Visten trajes de piel de tiburón y botas puntiagudas con cráneos de plata en las puntas. Se mueven en sincronía y no necesitan decir ni una palabra para resultar amenazantes: ya alcanza con las miradas torvas, de fieras embravecidas. Conocidos como “Los primos”, aunque en realidad sean hermanos, Leonel y Marco Salamanca operan como los brazos armados de su tío Héctor, los encargados de ejecutar los brutales asesinatos y aprietes que la parálisis no le permite a unos de los capos que disputa el negocio de las drogas en Breaking Bad.
A quince años del inicio de la icónica serie creada por Vince Gilligan, que por estos días emite el canal A&E en ocasión del aniversario, y a casi uno del fin de su spinoff, Better Call Saul, los encargados de darles vida a los hitmans más temibles de Albuquerque, los hermanos Luis y Danny Moncada, pasaron por la Argentina para participar en distintas actividades de la Comic-Con local, cuya última edición se realizó el fin de semana en Costa Salguero.
“Nadie de los que trabajó en la serie pensaba que terminaría siendo lo que fue, que sería considerada como una de las mejores de la historia. Lo mismo con Better Call Saul, nadie esperaba la respuesta del público, ese amor. Estamos muy agradecidos, siento que tuvimos mucha suerte de haber sido parte de algo tan grande”, cuenta a Página/12 Luis, quien llegó junto a su hermano desde su Honduras natal en 1991 sin saber ni media palabra en inglés. Una situación de marginalidad que los llevó a sumarse a una pandilla, puntapié para un raid de delitos que tendría como destino final la cárcel. Una vez en libertad, Luis empezó a practicar artes marciales –algo que continúa hasta hoy, como contará líneas abajo– y a trabajar como empleado de seguridad y guardaespaldas en Hollywood, hasta que alguien se percató de que su cuerpo voluminoso podría lucir en una pantalla igual de intimidante que en la vida real.
Con varias participaciones menores en series y películas desde principios del milenio, su gran oportunidad llegó con un casting que buscaba dos hermanos para hacer de matones en una serie que por entonces estaba lejos de ser el fenómeno que terminaría siendo. Luis recuerda: “En esa época, 2009, yo ya actuaba y Danny no. Pensé que iba a estar difícil porque pedían hermanos y no había forma de que él fuera porque no era parte del sindicato. Fui a la audición, hice la escena y los encargados del casting, a quienes conocía desde antes, me preguntaron si tenía nuevos tatuajes. Cuando les conté que mi hermano me había hecho uno nuevo, les brillaron los ojos y se interesaron, pero cuando dije que no era actor les cambió la cara. Hablaron entre ellos, y al final me dieron dos escenas y me dijeron que volviera al otro día con él, que lo ayudara y que ellos verían qué podían hacer. Fuimos, hicimos una improvisación en español, a los dos días nos confirmaron y dos semanas después ya estábamos filmando”.
-Danny, ¿cómo fue tu reacción ante la propuesta?
Danny Moncada: - Muchos nervios y presión. Nunca había estado en un set ni en un casting, y Luis me había dicho que tenía que saberme todo de arriba a abajo, de izquierda a derecha. También, que en un momento iba a pensar que estaba listo, pero en realidad no. Y así fue, porque cuando llegué me quedé trabado y me sentí como un idiota. Lo hice de nuevo, y volví a trabarme. Ahí los directores de casting me tranquilizaron: “Sabemos que no sos actor, pero imaginate que todo está pasando realmente ¿Cómo actuarías vos? ¿Qué harías? Si no te acordás el diálogo, no importa, vos seguí”. Lo hice bien dos veces seguidas, trajeron a Luis para la improvisación, y salió muy bien. Pero estaba muy nervioso, medio duro, parecía un robot al que había que echarle aceite.
Uno de los rasgos más importantes de los Salamanca es que atemorizan casi sin hablar. ¿Cómo fue el trabajo para componerlos?
Luis Moncada: -Vince siempre quería menos, porque tenía la idea de que menos era más. Él me decía que podía decir todo con una sola palabra, y salía súper bien. En el casting nos tocó hacer la escena en la que Walter White conoce a Gustavo Fring, y yo pensé que iba a hacer de Gus. Pero después nos dijo que íbamos a hacer un papel diferente pero que era un “papelazo”, que cuando la gente nos viera iba a pensar que algo malo iba a pasar, que King Kong no tenía nada que hacer contra nosotros incluso cuando no dijéramos nada. Yo pensé que estaba loco, pero cuando vimos el producto hecho... Es un genio. Pero al principio tenía miedo de que fuera muy robótico y cursi, y yo no quería actuar así.
-¿La idea de los movimientos sincronizados fue de ustedes o de Gilligan?
L. M.: - Fue idea de Vince. Una vez nos vio caminando juntos y le gustó un gesto que hicimos a la vez, nos pidió que lo hiciéramos de vuelta y le encantó. Pero salió de nosotros, siempre hacemos cosas así.
L. M.: -A mí me da mucho orgullo. Siempre digo, sobre todo para Danny, que fue su primer trabajo, que vino del cielo que no tuviéramos que decir mucho. Fue el papel perfecto para que empezara. ¿Quién puede debutar en el mejor show del mundo? De todos modos, así como nos abrió puertas, nos ha cerrado otras en el sentido de que nos miran como si fuéramos esos personajes. Hubo propuestas de series que no eran dramas ni violentos a las que mandamos nuestros currículums, pero nos dijeron que éramos “demasiado malos”, que íbamos a asustar a la gente. Breaking Bad fue una bendición, una suerte de no imaginar, pero como actor ha cerrado puertas. Hoy pienso “uy, hubiera querido hacer eso otro”, pero ¿prefería seguir así o no haber hecho Breaking Bad? Sin dudas, prefiero haberla hecho y que hoy me digan que no.
-Además de la actuación, están muy involucrados con las artes marciales mixtas (MMA) y dan talleres y entrenamientos a chicos en situación de vulnerabilidad. ¿Qué rol tiene el deporte como posibilidad para salir de la violencia?
L. M.: -Nosotros nacimos en Honduras, llegamos a Estados Unidos en 1991 sin hablar inglés, la gente nos miraba como si fuéramos bichos raros. Pero después de la prisión, poner toda la energía en el deporte… lo mejor que puede hacer un chico o alguien que esté en problemas es poner toda la energía en un deporte, no importa cuál. El deporte ayuda, da un motivo para hacer las cosas bien y alejarte de lo malo.
D. M.: -Si hubiéramos practicado cualquier deporte de chicos, no hubiéramos hecho lo que hicimos. Pero nuestra madre estaba sola, no teníamos papá, y era imposible pagarlo. Tratamos de ayudar a los chicos que están en problemas. Ellos saben que pasamos por eso y nos hacen caso.
L. M.: -En 2002 o 2003, cuando arranqué a actuar, empecé a dar charlas motivacionales para chicos en prisión y cosas así. Cuando uno ha estado ahí, los chicos escuchan más. No es lo mismo que venga un policía o cualquiera a decirles que algo está mal. Ellos saben que no mentimos cuando decimos que ese camino no lleva a ningún lado, que hay otras salidas. Tratar de que pongan la energía en el deporte o en algo positivo es lo mejor que podemos hacer por ellos. La energía que genera pertenecer a algo es muy buena. Nunca vas a conocer a una persona mala que esté llevando a sus niños a practicar un deporte todos los días. Es gente dedicada, trabajadora, no vas a conocer malas influencias.