La obra teatral 1975, de la dramaturga y directora uruguaya Sandra Massera, estrenó en Montevideo en 2015 y los domingos se puede ver en La Comedia (a las 18, Rodríguez Peña 1062). La directora Elba Degrossi vio el espectáculo original, le gustó y quiso hacer una versión local del unipersonal, en el que actúa Silvia Franc. La historia transcurre en Montevideo en la actualidad. Teresa, una mujer de edad madura, encuentra en su casa familiar, ya deshabitada, un cuaderno de geografía de la escuela secundaria, que funcionó como su diario personal en el pasado. El objeto la lleva a recordar a su único hermano, desaparecido, quien había huido a Buenos Aires, pero jamás se supo nada de él. “Es una obra fuerte pero delicada. Una de las cosas que dijeron los críticos es que no tiene golpes bajos. Evoca, incluso, momentos graciosos, con cierta frescura y alegría”, dice Massera, de paso por Buenos Aires para presenciar el estreno.
Massera es actriz, docente y una de las fundadoras del Teatro del Umbral, compañía que funciona desde 1998. Llevó a escena 28 obras y una ópera, y prefiere los espacios no convencionales. Escribió el guión de tres óperas. El puntapié inicial de 1975 fue un monólogo creado para “Idénticos”, el ciclo de Teatro x la Identidad, que se llamó Muñeco sin cara y resultó elegido. “Me gustó verlo por Magela Zanotta, que es uruguaya pero vive acá. Fue una coincidencia. Se me ocurrió extender ese monólogo que era de una página para atrás y hacia adelante en el tiempo, y así surgió esta obra de una hora. El monólogo original relata el encuentro que tuvo la protagonista con un cadáver en la playa, en la época de los vuelos de la muerte, de las dictaduras del Río de la Plata. Fue parecido a algo que me sucedió a mí, no exactamente, pero es una anécdota real”, cuenta Massera a PáginaI12.
“Teresa es una mujer que vive en Montevideo. El hermano se vino a Buenos Aires a la casa de la abuela, escapando de la dictadura, y acá desapareció. Ella está sola en su casa, los padres murieron, la abuela vive en Buenos Aires. Está desarmando la casa y encuentra papeles del padre y un cuaderno donde escribía cartas al hermano que nunca volvió. La obra empieza en la actualidad y va yendo para atrás en el tiempo hasta los 17 años, que es la época en que el hermano se fue. Después regresa de nuevo hasta el día de hoy”, detalla. El estreno fue en Montevideo en un teatro que funciona en una casa antigua, de tres pisos, con un particular uso de la escalera.
–¿Qué reflexión habilita la obra sobre la dictadura cívico-militar?
–Trata de transmitir lo mismo que una obra mía anterior, basada en mi diario de la adolescencia, No digas nada nena. El subtítulo era “¿Qué les pasó a los que no les pasó nada?” Por más que los jovencitos no tenían todavía edad de militancia política ni integraban ningún gremio, y no fueron torturados y no estuvieron presos y su familia tampoco, la dictadura los afectó terriblemente. Es que no deja ilesos. Yo me eduqué en dictadura. Toda mi vida estudiantil estuvo marcada por la represión: eso lo cargás para toda tu vida. Quise transmitir cómo la dictadura afecta a los que directamente no les pasó nada. En esta, que es una obra de ficción, trato de mostrar cómo se siente afectada una familia cuando tiene un desaparecido entre ellos.
–¿Cuál es la anécdota real que inspiró el monólogo de TxI?
–Yo vi un cadáver en la playa, en la época de los vuelos de la muerte. Me acuerdo de que tenía pantalones, no estaba vestido como un turista. Como era adolescente, llamamos a la Policía y nos fuimos. No supe si era o no era. Pero esa imagen me quedó. Ese cuerpo rodando en la orilla del mar, en una playa donde no había nadie, en esos meses, esas épocas, marzo del 76 o 77. El título es 1975 porque fue un año muy fuerte en Uruguay. Lo llamaron “El año de la orientalidad”. Yo era estudiante y todos los trabajos tenían que decir “año de la orientalidad” en la hoja. Había un control espantoso.
–¿Por qué eligió desarrollar el vínculo entre hermanos?
–Me fue surgiendo naturalmente. A esta altura no me acuerdo bien por qué. Quería que fuera alguien que conviviera con la protagonista, que fuera joven. Tengo una hermana pero no tengo hermano varón, y siempre quise. Eso está transmitido en la obra. Tiene algunas cosas autobiográficas. La actriz que la representó en Montevideo tiene hermanos varones y le llegó muchísimo a ella, además es nacida en el 75. Una casualidad también. Ella aportó muchísimo, entre las dos escribimos las cartas ficticias. No sé lo que planteará la directora argentina, pero en la puesta en Montevideo toda la escena estaba tapizada con papeles de cartas. La actriz saca cartas de un cuaderno y las trabaja sobre su cara, es un papel especial, las convierte en máscara. Y le habla a la máscara como si fuera el hermano que nunca más vio: una máscara difusa, con rasgos borrosos, como una niebla. En un momento dice “no me acuerdo de tu cara, de tu voz. Te voy perdiendo, por eso te escribo, no te quiero perder del todo, te estás disolviendo”. Pasados los primeros años de post–dictadura, la palabra la tuvieron los directamente afectados. Es hora de que los que estuvimos un poco al margen empecemos a decir nuestra percepción y lo que sufrimos.