Hace cincuenta años, en Independiente soplaban vientos de gloria. Y nadie suponía que un día habría de irse al descenso o pelearía para evitarlo. El Rey de Copas paseaba su grandeza por las canchas de Sudamérica y la Copa Libertadores ya formaba parte de su patrimonio emocional. La había ganado por primera vez en 1964, la había retenido en 1965 y en 1972, la había abrazado de nuevo. Volvió a ir por ella en 1973 y volvió a levantarla.

El 6 de junio de 1973, luego de tres tremendas finales, derrotó en el alargue por 2 a 1 a Colo-Colo de Chile en el estadio Centenario de Montevideo y alzó su cuarta Libertadores. Ningún equipo hasta entonces había conseguido semejante proeza. Medio siglo después, ningún otro equipo ganaría siete Copas como las ganó Independiente.

El once titular de la tercera final. Bertoni (abajo a la izquierda) se metió en lugar de Balbuena.

La vigencia de estas finales ha vencido el paso del tiempo. Por su dramatismo y por el halo de sospechas y el marco político que la rodeó: en junio de 1973, Chile se desangraba en la previa del brutal golpe militar que tres meses después derrocaría el gobierno socialista de Salvador Allende. El país era un polvorín al borde del estallido y la Unidad Popular y sus enemigos ni siquiera podían mirarse a la cara. Pero la pasión arrebatadora por el fútbol y la extraordinaria campaña copera de Colo-Colo, el equipo más popular de país, hizo el milagro de disimular las diferencias. "Ese Colo-Colo hizo el milagro de postergar el golpe. Unió lo que la política había desunido", dijo hace poco Carlos Caszely, la gran figura de aquel equipo que detuvo el pulso de Chile y además militante reconocido de la Unidad Popular.

Aquella Libertadores de 1973 no se jugó como las de ahora. No había cruces mano a mano en semifinales sino que se integraron dos grupos de tres equipos cada uno cuyos ganadores pasaron a la final. Independiente se eliminó con San Lorenzo de Almagro y Millonarios de Colombia, en tanto que Colo-Colo lo hizo con Botafogo de Brasil y Cerro Porteño de Paraguay. El 22 de mayo, en el por entonces estadio de la Doble Visera, igualaron 1 a 1. Colo-Colo arrancó ganando con un gol en contra de Francisco Sá a los 26 minutos del segundo tiempo. Y cuatro minutos más tarde, Independiente empató luego de que el delantero Mario Mendoza mandara de un pechazo adentro del arco al arquero chileno Adolfo Neff. Colo-Colo reclamó la falta pero Milton Lorenzo, el árbitro uruguayo, dio el gol por válido. Los chilenos se sintieron estafados pero igual celebraron la igualdad. Estaban convencidos de que en Santiago, la victoria no se les podía escapar.

Por eso, el 29 de mayo, 70 mil espectadores atestaron las tribunas del estadio Nacional. Pero Independiente hizo valer su oficio copero, manejó el ritmo del partido y sacó el 0 a 0 que necesitaba para ir al tercer partido en Montevideo. Aun así, pudo haber perdido: en medio del asedio chileno, el árbitro brasileño Romualdo Arpi Filho le anuló un gol a Caszely por una posición adelantada que no fue.

El miércoles 6 de junio, minutos antes de que Colo-Colo ingresara al campo de juego del estadio Centenario llevando la bandera uruguaya, los dirigentes chilenos caminaron alrededor de la cancha acompañados por Sergio Catalán, el arriero que seis meses antes había encontrado a los sobrevivientes uruguayos de la tragedia de Los Andes. Obviamente, los uruguayos tomaron partido por Colo-Colo que formó con Neff; Galindo, Herrera, Rafael González y Silva; Valdes, Páez y Messen; Caszely, Ahumada y Véliz; dirigidos por el astuto Luis Álamos

Humberto Dionisio Maschio, un símbolo de Racing que por entonces conducía a Independiente, alineó a Santoro; Commisso, Miguel Ángel López, Sá y Pavoni; Ruben Galván, Raimondo y Semenewicz; Bertoni (que se incorporó para jugar esa Copa), Maglioni y Mendoza. En el banco, esperaba jugar su primera final de América un tal Ricardo Enrique Bochini. Mendoza abrió el tanteador a los 25 minutos con un tiro alto y Caszely igualó a los 39 tocando de emboquillada por encima de la salida de Santoro. El árbitro paraguayo José Romei expulsó en el segundo tiempo a Leonel Herrera. Pero con uno menos, Colo-Colo llevó el partido al alargue.

Bochini ya había entrado por Maglioni y el zarateño Miguel Ángel Giachello hizo lo propio por Mendoza. Y fue Giachello quien a los dos minutos del segundo tiempo suplementario y tras un festival de rebotes en el área chilena, marcó el gol que valió la cuarta Copa Libertadores para el Rojo y el pasaje a la final Intercontinental con la Juventus que terminó ganando con aquel golazo de Bochini en Roma. Pasó hace 50 años cuando Independiente creía estar predestinado a la gloria. Y lo sigue estando. Alguna vez, dentro de no mucho, volverá a ser lo que es.