A partir de la detención de Marcelo Corazza en la investigación por el delito de asociación ilícita con fines de trata de menores, muchos fueron los nombres de famosos que comenzaron a filtrarse y a ser señalados en las redes sociales. La semana pasada, una nueva denuncia contra un “hombre del espectáculo” por presunta “violación de menores” fue radicada en Misiones. Coletazos del affaire Mammón: lo que tras la denuncia de público conocimiento contra el músico y animador empezó a circular como rumor y como un dedo acusador que parecía tan solo desparramar sospechas, ahora acaba de tomar la forma de una nueva denuncia.

Ya habíamos dicho que en general cuando se trata de denuncias a famosos (sobre todo si son gays) el abuso sexual en la infancia se vuelve noticia, pero en realidad no. No exactamente. Lo que se vuelve noticia es el “escándalo” alrededor de ese famoso. Porque al elefante que tenemos delante nuestro somos incapaces de verlo, pensarlo. En otra oportunidad habíamos dicho también que necesitamos pensar el problema en torno a la pedofilia. ¿Cuándo seremos capaces de abordar el impensable cultural? ¿Podemos hacernos cargo de la incomodidad que nos suscita pensar la pedofilia? ¿Cuándo levantaremos el cepo que tan fuertemente se ha construido a su alrededor? Sabemos que algunas editoriales restringen la cantidad de veces que por mes podemos escribir acerca de violencia y abuso sexual, en general no interesa que forme parte de la agenda y en los casos en los que sí llega es de modo obsceno, sin ningún interés en reflexionar sobre la pedofilia o también, como en este caso, las redes de trata de explotación de menores.

Periodistas y panelistas de chimentos si es que hablan de prescripciones, delitos, consentimientos, edades, partes del cuerpo, drogas, redes de trata, lo hacen sin ocultar el morbo. Esa liviandad en el abordaje del tema hace algo más que desinformar, hace daño porque legitima la violencia que las infancias y adolescencias atravesaron. El efecto de disciplinamiento es atroz: están reproduciendo las crueles escenas del poder judicial por fuera de él.

¿Somos conscientes de que no existen espacios sociales sin sobrevivientes de abuso? Si 1 de cada 5 niñas y 1 de cada 13 niños atravesaron experiencias de abuso sexual, esos relatos están siendo escuchados también por ellxs en las redes, la radio, la televisión, la escuela. A ellxs (algunxs ya adultxs) se les está diciendo que mienten, fabulan, exageran, que son objetos legítimos del deseo adulto, y como si fuera poco, que sus vidas están destrozadas para siempre. ¿A quiénes nos importan quienes fueron abusadxs?

Por un lado, periodistas necesitamos romper el cerco mediático y conquistar más espacio para hablar de violencia sexual contra infancias y adolescencias en los medios de comunicación masivos. Y en la medida de lo posible generar los espacios para escuchar y reflexionar junto a sobrevivientes de abuso y madres protectoras. Por otro lado, la sociedad también necesita abrirse a este asunto más allá del circuito feminista que este fin de semana en ocasión del #3J en la plaza Congreso incorporó la consigna “¡Basta de abuso sexual contra las niñeces! Justicia para Luna”. y el reclamo para que sea efectiva la implementación de Educación Sexual Integral en la medida que protege a las infancias y adolescencias de los abusos sexuales y las agresiones de género. Mientras que en el otro acto en plaza de mayo la Asamblea de familiares de víctimas de femicidios, transfemicidios y desapariciones también sumó la demanda de acabar con los abusos sexuales hacia infancias e invitó a madres protectoras y sobrevivientes de abuso sexual en la infancia a subir al escenario y compartir sus historias de dolor, de lucha, de fuerza.

Para que haya Memoria, Verdad, Justicia y Reparación precisamos detenernos a escuchar esas historias, hacerles lugar y así comenzar por validar y legitimar esas experiencias de quienes atravesaron esa violencia. Y recordar también que nadie es sólo el daño que ha recibido.