada), no necesariamente gana. En cambio, una Morena desunida, como pasó en Coahuila, donde Morena llevaba un candidato muy cuestionado escogido mediante el método de encuesta (Armando Guadiana, empresario minero), y por otro lado el Partido del Trabajo (PT) y el Verde lanzaron como candidato a Ricardo Mejia, ex Subsecretario de Seguridad de López Obrador, sí puede ser derrotada por la oposición.
Pero incluso la derecha se lo tiene que pensar dos veces para ir en unidad, pues el PRI es una marca tan desprestigiada entre la población, que desde 2018 ha perdido 11 gubernaturas, tan solo pudiendo retener Durango y Coahuila (4.3 millones de habitantes entre las dos entidades). De hecho, ya es rebasado por Movimiento Ciudadano, una tercera vía con maquillaje progresista, que gobierna también dos estados, Jalisco y Nuevo León, pero que triplican el número de habitantes (14 millones) y suman el mayor porcentaje al PIB del país.
En cambio, y a diferencia del PRI, la marca Morena se mantiene a flote por la popularidad de López Obrador, pero sin un horizonte claro para cuando el Presidente se retire en 2024. Y al ser una maquinaria electoral que ha incorporado a una buena parte de ex priístas, panistas y perredistas, y no tener vida orgánica, existe un riesgo de descomposición, algo alertado incluso por el propio Andrés Manuel.
Ahora, una vez terminadas las últimas elecciones estatales del ciclo abierto en 2028, se entra de lleno en el ciclo 2024-2030, en el que la primera tarea de Morena, frente a una oposición sin liderazgos, es escoger a su candidato o candidata presidencial.
Y a pesar de que el método de encuesta ha sido fuertemente cuestionado, también por los resultados en Coahuila, es de una encuesta (o dos) de donde saldrá en septiembre el nombre del próximo candidato presidencial. Casi con toda seguridad Marcelo Ebrard, actual Canciller, o Claudia Sheinbaum, Jefa de Gobierno de la Ciudad de México.